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VIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año Impar. Ciclo C)
Lecturas bíblicas:
a.- Ex. 32,7-11.13-14: El Señor se arrepintió de la amenaza que había
pronunciado.
b.- 1Tim. 1,12-17: Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.
c.- Lc. 15,1-32: Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta.
Esquema
1.- Invocaci￳n al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo…
2.- Acto Penitencial: Perd￳n Se￱or….
3.-Oración colecta: ¡Oh Dios!, creador y dueño de todas las cosas, míranos;
y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo
corazón. Por nuestro Señor.
4.- Lectio divina:
a.- ¿Qué dice el texto?
c.- Lc. 15,1-32: Habrá alegría en el cielo por un pecador que se
convierta.
El evangelio, nos presenta las parábolas oveja perdida (vv. 4-7); la dracma
perdida (vv.8-10) y finalmente la del hijo pródigo (vv.11-32). Son las
parábolas del perdón y la misericordia, dónde Cristo y la Iglesia perdonan los
pecados de los hombres y convoca a todos los pueblos al reino de Dios. Los
jefes religiosos de Israel, no aceptan que otro, Jesús de Nazaret, hable de
Yahvé desde la ribera de los excluidos esa sociedad y del templo, porque ellos
se han convertido en dueños de la fe de Israel, por ello murmuran (v.2). Jesús,
predica con parábolas, donde establece el perdón de los pecados para los
alejados y excluidos, con lo cual muestra el auténtico rostro de Dios Padre,
revelación de un amor que salva, une y recrea. La parábola de la oveja y la de
la dracma perdida, quieren significar, el modo de obrar de Dios, busca lo
perdido, no le bastan los justos y puros, sino que también, se preocupa de los
extraviados, pecadores, pobres e ignorantes etc. Con esta actitud, delinea lo
que debe ser el trabajo de la comunidad eclesial (vv. 3-10). La imagen de la
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oveja y del pastor es muy conocida en la Biblia, donde Dios es presentado
como el Pastor de Israel por profetas, poetas y sabios (cfr. Is.40,11; 49,10;
Zac.10,8; Sal.13,1-4; 78,52; Eclo.18,13). Ninguna oveja le es indiferente al
pastor, carga sobre sus hombros la extraviada, olvida los esfuerzos por
encontrarla que comparte su alegría con los amigos. Así es Dios, busca al
pecador, también es suyo, le causa preocupación que vaya por caminos
extraviados. Su alegría es mayor si el pecador se convierte, habrá más alegría
en el Juicio final, cuando Dios lo absuelva e ingrese en la vida eterna (cfr.
Jn.3,16). Si Dios goza perdonando, también Jesús debe cuidar de los
pecadores, y sentarse a la mesa con ellos. Son los tiempos del Mesías en que
la salvación ya está en medio de los hombres; tiempo de misericordia y
alegría. Dios se alegra cuando perdona, los pecadores se alegran lo mismo,
cuando son perdonados. Los justos y buenos, ¿murmuran del actuar de Dios,
que busca al pecador? Jesús justifica ante los fariseos su amor a los
pecadores, con el amor y actuar de Dios para con ellos. Junto al hombre
aparece la mujer pobre que busca una dracma que se le ha perdido, quizás
sea de la arras de su boda que guardaba, s su capital y le falta una. Enciende
la lámpara, barre la casa, busca afanosamente hasta que la encuentra y
comparte su alegría con sus amigas. Aquí son los ángeles los que se alegran
en el presente por un pecador que se convierte. Jesús y la alegría de Dios
revelan su amor misericordioso pero proclama la soberana santidad de Dios.
Nos suprime la distinción entre justos y pecadores y al pecado lo llama por su
nombre es más lo denuncia, por ello reclama siempre conversión. Todos han
de hacer penitencia, puesto que todos son pecadores ante Dios. Su amor vela
por el pecador desde antes de la conversión del hombre, ÉL tiene la iniciativa,
sólo espera la respuesta del hombre (cfr.1Jn.4,10-14; Jer.24,7).
- “Dijo: Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre:
“Padre, dame parte de la herencia que me corresponde” (Lc.15, 11ss).
