Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 24, Martes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: El obispo tiene que ser irreprochable; también los
diáconos han de conservar la fe revelada con una conducta limpia * Andaré con
rectitud de corazón. * ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!
Textos para este día:
1 Timoteo 3,1-13:
Querido hermano: Está muy bien dicho que quien aspira a ser obispo no es poco lo
que desea, porque el obispo tiene que ser irreprochable, fiel a su mujer, sensato,
equilibrado, bien educado, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni
amigo de reyertas, comprensivo, no agresivo ni interesado. Tiene que gobernar
bien su propia casa y hacerse obedecer de sus hijos con dignidad. Uno que no sabe
gobernar su casa, ¿cómo va a cuidar de una Iglesia de Dios? Que no sea recién
convertido, por si se le sube a la cabeza y lo condenan como al diablo. Se requiere,
además, que tenga buena fama entre los de fuera, para evitar el descrédito y que
lo atrape el diablo.
También los diáconos tienen que ser responsables, hombres de palabra, no
aficionados a beber mucho ni a sacar dinero, conservando la fe revelada con una
conciencia limpia. También éstos tienen que ser probados primero, y, cuando se
vea que son irreprensibles, que empiecen su servicio. Las mujeres, lo mismo, sean
respetables, no chismosas, sensatas y de fiar en todo. Los diáconos sean fieles a su
mujer y gobiernen bien sus casas y sus hijos, porque los que se hayan distinguido
en el servicio progresarán y tendrán libertad para exponer la fe en Cristo Jesús .
Salmo 100:
Voy a cantar la bondad y la justicia, / para ti es mi música, Señor; / voy a explicar
el camino perfecto: / ¿cuándo vendrás a mí? R.
Andaré con rectitud de corazón / dentro de mi casa; / no pondré mis ojos / en
intenciones viles. / Aborrezco al que obra mal. R.
Al que en secreto difama a su prójimo / lo haré callar; / ojos engreídos, corazones
arrogantes, / no los soportaré. R.
Pongo mis ojos en los que son leales, / ellos vivirán conmigo; / el que sigue un
camino perfecto, / ése me servirá. R.
Lucas 7,11-17:
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus
discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó
que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un
gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y
le dijo: "No llores." Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y
dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" El muerto se incorporó y empezó a
hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios,
diciendo: "Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo."
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Homilía
Temas de las lecturas: El obispo tiene que ser irreprochable; también los
diáconos han de conservar la fe revelada con una conducta limpia * Andaré con
rectitud de corazón. * ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!
1. El rostro de un pastor
1.1 Pablo, llegado al final de su vida, sabe que mientras él va declinando hacia su
propio ocaso, la obra de la evangelización apenas amanece en el mundo. Y por eso,
porque le ha entregado la vida al Evangelio, ahora se ocupa en estas cartas de
consolidar en sus discípulos más cercanos aquellos principios que de hecho han
regido su propia vida. Es decir: al darnos el retrato de un pastor hasta cierto punto
nos da el perfil de su propia alma y de su modo de entrega.
1.2 Brillan ante todo las virtudes de la prudencia, el dominio de sí y de lo propio, la
capacidad de manejar diferentes situaciones con "los de fuera", y el mantenerse en
humildad ante Dios y ante los demás.
1.3 Sin embargo, la primera condición es muy alta: que sea "anepílemptos", es
decir: "irreprochable"; que no se pueda hablar mal de él, que ningún mal se le
conozca. En este pasaje lo pide Pablo para todo pastor; un poco más adelante,
expresamente a Timoteo (1 Tim 6,4). Una medida que puede parecer imposible,
pero que de hecho es la que la gente va a esperar del predicador, el misionero y el
pastor de almas.
1.4 Sobre este punto escribe con grave acento el Concilio Vaticano II en
Presbyterorum Ordinis, n. 12. Y aunque lo dice de los presbíteros, bien podemos
referirlo por extensión a quienes han recibido un ministerio ordenado en la Iglesia:
"Por el sacramento del Orden se configuran los presbíteros con Cristo sacerdote,
como ministros de la Cabeza, para construir y edificar todo su Cuerpo, que es la
Iglesia... Cierto que ya en la consagración del bautismo -al igual que todos los fieles
de Cristo- recibieron el signo y don de tan gran vocación y gracia, a fin de que, aun
con la flaqueza humana, puedan y deban aspirar a la perfección, según la palabra
del Señor: Vosotros, pues, sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial
(Mt. 5, 48). Ahora bien, los sacerdotes están obligados de manera especial a
alcanzar esa perfección, ya que, consagrados de manera nueva a Dios por la
recepción del Orden, se convierten en instrumentos vivos de Cristo, Sacerdote
eterno, para proseguir en el tiempo la obra admirable del que, con celeste eficacia,
reintegró a todo el género humano.
1.5 "Por tanto, puesto que todo sacerdote personifica de modo específico al mismo
Cristo, es también enriquecido de gracia particular para que pueda alcanzar mejor,
por el servicio de los fieles que se les han confiado y de todo el Pueblo de Dios, la
perfección de Aquel a quien representa, y cure la flaqueza humana de la carne la
santidad de Aquel que fue hecho para nosotros pontífice santo, inocente,
incontaminado, apartado de los pecadores (cf. Heb. 7, 26)".
2. La Vida vs. la Muerte
2.1 Dos grupos se encuentran hoy frente a frente en el Evangelio. De Naín sale la
caravana de la desolación, y delante de ella va un muchacho, cuya vida fue
tronchada con alevosía por la muerte misma. A Naín, sin embargo, llega ahora la
consolación, y delante de ella otro joven, Jesucristo, adalid y príncipe de la vida.
2.2 Una muchedumbre acompaña a la pobre madre de aquel muchacho, no para
sanar sino para paliar su dolor. Bien acompañada está la muerte, y buen número
de testigos de su poder. Otra muchedumbre acompaña a Jesús. Van con él porque
han sido sanados por él, porque han sido instruidos y perdonados por la fuerza que
en él reside, porque, en síntesis, están recibiendo vida de él.
2.3 Y hay una palabra clave, que refleja la confrontación de estos dos grupos: "se
compadeció". El Señor de la Vida se enfrenta a la caravana de la muerte armado de
compasión, revestido de misericordia, transido de piedad. Y detiene a la Muerte y
extiende el reino de la vida. Un gran profeta está entre nosotros. ¡Aleluya!