Fiesta. La Exaltación de la Santa Cruz (14 de Septiembre)
La misericordia divina transforma el mal y el pecado en perdón y salvación,
pero es preciso mirar la Cruz, dejarse amar por Jesús
“En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -Nadie ha subido al cielo,
sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre. Lo mismo que Moisés
elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo
del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no
perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida
eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él”. (Juan 3,13-17)
1. “En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: -Nadie ha subido
al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre”. Señor, te das
a ti mismo, en ti Dios se nos da del todo.
-“Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así
tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree
en él tenga vida eterna”. En esta tu entrega, Señor, se nos recuerda el
sacrificio que otro padre -Abraham- hizo también de su hijo único Jesús,
como el Padre se entrega también en ti. Aquí nos hablas de cuando
" Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte ",
aquel gesto salvador del desierto, y así " cuando una serpiente mordía a
uno, éste miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado ". Todo
ello era una profecía de tu pasión en la cruz; el que te mira, el que cree,
queda curado, salvado.
La salvación nos viene por tu Pasión, Señor: " Cuando yo sea
levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí ". Se salva el
abismo que había abierto el pecado, eres Pontífice, creador de puentes,
entre el cielo y la tierra, por el sacrificio de tu Persona divina y humana. Tu
nombre, "Jesús", significa "Dios salva".
San Josemaría tuvo una iluminaci￳n: “Llegó la hora de la
Consagración: en el momento de alzar la Sagrada Hostia, sin perder el
debido recogimiento, sin distraerme, vino a mi pensamiento, con fuerza y
claridad extraordinarias, aquello de la Escritura: ‘et si exaltatus fuero a
terra, omnia traham ad meipsum’ Jn 12,32. Y comprendí que serían lo
hombres y mujeres de Dios, quienes levantarán la Cruz con las doctrinas de
Cristo sobre el pináculo de toda actividad humana. Y vi triunfar a Cristo,
atrayendo a sí todas las cosas”.
Vio –explica Álvaro del Portillo- que si ponemos a Cristo en la cumbre
de todas las actividades humanas, entonces Dios Nuestro Señor reinará en
el mundo entero. Regnare Christum volumus ! Para eso, la Cruz. Así como
Jesucristo, alzado en el madero entre el cielo y la tierra, muriendo por
Amor, abrió a todos las puertas del Cielo; así nosotros, muriendo cada uno
a sí mismo, procurando hacer con perfección las cosas pequeñas de cada
día, buscando siempre y sólo la gloria de Dios, convirtiendo en oración todo
lo que hacemos, levantamos también la Cruz de Cristo en la cumbre, en el
pináculo de todas las actividades humanas, y arrastraremos hacia Dios a
otras almas, que se fijarán en esos instrumentos que somos cada uno de
nosotros.
Regnare Christum volumus ! Y para eso, la Cruz de cada día...: el
esfuerzo por cumplir un poquito mejor las prácticas de piedad, el empeño
para realizar con más perfección el trabajo profesional, la lucha para afinar
en los detalles de delicadeza en el trato y ayudar a los demás con la
corrección fraterna, los pequeños vencimientos por los que nuestro espíritu
apostólico resulta verdaderamente como el latir del corazón...
Dentro de esa devoción al Crucificado, san Josemaría –que ponía
cada año en la epacta: In laetitia, nulla dies sine cruce! , y veía que la
alegría tiene las raíces en forma de cruz- quiso que representaran a Jesús
vivo en alguna imagen, de la que hay copia en el santuario de Torreciudad y
en Roma: “Porque siempre lo representan muerto, y a mí muchas veces me
gusta hacer la oración delante de un Crucifijo que me diga algo. También
me habla por las llagas, y por los clavos que le tienen cosido al madero de
la Cruz". Recordaba bien haber sentido en su interior, en medio de
tormentos, un “abba, Pater!” dirigido a Dios… De la Cruz vamos siempre al
gozo inmenso de sabernos hijos de Dios. Hoy, fiesta de la Santa Cruz, día
en el que todos los piropos que echamos a la Cruz a lo largo del año parece
que cuajan en guirnaldas de flores; hoy es día de propósitos, de
generosidad, entrega, ansia de adquirir la caridad de Cristo, que cuajen en
flores espléndidas, produzcan frutos sabrosos en actos de amor repetidos
uno tras otro: Señor, esto por Ti; esto no lo quiero, pero lo ofrezco por Ti;
esto me cuesta, Señor, esto me duele, pero lo acepto por Ti.
