XXIV Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Martes
Somos cuerpo de Cristo, y Cristo es su Cabeza, que nos cuida y nos salva
«Sucedió, después, que marchó a una ciudad llamada Naín, e iban
con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Al acercarse a la
puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar un difunto, hijo
único de su madre, que era viuda, y la acompañaba una gran
muchedumbre de la ciudad. Al verla, el Señor se compadeció de ella
y le dijo: «No llores». Se acercó y tocó el féretro. Los que lo
llevaban se detuvieron; y dijo: «Muchacho, a ti te digo, levántate».
Y el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar; y se lo
entregó a su madre. Y se llenaron todos de temor y glorificaban a
Dios diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros, y Dios
ha visitado a su pueblo». Esta fama acerca de él se divulgó por toda
Judea y por todas las regiones vecinas.» (Lucas 7,11-17)
1. San Lucas es el único de los cuatro evangelistas que nos relata esa
resurrección: -“ Jesús se dirigía a una ciudad llamada Naím. Cuando se
acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a
un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. ” Un gentío
considerable acompañaba a esa mujer.
Su marido muerto... su hijo... habían tenido pues una muerte
prematura. Con lo cual, había quedado esa mujer totalmente desprotegida,
en una condición muy dura, por la falta de atención que había para ellas en
aquellos tiempos.
Muchas personas la acompañaban, con ese sentimiento de compasión.
-“ Al verla el Señor, sintió lástima de ella y le dijo: "¡No llores! "”
Quisiera profundizar en ese titulo que suele usar Lucas para hablar de ti,
Jesús. Eres “el Señor”. Más grande de todos los profetas. Tienes una
personalidad misteriosa. Creemos que Tú eres Hijo de Dios, igual al Padre.
Eres también el más sencillo y el más normal de los hombres: delante de un
gran sufrimiento, te emocionas, te compadeces. En esos momentos quiero
contemplar la emoción que embarga tu corazón; y quiero escuchar las
palabras que dices a esa madre: "¡No llores!" Delante de todos los muertos
de la tierra tienes siempre los mismos sentimientos; y tu intención es
siempre la misma: quieres resucitarles a todos... quieres suprimir todas las
lágrimas (Apocalipsis 21, 4) porque tu opción es la vida, porque eres el Dios
de los vivos y no el de los muertos.
Todos avanzamos hacia nuestra propia muerte. Pero afianzados en tu
promesa, la muerte no será el último acto, sino una transformación para
una vida plena.
-“ Jesús dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" Entonces el
muerto se incorporó, se sentó y se puso a hablar”. Le devuelves la
vida, Señor, para alegría de su madre. Un día, volverá a morir. Pero es
también este milagro profecía de la vida que no muere más, de la plenitud
de tu amor. Quiero proclamar con fe viva: "Creo en la resurrección de la
carne y en la vida perdurable".
«Jesús ve la congoja de aquellas personas, con las que se cruzaba
ocasionalmente. Podía haber pasado de largo, o esperar una llamada, una
petición. Pero ni se va ni espera. Toma la iniciativa, movido por la aflicción
de una mujer viuda, que había perdido lo único que le quedaba, su hijo. El
evangelista explica que Jesús se compadeció: quizá se conmovería también
exteriormente, como en la muerte de Lázaro. No era, no es Jesucristo
insensible ante el padecimiento, que nace del amor; ni se goza en separar a
los hijos de los padres: supera la muerte para dar la vida, para que estén
cerca los que se quieren, exigiendo antes y a la vez la preeminencia del
Amor divino que ha de informar la auténtica existencia cristiana.
”Cristo conoce que le rodea una multitud, que permanecerá pasmada
ante el milagro e irá pregonando el suceso por toda la comarca. Pero el
Señor no actúa artificialmente, para realizar un gesto: se siente
sencillamente afectado por el sufrimiento de aquella mujer; y no puede
dejar de consolarla. En efecto, se acercó a ella y le dijo: «No llores». Que es
como darle a entender: no quiero verte en lágrimas, porque yo he venido a
traer a la tierra el gozo y la paz. Luego tiene el lugar el milagro,
manifestación del poder de Cristo Dios. Pero antes fue la conmoción de su
alma, manifestación evidente de la ternura del Corazón de Cristo Hombre»
(J. Escrivá, Es Cristo que pasa 166).
