XXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Sábado
Jesús es la roca fuerte sobre la que edificar mi vida, ha venido al mundo
para salvarme
“En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: -«No hay árbol sano
que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol
se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas,
ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la
bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de
la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la
boca. ¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo?
El que se acerca a mi, escucha mis palabras y las pone por obra, os
voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una
casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una
crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla,
porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone por
obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento;
arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó y quedó
hecha una gran ruina»” (Lucas 6,43-49).
1 . Nos hablas hoy, Jesús, de pureza de intención, y las obras dan a
conocer el corazón de las personas: -“ No hay árbol sano que dé fruto
dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. No se cosechan higos de
las zarzas, ni se vendimia uva de los espinos ”. Quieres recordarnos que
es el "fondo" del hombre lo que permite juzgar sus actos. La calidad del
fruto depende de la calidad del árbol. El "corazón", es decir, "el interior
profundo" del hombre es lo esencial. Es necesario que los gestos exteriores
correspondan a una calidad de fondo.
"- El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón
saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal ". No somos
aquello que decimos sino principalmente lo que hacemos, por nuestros
frutos se nos conocerá. Luego, por las palabras, y quizá lo último es lo que
pensamos. Lo que tenemos en el corazón es lo que sacamos al exterior,
también en las palabras:
-“ Porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca ”. Jesús, no
sé si hablabas aquí de los judíos, como que daban frutos malos porque no
cuidaban el buen corazón, pero sin duda quieres también hablarme a mí, y
te pido que cuides mi interior para que salga lo bueno fuera. Y al revés,
también lo que hablamos influye en lo que hay en corazón y en cómo
pasarán las cosas. A veces necesitamos hablar, pero tal como decimos las
cosas también nos hacemos positivos o negativos. Un amigo me explicó
algo doloroso y luego me dijo: “ya me he desahogado, ahora tengo que
decir stop y dejar de hablar de eso, si no me configuraría negativamente”.
Me gustó, porque los pensamientos, y más las palabras, nos hacen modelar
el carácter de un modo u otro. Se puede decir que la proyección de nuestro
modo de pensar y hablar hace que la realidad, los hechos, sean según
hemos construido antes, así si pensamos que con la ayuda de Dios algo irá
bien, aquello tiene más posibilidades de que así sea.
-“ ¿Por qué me invocáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que os
digo?” Jesús, prefieres los actos buenos a las palabras vacías: - Todo el
que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone en obra ... nos
hablas siempre de la escucha de la Palabra, y de las obras…
-“ Se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y
asentó los cimientos sobre roca; vino una crecida, rompió el río
contra aquella casa y no se tambaleó porque estaba bien
construida ”. En la vida cristiana, la base eres tú, Jesús, y el don de
nuestra filiación divina. Llevas a plenitud lo que es el hombre, que a la base
tiene el amor, la lealtad y las otras virtudes humanas. «Cuando un alma se
esfuerza por cultivar las virtudes humanas, su corazón está ya muy cerca
de Cristo. Y el cristiano percibe que las virtudes teologales -la fe, la
esperanza, la caridad-, y todas las otras que trae consigo la gracia de Dios,
le impulsan a no descuidar nunca esas cualidades buenas que comparte con
tantos hombres.
”Las virtudes humanas insisto son el fundamento de las
sobrenaturales; y éstas proporcionan siempre un nuevo empuje para
desenvolverse con hombría de bien. Pero, en cualquier caso, no basta el
afán de poseer esas virtudes: es preciso aprender a practicarlas. «Discite
benefacere», aprended a hacer el bien. Hay que ejercitarse habitualmente
en los actos correspondientes -hechos de sinceridad, de veracidad, de
ecuanimidad, de serenidad, de paciencia-, porque obras son amores, y no
cabe amar a Dios sólo de palabra, sino ᆱcon obras y de verdadᄏ” (J.
Escrivá, Amigos de Dios 91). Señor, te pido ser leal, afable, cortés,
generoso, sincero…
-“ Por el contrario, el que las escucha y no las pone en práctica
se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos.
Rompió contra ella el río y en seguida se derrumbó, y la destrucción
de aquella casa fue completa ”. Santa María, Madre mía, tú eres el mejor
árbol, puesto que has dado el mejor fruto: «bendito es el fruto de tu
vientre». Eres maestra de todas las virtudes. Ayúdame a ser humilde, pues
sin humildad, no puedo adquirir ninguna virtud (Noel Quesson).
2. “Ningún otro fue el motivo de la venida de Cristo el Señor sino la
salvación de los pecadores –comenta San Agustín-. Si eliminas las
enfermedades, las heridas, ya no tiene razón de ser la medicina. Si vino del
cielo el gran médico es que un gran enfermo yacía en todo el orbe de la
tierra. Ese enfermo es el género humano”. Es lo que decimos en el Credo,
que Jesús vino “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”. Pablo
nos dice eso hoy, recordando rasgos de su autobiografía, en forma de una
acción de gracias a Dios por su benevolencia con él. Su catequesis sobre
Jesús se resume en esta afirmación: " Jesús vino al mundo para salvar a
los pecadores ". Pero en seguida se lo aplica a sí mismo: " y yo soy el
primero, y por eso se compadeció de mí'' .
Si ante los problemas con los demás (entre cónyuges, entre padres e
hijos, etc.) pudiéramos decir sencillamente: "Jesús se compadeció de mí"',
"en mí, el primero, mostró Cristo toda su paciencia", entonces ¡qué bien iría
todo! ¡Soy el mayor pecador!; ¡soy el primero en saber qué es ser
perdonado!
-“ Al rey de los siglos, honor y gloria ”... fórmula litúrgica que las
comunidades cristianas cantarían: -“ Al Dios único, invisible e inmortal,
por los siglos de los siglos. Amén ”. Quizá tomó Pablo aquí
denominaciones judías o griegas para cantar su fe en ese Dios que nos ama
y que ha puesto su mirada en nosotros como Padre Bueno.
3. Podemos unirnos a los sentimientos del salmo de hoy: " alabad,
siervos del Señor, alabad el nombre del Señor ...” Así dice el Catecismo
2143: “Entre todas las palabras de la revelación hay una, singular, que es la
revelación de su Nombre. Dios confía su nombre a los que creen en él; se
revela a ellos en su misterio personal. El don del Nombre pertenece al orden
de la confidencia y la intimidad. "El nombre del Señor es santo". Por eso el
hombre no puede usar mal de él. Lo debe guardar en la memoria en un
silencio de adoración amorosa (cf Za 2,17). No lo hará intervenir en sus
propias palabras sino para bendecirlo, alabarlo y glorificarlo”…
De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del
Señor. El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los
cielos ”. Y desde allí “ el Señor, Dios nuestro, se abaja para mirar al
cielo y a la tierra. Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura
al pobre ". No somos ricos, no somos poderosos, sino pobres y débiles. Así
se sentía Pablo en su ministerio. Y así hizo lo que hizo, fiado más de Dios
que de sí mismo. “Dios defiende y libra al humilde; al humilde ama y
consuela; al hombre humilde se inclina; al humilde concede gracia, y
después de su abatimiento le levanta a gran honra. Al humilde descubre sus
secretos, y le trae dulcemente a Sí y le convida. El humilde, recibida la
afrenta, está en paz; porque está con Dios y no en el mundo” (Kempis).
Llucià Pou Sabaté