XXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año imapar)
Lunes
Lecturas bíblicas
a.- 1Tm. 2, 1-8: Dios quiere que todos los hombres se salven.
b.- Lc. 7, 1-10: Curación del siervo de un centurión.
Este evangelio, posee características especiales, porque el beneficiado de una
sanación, es el siervo de un centurión romano. Pero si esto es llamativo, lo es más
el hecho que él aparezca como amigo de los judíos, el texto afirma que les ama, les
respeta su religión e independencia frente al poder que él representa, les ha
construido la sinagoga (v.5). Seguramente, era un prosélito, pagano convertido al
judaísmo, de ahí, la intervención de los ancianos judíos que han venido de su parte,
a suplicar la salud para su criado a Jesús de Nazaret. Ellos esperan que Dios haga
una excepción con este pagano. Sin embargo estiman que la pertenencia a Israel,
es condición necesaria para la salvación (cfr. Hch.15, 5). El opresor de los judíos,
había sido convertido a la fe del Dios de Israel, como Cornelio más tarde (cfr.
Hch.10). La delicadeza del centurión, se manifiesta en evitarle a Jesús, caer en
impureza legal, si entraba en casa de un pagano, es más, no se considera digno de
que ingrese en su casa. Lo reconoce como Señor, rabino, Maestro y le manda pedir,
que con sola su palabra sane a su criado. Reconoce en Jesús al enviado de Dios,
cuya palabra, es poderosa también, a distancia. El centurión reconoce que obedece
a sus superiores, pero también hay soldados, a los que puede mandar y su palabra
se cumple. Lo mismo debe hacer ahora Jesús, su palabra es fuerte, y puede
superar la enfermedad de su siervo. Las buenas obras, que había realizado el
centurión, lo encaminan al don de la salvación que Dios ofrece en Cristo Jesús, pero
es necesario, que acepte explícitamente la fe. En este relato, se comprueba que los
judíos se quedan en la obras, mientras que el centurión, da un paso más, penetra
el misterio de la fe y acepta a Jesucristo que viene de Dios, y tiene poder que salva
a su criado de la muerte. El verdadero milagro de Jesús, es suscitar la fe, como
término de una búsqueda que comienza con las buenas obras, pero culmina con la
introducción en el misterio salvador de Dios para el hombre. No por nada, Jesús
alaba la fe del centuri￳n: “Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan
grande.” (v. 9). Jesús destaca la fe de un pagano, lo que demuestra que no
interesa pertenecer a un determinado grupo o creencia, lo que verdaderamente
importa es la fe y confianza en Dios. El centurión se había ganado por su modo de
ser, la amistad de los judíos, ahora establece una amistad con el Dios de Jesús de
Nazaret, en el mismo instante que su criado recobraba la salud. Por sobre las
fuerzas del mal que empujan al enfermo a la muerte, está la misericordia de Dios,
el amor del centurión a Israel y a su Dios, pero sobre, todo la potente palabra de
Jesús, que resuena con igual potencia en su Iglesia hoy. Pidamos a Jesús que nos
aumente el ejercicio de nuestra fe, en la vida ordinaria, que el Señor nos regala
cada día: creer siempre a pesar de las circunstancias a veces adversas, esperar
contra toda esperanza, y una caridad, que cual antorcha ardiente ilumine, todos los
actos de nuestra voluntad.
Luego de la comunión, Teresa de Jesús, se sentía invadida por la presencia del
Se￱or resucitado. “¿Qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de
mí, si tenemos fe?” (CV 34,8).