-“ Y Jesús se lo entregó a su madre ”. ¿Pensabas quizá en tu madre,
Señor? Qué bonito es ver cómo valoras a "la mujer", tan fácilmente
repudiada en el mundo antiguo. Qué bonito es ver cómo compartes
nuestros dolores, para darle un contenido: «El sufrimiento es también una
realidad misteriosa y desconcertante. Pues bien, nosotros, cristianos,
mirando a Jesús crucificado encontramos la fuerza para aceptar este
misterio. El cristiano sabe que, después del pecado original, la historia
humana es siempre un riesgo; pero sabe también que Dios mismo ha
querido entrar en nuestro dolor; experimentar nuestra angustia, pasar por
la agonía del espíritu y del desgarramiento del cuerpo. La fe en Cristo no
suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica, lo sublima, lo
vuelve válido para la eternidad» (Juan Pablo II).
-“ Todos quedaron sobrecogidos y daban gloria a Dios... La
noticia del hecho se divulgó por todo el país judío y la comarca
circundante”. ¡La sorpresa... pero también la alabanza! ¿Vivo yo en acción
de gracias? La eucaristía es una acción de gracias por la vida resucitada de
Cristo. Jesús celebró la Cena, la víspera de su muerte, "dando gracias"
(Noel Quesson).
2. –“ Si alguno aspira a ser «epíscope» (hoy se llamaría obispo,
aunque entonces comprendía también lo que hoy son sacerdotes):
responsable de una comunidad de Iglesia, desea una noble función ”.
Vemos ya la jerarquía, y la noble función del sacerdocio. Ocasión ésta para
rogar por las vocaciones sacerdotales.
-“ Un responsable de una comunidad ha de ser irreprochable,
casado una sola vez, hombre comedido, sensato, reflexivo,
hospitalario...” Son cualidades simplemente humanas, bastante comunes.
No es necesario estar extraordinariamente dotado. Lo que cuenta, ante
todo, es ser equilibrado, ponderado, hombre de buen sentido y capaz de
relacionarse. Puedo orar por los responsables de las comunidades que
conozco.
-“ Capaz de enseñar...” Además de ser animador de la liturgia -
pasaje que sigue inmediatamente después de las prescripciones sobre la
oración-, la función esencial parece ser, en efecto, la enseñanza de la
doctrina.
-“ Ni bebedor, ni violento, sino sereno, pacífico, desinteresado”.
Otra vez esas virtudes sencillas que hacen agradables las relaciones. De
ningún modo se pone el acento sobre la autoridad, el poder... sino sobre la
bondad y la paciencia. Todo un ideal humano, valedero para todos los que
tienen responsabilidades familiares, profesionales, cívicas.
-“ Un hombre que gobierne bien su propia casa, que sepa
mantener a sus hijos obedientes y respetuosos. Porque un hombre
que no sabe gobernar a los suyos, ¿cómo podría encargarse de una
Iglesia de Dios?”
-“ No debe ser un neo-converso... no fuera a hincharse de
orgullo...” En efecto, unas ciertas garantías de estabilidad son necesarias...
Y además no hay que perder la cabeza creyendo que «se ha llegado»: nada
de considerarse entre los notables.
-“ Es necesario también que tenga buena fama entre los de
fuera para que no caiga en descrédito y en las trampas del diablo”.
La comunidad cristiana no es un club cerrado ni un ghetto. Vive a la luz del
día. Se la juzga desde el exterior. Son ya numerosos los fenómenos de
opinión pública. ¿Qué aspecto presentamos?
-“ También los diáconos deben ser dignos de respeto”. Para esta
otra responsabilidad las mismas cualidades son, más o menos, necesarias.
-“ Lo mismo decimos respecto a las mujeres...” Parece también
que algunas mujeres se ocupaban de ciertos ministerios. Toda una reflexión
y búsqueda se está haciendo en la Iglesia de HOY sobre ese tema (Noel
Quesson).
3. El salmo se hace eco de un aspecto que Pablo subrayaba, que los
ministros de la comunidad sepan antes gobernar bien su propia casa:
" andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa... el que sigue un
camino perfecto, ése me servirá ". Las virtudes humanas son base para
la vida cristiana, y fundamentales para el ministerio de gobierno. La
madurez personal y el equilibrio, el buen corazón, la fidelidad a los
nuestros, el control de nosotros mismos, la honradez y la ejemplaridad...
Haremos bien en repasar el programa y respondernos nosotros mismos con
sinceridad (J. Aldazábal). Hemos de ser, como decía Juan Pablo II,
“expertos en humanidad” y al mismo tiempo estar unidos a Dios.
Llucià Pou Sabaté