Jesús nos convoca en el Calvario, para que entreguemos la vida en
corredención con Él: si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz y sígame . Este es el único camino para alcanzar la
felicidad en el Cielo y en la tierra, pues el que pierda su vida por mí -
promete el Señor-, la encontrará (Mt 16,25). Decía S. Josemaría,
repensando 30 a￱os más tarde aquella experiencia juvenil: “Tener la Cruz
es encontrar la felicidad, la alegría. Y la razón -lo veo con más claridad que
nunca- es ésta: tener la Cruz es identificarse con Cristo, es ser Cristo, y,
por eso, ser hijo de Dios (...). Vale la pena clavarse en la Cruz, porque es
entrar en la Vida, embriagarse en la Vida de Cristo". Y le ayudaban aleluyas
de monja a rezar: "Corazón de Jesús, que me iluminas,/ hoy digo que mi
Amor y mi Bien eres,/ hoy me has dado tu Cruz y tus espinas/ hoy digo que
me quieres". Pues "El Señor, Sacerdote Eterno, bendice siempre con la
Cruz".
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para
que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida
eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él”, nos sigues diciendo,
Se￱or, en tu afán de salvarnos a todos… ayúdame a abrirme a tu salvaci￳n,
a que mucha gente la acoja en su corazón.
2. En el 630 Heraclio, emperador de Bizancio, tras derrotar al rey de
Persia, Cosroes, recuperó la reliquia de la Santa Cruz que éste se había
llevado de Jerusalén catorce años antes. Cuando iban a colocar de nuevo la
reliquia de la Cruz en la basílica que Constantino había erigido en el
Calvario, cuenta una tradición litúrgica que "Heraclio, revestido con
ornamentos de oro y piedras preciosas, quiso cruzar la puerta que da al
Calvario, pero no podía. Cuanto más se esforzaba por seguir, más se sentía
como clavado en aquel lugar. Estupor general. Entonces el obispo Zacarías
le hizo notar al emperador que tal vez aquellas ropas de triunfo no
condecían con la humildad con que Jesucristo había cruzado aquel umbral
llevando la cruz. Inmediatamente el emperador se despojó de sus lujosas
vestiduras y, con los pies descalzos y vestido como un hombre cualquiera,
recorrió sin la menor dificultad el resto del camino y llegó hasta el lugar
donde había que colocar la cruz".
De este episodio proviene remotamente el rito del Papa que se dirige
sin ornamentos y con los pies descalzos, a besar la cruz. Nosotros también
queremos, como el publicano (cf Lc 18,14), acercarnos con sencillez a la
cruz y sentirnos perdonados, renovados como dice el profeta Isaías: " Será
doblegado el orgullo del mortal, será humillada la arrogancia del
hombre; sólo el Señor será ensalzado aquel día " (Is 2,17).
En la Cruz, Señor, dijiste " todo está cumplido " (Jn 19,30). Te pido
que hagas que ese día sea también hoy, que me meta en esas palabras de
tu anonadamiento: " Cristo Jesús, a pesar de su condición divina, no se
aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y
tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así,
actuando como un hombre cualquiera, se rebajó a sí mismo " (Flp
2,6-8). Tú haces, Señor, que en tu carne el dolor sea convertido en gloria:
" No tenía presencia ni belleza que atrajera nuestras miradas, ni
aspecto que nos cautivase. Despreciado y evitado de la gente, al
verlo se tapaban la cara; lo tuvimos por un contagiado, herido de
Dios y afligido " (Is 53,2-4). María, tú entiendes de ese dolor, te pido que
con tu intercesión participe yo también de " la fuerza de la cruz " (cf 1 Co
1,18), de la debilidad convertida en gloria.
El pueblo de Israel se queja por el desierto de la comida, añora el
pescado y las cebollas de Egipto cuando unas serpientes muy peligrosas los
atacaron, y la serpiente de bronce levantada por Moisés sobre un asta en
medio del campamento pasa a ser profecía de Jesús, levantado sobre el
madero de la cruz. Somos salvados también nosotros si «nos volvemos»
hacia la cruz de Jesús, es decir, si nos convertimos. El pecado de la
serpiente del Génesis, la seducción de la humanidad por el mal, queda aquí
transformado en motivo de salvación.
Nos dijiste también, Señor, que « cuando sea levantado de la
tierra, atraeré a todos hacia mí. Decía esto para significar de qué
muerte iba a morir » (Jn 12,32-33). Moisés intercedió por el pueblo, y así
tú, Señor, en oración eres el que nos lleva a la tierra prometida de tu Reino.
Tú eres el Camino, la Verdad que en él encontramos, y la Vida que es
compartir con nosotros la tuya.
Así, te nos muestras en el salmo como el buen Pastor que nos busca
para salvarnos: “ Escucha, pueblo mío, mi enseñanza; / inclinad el
oído a las palabras de mi boca: / que voy a abrir mi boca a las
sentencias, / para que broten los enigmas del pasado”. Quiero
aprender de tu providencia, Señor, para sentirme seguro en tus manos, en
que me guías a lo largo de mi vida, de la historia: « Hizo portentos a vista
de sus padres, en el país de Egipto, en el campo de Soán: hendió el
mar para abrirles paso, sujetando las aguas como muros; los guiaba
de día con una nube, de noche con el resplandor del fuego ». Sé que
tú eres siempre fiel, aunque nosotros tengamos dudas, infidelidades,
flaquezas… « Hendió la roca en el desierto y les dio a beber raudales
de agua; sacó arroyos de la peña, hizo correr las aguas como ríos ».
