XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
+ El Ev. de hoy trae un pedido, en el que resuenan nuestras propias voces:
“¡auméntanos la fe!”… Sobre todo cuando somos golpeados por la sensación de
tantos males que parecen triunfar.
+ El cristiano está llamado a ser un héroe, una persona que triunfa en el
combate espiritual, venciéndose a sí mismo, sobreponiéndose de la propia
debilidad… “¡auméntanos la fe!”… no es sólo una espléndida jaculatoria: es también
una llamada a ejercitar la virtud).
+ Los apóstoles hacen este pedido al Señor cuando el habla de que hay que
estar dispuesto a perdonar siempre, cosa que parece humanamente hablando,
imposible… Por eso este “¡auméntanos la fe!”… S￳lo desde la fe se puede aceptar y
vivir esta exigencia del Se￱or. Perdonar “siete veces al día” es lo mismo que decir
siempre. Como hace Dios con nosotros: “perdona nuestras ofensas... como
nosotros hemos perdonado...”
+ Perdonar siempre implica ser semejantes al Señor (que nunca se cansa y
siempre perdona). Por eso los apóstoles piden más fe. Y Jesús les responde que la
fe no es una cuestión de cantidades, sino de tenerla o no; de tener una fe auténtica
o una apariencia de fe.
+ La fe es un regalo, un don de Dios, que transforma todo nuestro ser y
nuestra vida: nos eleva al plano de la vida misma de Dios, haciéndonos participar
de su naturaleza divina, dándonos así la capacidad para obrar de un modo nuevo,
superando nuestras limitaciones. “Vivir de la fe” es entender que Dios nos llama
cada día y en cada momento a vivir con alegría, como hijos suyos, siendo pacientes
y teniendo puesta la esperanza en Él.
+ Jesús la compara con una semilla de mostaza (pequeñez)... Capaz de
obra prodigios extraordinarios (como transportar una higuera y plantarla en el
mar). Algo semejante a lo que puede hacer la fe en nuestra vida… Mucho más
interesante y mejor que trasladar árboles: mantener una actitud constante de
perdón frente a las ofensas que recibimos.
+ La fe obra maravillas en nosotros... Nos transforma... Nos eleva... Nos
enriquece... Pero esto implica también el peligro de creernos “los mejores”, de
volvernos orgullosos y de hacer ostentación de religiosidad. Para evitar esto, es
necesaria una profunda humildad, que es lo que se nos pide en el Evangelio.
Humildad que no es auto-desprecio, sino conciencia viva de que todo lo recibimos
de Él.
+ Es cierto que también somos sus hijos y sus amigos (no sólo
servidores )... Pero lo somos por la entrañable misericordia de Dios, que quiso ser
para nosotros Padre, Hermano y Amigo, acortando la infinita distancia que nos
separa de Él, por el simple hecho de que somos pequeñisimas creaturas perdidas
en la inmensidad del universo.
+ El Ev. de hoy trata sobre el poder de la fe.
+ Los cristianos tenemos ante nosotros, para realizar, una tarea gigantesca:
hacer que el mundo se transforme en un Reino de Dios… Cosa humanamente
hablando: “imposible”. Pero Jesús nos dice hoy que la fuerza para realizar lo que
parece imposible nos es dada con la fe, en el Bautismo. Lo que tenemos que hacer
ahora es vivirla, ponerla en obra.
+ La Palabra de Dios que tenemos en nuestra boca y en nuestro corazón es
una palabra viva y eficaz, que tiene poder para realizar lo que dice. Es una Palabra
que puede cambiar nuestro corazón rencoroso, injusto, tacaño, sensual, tibio... Y
convertirlo en un corazón semejante al de Jesús.
+ Pidamos hoy al Señor esa fe auténtica que necesitamos para vivir como cristianos
y, con la humildad de la verdad o - como dice San Pablo en la II lect - “con espíritu
de energía, amor cristiano y buen juicio” - como los apóstoles (¡que fueron todos
mártires!), transformar el mundo, haciendo que la venida del Reino sea no sólo
clamor (cf. Padrenuestro), sino también nuestra tarea.
Amén