EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
lunes 16 Septiembre 2013
Lunes de la vigésima cuarta semana del tiempo ordinario
Primera Carta de San Pablo a Timoteo 2,1-8.
Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones
de gracias por todos los hombres,
por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y
de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna.
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador,
porque él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre
él también,
que se entregó a sí mismo para rescatar a todos. Este es el testimonio que él dio a
su debido tiempo,
y del cual fui constituido heraldo y Apóstol para enseñar a los paganos la verdadera
fe. Digo la verdad, y no miento.
Por lo tanto, quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al
cielo con recta intención, sin arrebatos ni discusiones.
Salmo 28(27),2.7.8-9.
Escucha la voz de mi plegaria cuando a ti grito
y elevo mis manos hacia tu Templo santo.
El Señor es mi fuerza y mi escudo,
mi corazón confiaba en él, y me socorrió;
por eso mi corazón se alegra y le canto agradecido.
El Señor es la fuerza de su pueblo,
un refugio seguro para su ungido.
¡Salva a tu pueblo y bendice a los tuyos;
pastoréalos y llévalos por siempre!
Evangelio según San Lucas 7,1-10.
Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que
estimaba mucho.
Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que
viniera a curar a su servidor.
Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: "El
merece que le hagas este favor,
porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga".
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó
decir por unos amigos: "Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres
en mi casa;
por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una
palabra y mi sirviente se sanará.
Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis
órdenes- cuando digo a uno: 'Ve', él va; y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a
mi sirviente: '¡Tienes que hacer esto!', él lo hace".
Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo
seguía, dijo: "Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe".
Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente
sano.
Comentario del Evangelio por :
Catecismo de la Iglesia Católica
27-30 - Copyright © Libreria Editrice Vaticana
Jesús encuentra la fe en un centurión romano
El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido
creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en
Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar… De
múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han
expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos
religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las
ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales
que se puede llamar al hombre un ser religioso… Pero esta "unión íntima y vital con
Dios" puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada explícitamente por el
hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos: la rebelión contra el
mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los afanes del mundo y
de las riquezas (cf. Mt 13,22), el mal ejemplo de los creyentes, las corrientes del
pensamiento hostiles a la religión, y finalmente esa actitud del hombre pecador
que, por miedo, se oculta de Dios (cf. Gn 3,8-10) y huye ante su llamada (cf. Jon
1,3).
"Alégrese el corazón de los que buscan a Dios" (Sal 105,3). Si el hombre puede
olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para
que viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el
esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, "un corazón recto" (Sal
96,11), y también el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.
«Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder, y tu
sabiduría no tiene medida (Sal 144,3; 146,5). Y el hombre, pequeña parte de tu
creación, pretende alabarte, precisamente el hombre que, revestido de su condición
mortal, lleva en sí el testimonio de su pecado y el testimonio de que tú resistes a
los soberbios (Sant 4, 6) A pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu creación,
quiere alabarte. Tú mismo le incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en
tu alabanza, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras
no descansa en ti» (San Agustín, Confesiones, 1,1, 1).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”