Se trata, de un padre rico con dos hijos solteros, que lo tienen todo para ser
feliz. El menor ruega a su padre, que le entregue lo que le pertenece como
herencia, quiere autonomía de su familia y se marcha al extranjero. Fuera de
su casa, se gasta todo en una vida de libertinaje y despilfarro (cfr. Prov. 29,
3). Vive el hambre, pide trabajo a un pagano, lo manda a cuidar cerdos, vive
en medio de gente sin ley, ni comidas rituales, porque no observan las leyes
de pureza, no celebran el sábado como día del Señor Yahvé (cfr. Lev. 11,7;
Prov. 23,21). Vale menos, que los cerdos, es un extranjero. La miseria trae
consigo el recuerdo de la casa paterna, pan que comen los jornaleros de su
padre; entra dentro de sí mismo, desea salir con vida de esa hambre terrible.
Su arrepentimiento se encuentra expresada en las palabras: “Padre, pequé
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contra el cielo y ante ti, no merezco ser llamado hijo tuyo” (v. 21; cfr. Ex. 10,
16; Sal. 51, 6). Se despierta en él, la conciencia de Dios, y del pecado que ha
cometido; se vuelve a Dios. La imagen del padre amoroso lo lleva a Dios, nace
en él la seguridad del perdón (cfr. Jr. 3, 12ss). Al anhelado encuentro sale el
padre que le prodiga todas las muestras de aprecio posible: lo abraza, y lo
besa, como hijo muy querido. Ordena ponerle el mejor vestido, anillo en su
mano y sandalias en los pies, luego manda celebrar un banquete, porque él ha
recuperado a un hijo que daba por perdido, ahora lo ha recuperado con vida.
Le devuelve la dignidad de ser su hijo, con todos sus derechos. La fiesta,
viene a significar el evangelio de la misericordia y de la alegría, Jesús salva de
la perdición y de la muerte (cfr. Lc. 1,79). El hijo mayor, fiel en el servicio,
vuelve del campo, y ve sólo lo exterior, no conoce lo vivido por su padre y
hermano, había llegado el tiempo de la salvación, él lo ignora. El hijo mayor
murmura contra esa increíble misericordia del padre, propio de los fariseos, en
el fondo, los representa, con esa actitud ponía en peligro el orden moral
existente. Entrar al banquete era entrar en comunión con un pecador, que se
ha contaminado con prostitutas, paganos y cerdos…. Este hijo mayor se
comporta en todo, como un justo, un piadoso judío… (cfr. Lc. 15, 2). Se niega
a ingresar a la celebración, porque el justo que es él, ha sido olvidado, y la
alegría de la fiesta, es por un pecador arrepentido, su hermano menor; los
años de servicio se contraponen al desperdicio de los bienes del otro; no
haber quebrantado nunca una orden de su padre, al despilfarro con
prostitutas; el no haber hecho nunca una fiesta con sus amigos, a matar al
becerro cebado para su hermano menor, etc. Se descubre aquí que la
misericordia de Dios es un misterio, no siempre inteligible con criterios
meramente humanos. El padre justifica su proceder. ¿Aprecia de verdad el
hijo mayor, todo lo que ha recibido de su padre? Ha tenido su amor, ha vivido
una intensa comunión con él, tiene como herencia todo lo que posee el padre.
¿Qué pierde él con que su padre sea bondadoso? Nada. En las palabras del
padre, se intuyen los bienes que posee el pueblo de Israel, en la alianza hecha
con Yahvé. “Tú siempre estás conmigo” (v. 31). En la nueva economía, Jesús
restaura la antigua y la perfecciona con su sangre, para establecer la Nueva
Alianza (cfr. Lc. 22, 20; Jr. 31, 34). Hay que “hacer fiesta y alegrarse” (v. 32).