Sé que no te retraes por nuestros pecados, sino que te mantienes en tu
amor misericordioso: « Pero ellos volvieron a pecar contra él y se
rebelaron en el desierto contra el Altísimo… El hirió la roca, brotó el
agua y desbordaron los torrentes… dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo: hizo llover sobre ellos maná, les dio
un trigo celeste, y el hombre comió pan de los ángeles; les mandó
provisiones hasta la hartura. Hizo soplar desde el cielo el Levante y
dirigió con fuerza el viento Sur: hizo llover carne como una
polvareda, y volátiles como arena del mar; los hizo caer en mitad
del campamento, alrededor de sus tiendas. Ellos comieron y se
hartaron; así satisfizo él su avidez ».
En tu cruz, Señor, Dios se vuelve contra sí mismo, hasta que gana tu
misericordia: « Y, con todo, volvieron a pecar y no dieron fe a sus
milagros. Su corazón no era sincero con él, ni eran fieles a su
alianza. ¡Qué rebeldes fueron en el desierto, enojando a Dios en la
estepa! Volvían a tentar a Dios, a irritar al Santo de Israel, sin
acordarse de aquella mano que un día los rescató de la opresión ».
Es la historia de nuestra flaqueza y tu amor de Padre: « Ellos
abusaron de la paciencia de Dios y se rebelaron contra él; no
guardaron los preceptos del Altísimo; fueron desertores y traidores
como sus padres, fallaron como un arco flojo. Provocaron su ira ».
Ten aún paciencia conmigo, Señor. Abre mis ojos para que vea tus obras y
confíe en tu poder. Que las lecciones del pasado levanten mi confianza en el
futuro. Refréscame la memoria… (Carlos G. Vallés); que sepa sentir como el
salmista: “ se acordaban de que Dios era su roca, / el Dios Altísimo,
su redentor”.
Déjame que reconozca el historial de tu misericordia, Señor: « El, en
cambio, sentía lástima, perdonaba la culpa y no los destruía: / una y
otra vez reprimió su cólera, / y no despertaba todo su furor”.
3. Jesús, aceptaste la humillación recordada por el himno, te haces
esclavo y te vacías de tu divinidad para darme Vida eterna: " Y así,
actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse
incluso a la muerte y una muerte de cruz ". La cruz, señal del cristiano:
Es preciso pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino
de Dios ” (Hch 14, 22). Así lo han hecho los santos, como Josemaría
Escrivá: “La vida espiritual y apost￳lica del nuevo Beato estuvo
fundamentada en saberse, por la fe, hijo de Dios en Cristo. De esta fe se
alimentaba su amor al Señor, su ímpetu evangelizador, su alegría
constante, incluso en las grandes pruebas y dificultades que hubo de
superar” (Juan Pablo II).
Señor, te doy gracias pues tu humanidad exaltada hasta entrar en
Dios hace que " toda lengua proclame: Jesucristo es Señor para gloria
de Dios Padre ", como el centurión proclamó en tu cruz:
" verdaderamente este hombre era hijo de Dios ".
Quisiera vivir tu consejo, Pablo: " tened los mismos sentimientos
de Cristo Jesús ". El himno tiene una primera parte descendente por la
humillación, y una segunda ascendente pues al descenso gradual en la
humillación corresponde una ascensión triunfal en la gloria. Esto nos
recuerda otro pasaje: " siendo él rico se hizo pobre por vosotros, para
que os hicierais vosotros ricos por su pobreza " (2 Cor 8,9). Te
anonadaste, Señor (te vaciaste de ti mismo, en contraposición al que se
hincha con un honor aparente) hasta el límite: hasta la muerte y muerte de
cruz. Pero desde el abismo de la cruz adonde descendió porque quiso, Dios
lo ensalzó para darle un "nombre" que está por encima de todo nombre. El
nombre es para los hebreos la expresión del propio ser, la proclamación de
lo que uno es; al recibir Jesús el "nombre-sobre-todo-nombre" se expresa lo
que él es por encima de toda criatura. Jesús es el Señor. El nombre significa
también la misión que uno ha de cumplir en el mundo, la misión de Cristo
es la más excelsa. Al Señor, a Jesús exaltado como Señor, le compete el
culto supremo de adoración, la exaltación de Cristo es la proclamación de la
gloria de Dios Padre (“Eucaristía 1975”).
Llucià Pou Sabaté