EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 15,1-32:
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los
pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el
campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría,
y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo,
porque encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse".
Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende
acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense
conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierte".
Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos.
El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me
corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país
lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó
a sufrir privaciones.
Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a
su campo para cuidar cerdos.
El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero
nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!
Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y
contra ti;
ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'.
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su
padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo
besó.
El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado
hijo tuyo'.
Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo,
pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,
porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue
encontrado'. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y
los coros que acompañaban la danza.
Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.
El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero
engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'.
El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,
pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás
ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con
mis amigos.
¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con
mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'.
Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.
Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a
la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".
Comentario del Evangelio por :
San Ambrosio (c 340-397), obispo de Milán y maestro de San Agustín,
doctor de la Iglesia
Sobre el evangelio de san Lucas, 7, 207
Dios en busca del hombre extraviado
Puesto que la debilidad de los hombres no sabe mantener un camino firme en este
mundo resbaladizo, el buen médico de enseña los remedios contra el extravío, y el
juez misericordioso de ninguna manera rechaza la esperanza del perdón. Es por
este motivo que san Lucas ha propuesto las tres parábolas siguientes: la oveja que
se había extraviado y que fue hallada, la moneda de plata que se había perdido y
se encontró, el hijo que se daba por muerto y recobró la vida. Todo ellos es para
que este triple remedio nos impulse a curar nuestras heridas… La oveja cansada es
devuelta al redil por el pastor; la moneda extraviada es hallada; el hijo pisa de
nuevo el camino y regresa a su padre arrepentido de su extravío…
Alegrémonos, pues, de que esta oveja que se extravió en Adán, sea levantada por
Cristo. Las espaldas de Cristo son los brazos de la cruz; Las espaldas de Cristo son
los brazos de la cruz; Las espaldas de Cristo son los brazos de la cruz; es en ella
donde he dejado mis pecados, es sobre esta horca que he encontrado mi descanso.
Esta oveja es única en su naturaleza, pero no en sus personas, porque nosotros
todos formamos un solo cuerpo, pero somos muchos miembros. Por esto está
escrito: “Sois el cuerpo de Cristo y miembros de sus miembros” (1C 2,27). “El Hijo
del hombre ha venido para salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10), es decir, a
todos los hombres puesto que “si por Adán murieron todos, por Cristo todos
volverán a la vida” (1C 15,22)…
Tampoco es sin relevancia que esta mujer se alegre de haber encontrado la
moneda: pues no es poca cosa que en esta moneda figure el rostro de un príncipe.
De la misma manera el rostro del Rey es el bien de la Iglesia. Nosotros somos
ovejas: pidamos las praderas: Somos la moneda: conservemos nuestro valor.
Somos los hijos: corramos hacia el Padre.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”