El amor, ahora es el núcleo de la nueva economía, de la ley y de la voluntad
de Dios expresada en la palabra de Jesús. El hermano mayor sólo se preocupa
de la ley, carece de amor fraterno. Dios es glorificado con las obras de amor y
misericordia y no sólo con la observancia del sábado. En las palabras de Jesús
se encuentran el poder de la conversión y la del amor fraterno. Ambos hijos
necesitan experimentar estas realidades donde se encuentra el inicio del Reino
de Dios y de la salvación. La conversión a Dios y el amor al prójimo son las
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fuerzas fundamentales de la moral cristiana (cfr, Hch. 2, 37-47). La asamblea
eucarística, debe ser también una fiesta donde se celebra la acción salvadora
y misericordiosa de Dios realizada por Jesús en su misterio pascual (cfr. Lc.
22, 10; 1 Cor. 11, 26; Hch. 2, 46). Volvamos a Dios arrepentidos, para
celebrar la salvación y el perdón que Jesús nos otorga de parte del Padre,
para abrirnos al amor a nuestro prójimo con obras concretas de caridad
cristiana .
b.- ¿Qué me dice? - ¿Qué le digo? - ¿A qué me comprometo?
- Me dice que sólo la misericordia de Dios, nos salva a todos, manifestada
magníficamente en Jesucristo, el Señor.
- Todos hemos experimentado la bondad de Dios, al mostrarnos el buen
camino que conduce a su Hijo, al hermano, a la comunidad, para celebrar la
alegría de ser amados, tener otros hermanos y sobre todo un amor que
salvador de parte del Padre.
- Me dice que la actitud del padre de la parábola, es la que debemos tener en
cuenta con ambos hermanos para experimentar ser misericordiosos, desde el
profundo convencimiento que todos estamos necesitados de ella.
- Otros testimonios…
5.- Momento de oración y contemplación:
a.- Salmo 50: Me pondré en camino donde está mi padre
- Misericordia Dios mío por tu bondad;/ por tu inmensa compasión borra mi
culpa. / Lava del todo mi delito,/ limpia mi pecado.
- ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,/ renuévame por dentro con espíritu
firme; / no me arrojes lejos de tu rostro,/ no me quites tu santo espíritu.
- Señor me abrirás los labios,/ y mi boa proclamará tu alabanza./ Mi sacrificio
es un espíritu quebrantado; /un corazón quebrantado y humillado, tú no lo
desprecias.
b.- Relectura bíblica que hace S. Teresa de Jesús de este pasaje
evangélico: Teresa de Jesús lee este evangelio desde su experiencia de
oración y de fe en el poder de la palabra. Ella lo experimentó en su conversión.
“Si nos tornamos a ÉL, como al hijo pródigo hanos de perdonar, hanos de
consolar en nuestros trabajos, hanos de sustentar como lo ha de hacer un tal
Padre, que forzado ha de ser mejor que todos los padres del mundo, porque en
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El no puede haber sino todo bien cumplido; y después de todo esto hacernos
participantes y herederos con Vos” (V 27,2).
6.- Alabanza: Te alabamos Señor.
- Te alabamos Padre por tu amor misericordioso y por la conversión que te
alegra a ti y a los ángeles. Te alabamos Señor.
- Te alabamos Padre desde aquellos que están alejados por sus pecados y
olvidan tu amor desde ellos y con ellos te alabamos Señor.
- Te alabamos Padre, por tu Hijo, Buen Pastor que nos busca y nos guía hacia
la vida eterna, te alabamos Señor.
- Otras alabanzas…
7.- Preces: Te lo pedimos Señor.
- Te pedimos Padre, por todos los que tienen la responsabilidad de criar hijos,
para que los quieran, y cuiden, como tú nos amas en Jesucristo el Señor. Te lo
pedimos Señor.
- Te pedimos Padre por la paz para el mundo entero, en particular para Siria, y
también para nuestra Patria. Te lo pedimos Señor.
- Te pedimos Padre por los enfermos, por las familias y sus hijos rebeldes,
para que el amor los vuelva al buen camino de la fe. Te lo pedimos Señor.
- Te pedimos Padre por todos los cristianos alejados de Dios y de la Iglesia,
para que la noticia de tú perdón misericordioso, los haga regresar y alegrar tu
corazón de Padre. Te lo pedimos Señor.
- Otras preces…
8.- Padre Nuestro
9.- Abrazo de la paz
10.- Bendición final.