XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
+ La oración es uno de los temas preferidos de San Lucas. Muchas veces
insiste en esta materia:
v nos propone dichos o discursos del Señor sobre la necesidad de rezar o sobre la
eficacia de la oración.
v nos muestra el ejemplo de figuras orantes: Jesús rezando largamente, y
también María, Zacarías, Isabel, y otros (Pentecostés).
+ Lucas (como San Pablo) insiste en el mandato del Señor de orar siempre,
sin interrupción (cf. comienzo del Ev. de hoy).
¿Cómo es posible permanecer siempre en oración?
Las personas con vocación contemplativa se retiran a conventos y
monasterios, donde viven orando. Y esta oración enriquece a toda la Iglesia. Pero
aquí el mandato es para todos : todos debemos orar sin interrupción.
Para saber como hacerlo, miremos en el Evangelio a Jesús, a María, a los
apóstoles. Todos ellos atendían a sus ocupaciones cotidianas; y en todo buscaban el
Rostro del Padre. Su forma de rezar continuamente era desear ardientemente al
Señor su Dios , buscar cumplir su Voluntad, no anteponer nada a Dios, a Su Amor, a
Su Reino; y así, cuando durante el día o la noche tenían momentos especiales de
oración, momentos dedicados exclusivamente para rezar (¡cómo debemos tenerlos
también nosotros!) , momentos de silencio y soledad, no hacían allí sino expresar a
Dios este deseo de cumplir su voluntad, descargando en Él todas sus
preocupaciones y tomando fuerzas para vivir evangélicamente . Comprendían el
valor de la oración, y por eso nunca la abandonaban . (v.g. Jesús pasa noches
enteras orando). Para ellos la oración es algo tan necesario como la respiración... Y
también para nosotros lo es... Y si a veces nos sentimos “asfixiados” sin saber
porqué, quizás es porque no le damos respiro a nuestra alma… que respira con la
oración... Es menos espontánea que la respiración del cuerpo , pero es más
necesaria. Oxigena nuestro espíritu ; es alimento y descanso para el alma (¿qué
sucede con una persona que no come ni duerme?; ¿y si no reza???... )
+ Para animar a sus discípulos a rezar siempre insistentemente , el Señor
propone una parábola muy sencilla: el juez y la viuda .
Simplemente destaco que la condición de las viudas en Israel, sobre todo
las ancianas, era generalmente miserable ( mucho peor que la de nuestros
jubilados ): no había entonces ni pensiones, ni los resortes legales hoy existentes
para obligar al juez a atenderla. La de esta mujer es entonces una situación
desesperante .
Sin embargo, la viuda consigue lo que buscaba gracias a su insistencia . Su
persistencia en el pedido pudo más que la indolencia del juez, que la atiende “para
sacársela de encima”.
La conclusión de la parábola es muy fácil: si este juez malo finalmente hizo
justicia; ¿no hará mucho más el Padre Celestial, que es Bueno? O, en palabras del
Maestro: “...si ustedes que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿el
Padre Celestial, no dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
Entonces, Dios nos escucha siempre . Pero aguarda el momento oportuno
para manifestarnos su misericordia, y para manifestarse Él personalmente. Y lo
hace a su modo, en pequeñas y grandes ocasiones cotidianas, hasta que llegue su
definitiva manifestación, su Segunda venida (Gloriosa).
Pero cuando Cristo vuelva: “¿Encontrará fe?” ... La Venida de Jesús como
Juez es deseada por todos aquellos que actualmente padecen injusticias. Se trata
de los pobres según el Ev.: los que, sufriendo opresión, marginación, injusticia,
renuncian a ser violentos como quienes los hacen sufrir, y esperan la intervención
de Dios… Lo cual implica ¡mucha fe! Pensemos esto incluso en el contexto de tantos
conflictos internacionales...
La pregunta final de Jesús en el Ev. de hoy está puesta a propósito, para
crearnos una sana inquietud: en un mundo donde el odio, la maldad y la violencia
parecen ir en aumento y tienen mucha propaganda, y en el cual la venganza
constituye una gran tentación, nosotros no perdamos el ánimo ni bajemos los
brazos en la oración (cfr. Moisés, Iª Lect.)... Si no rezamos con fe, el mal arrasará
con todo antes que llegue el Día del Señor. En este sentido, la Venida de Cristo y la
instauración definitiva del Reino parecen depender de la fuerza de nuestra oración
insistente. Se trata no sólo de esperar a Dios, sino esperar en Dios.
Lo cual implica todo un estilo de vida : (IIª Lect.): “El hombre de Dios estará
perfectamente equipado para toda obra buena”… Un estilo de vida que sea:
v para los hombres, un clamor viviente de que Dios está en medio de nosotros
v para Dios, un clamor para que complete y perfeccione la obra que realizó en
nosotros.
+ La oración poderosa de María en Caná, “provoca” nada menos que el
milagro del Señor... Unidos a ella, en espíritu de oración, no cejemos en la tarea de
la Nueva evangelización para la Civilización del Amor, Y DE LA PAZ!!!
Amén.