“Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a
cambio.”
Lc 6, 27-36
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
SEAN MISERICORDIOSOS, COMO EL PADRE DE USTEDES ES
MISERICORDIOSO.
“Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.”: así
termina el fragmento evangélico de hoy, mientras que Mateo, en el texto
paralelo, escribe: «Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es
perfecto» (5,48). ¿Por qué esta diferencia? ¿Se trata acaso de una contradicción
o hemos de buscar en otra dirección?
Comenzaremos por señalar que, probablemente, la de Lucas podría ser la
redacción más próxima a las palabras del Jesús histórico: nos viene
espontáneamente a la cabeza pensar que Mateo, como buen judío convertido,
tienda a señalar a sus destinatarios una meta de perfección según las exigencias
de la nueva Ley, la inaugurada por Jesús. De este modo y según Mateo, el
cristiano se sitúa en plena continuidad con la más auténtica espiritualidad
veterotestamentaria. A Lucas le gusta recordar explícitamente una enseñanza,
difundida también en el Primer Testamento, que caracteriza a Dios como amor
misericordioso (cf. Ex 34,6; Dt 4,31; Sal 78,38; 86,15), por el simple hecho de
que esto constituye el mensaje central de todo el magisterio de Jesús de
Nazaret. Si consideramos bien las cosas, en efecto, cada palabra, cada parábola,
cada gesto de Jesús, no hace otra cosa que poner de manifiesto la verdad del
Dios-amor, grande y misericordioso, amor paciente e indulgente, amor
preveniente e incondicionado.
Debemos señalar, por último, que, en Dios, la perfección y la misericordia se
identifican, y Lucas, como buen pedagogo, quiere que la perfección del discípulo
alcance la misma meta del Maestro: amar hasta la entrega de sí mismo, sin
reservas ni intereses; amar hasta el extremo de las propias fuerzas, sin
arrepentimientos ni revanchas; amar a todos siempre, sin exceptuar a nadie.
ORACION
Oh Señor, el amor no fue, para ti, una discusión de salón, y mucho menos un
sueño vago y abstracto; no lo consideraste una cualidad o adorno del yo de la
que gloriarnos, no lo intercambiaste con el sentimentalismo romántico, no lo
definiste, porque no es una realidad estática.
Al contrario, Señor, el amor para ti es un arco iris de colores que hemos de
abrazar sin barreras entre blancos y negros, judíos y gentiles, griegos y
romanos, jóvenes y viejos, hombre y mujer, amigos y enemigos, buenos y
malos. Es un sentimiento dinámico e indefinible porque, como la vida, es
constantemente engendrador de algo nuevo, está en la base de todas tus
relaciones: Pedro, la viuda, el ladrón, Zaqueo, los pequeños, la adúltera, Lázaro
y tantos otros. Oh Señor, para ti vivir significa amar: éste es el don más grande
que nos dejaste.