Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 24, Jueves
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Cuídate tú y cuida la enseñanza; así te salvarás a ti y a
los que te escuchan * Grandes son las obras del Señor. * Sus muchos pecados
están perdonados, porque tiene mucho amor
Textos para este día:
1 Timoteo 4,12-16:
Querido hermano: Nadie te desprecie por ser joven; sé tú un modelo para los fieles,
en el hablar y en la conducta, en el amor, la fe y la honradez. Mientras llego,
preocúpate de la lectura pública, de animar y enseñar. No descuides el don que
posees, que se te concedió por indicación de una profecía con la imposición de
manos de los presbíteros. Preocúpate de esas cosas y dedícate a ellas, para que
todos vean cómo adelantas. Cuídate tú y cuida la enseñanza; sé constante; si lo
haces, te salvarás a ti y a los que te escuchan.
Salmo 110:
Justicia y verdad son las obras de sus manos, / todos sus preceptos merecen
confianza: / son estables para siempre jamás, / se han de cumplir con verdad y
rectitud. R.
Envió la redención a su pueblo, / ratificó para siempre su alianza, / su nombre es
sagrado y temible. R.
Primicia de la sabiduría es el temor del Señor, / tienen buen juicio los que lo
practican; / la alabanza del Señor dura por siempre. R.
Lucas 7,36-50:
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús,
entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una
pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un
frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a
regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de
besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se
dijo: "Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que
es: una pecadora." Jesús tomó la palabra y le dijo: "Simón, tengo algo que decirte."
El respondió: "Dímelo, maestro." Jesús le dijo: "Un prestamista tenía dos deudores:
uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué
pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?" Simón contestó:
"Supongo que aquel a quien le perdonó más." Jesús le dijo: "Has juzgado
rectamente."
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu
casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con
sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio,
desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con
ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus
muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se
le perdona, poco ama." Y a ella le dijo: "Tus pecados están perdonados." Los demás
convidados empezaron a decir entre sí: "¿Quién es esté, que hasta perdona
pecados?" Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz."
Homilía
Temas de las lecturas: Cuídate tú y cuida la enseñanza; así te salvarás a ti y a
los que te escuchan * Grandes son las obras del Señor. * Sus muchos pecados
están perdonados, porque tiene mucho amor
1. Vela por ti y por tu enseñanza
1.1 En las palabras que Pablo dice hoy a Timoteo se resume lo que podríamos
llamar la "disciplina" propia de la vida sacerdotal. La traducción en esta misma
página reza así: "Cuida de tu conducta y de tu enseñanza". Juan Pablo II, en el
ejercicio de instruir e iluminar a las jóvenes vocaciones al ministerio ordenado, dice
así en algunos apartes de los números 24 y 25 de su Carta "Pastores Dabo Vobis".
Nos habla el Papa.
1.2 Existe una relación íntima entre la vida espiritual del presbítero y el ejercicio de
su ministerio... "Conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor". Esta es la
invitación, la exhortación que la Iglesia hace al presbítero en el rito de la
ordenación, cuando se le entrega las ofrendas del pueblo santo para el sacrificio
eucarístico. El "misterio", cuyo dispensador es el presbítero (cf. 1 Cor. 4, 1), es, en
definitiva, Jesucristo mismo, que en el Espíritu Santo es fuente de santidad y
llamada a la santificación. El misterio requiere ser vivido por el presbítero. Por esto
exige gran vigilancia y viva conciencia. Y así, el rito de la ordenación antepone a
esas palabras la recomendación: "Considera lo que realizas". Ya exhortaba Pablo al
obispo Timoteo: "No descuides el carisma que hay en ti" (1 Tim. 4, 14; cf. 2 Tim. 1,
6).
1.3 La relación entre la vida espiritual y el ejercicio del ministerio sacerdotal puede
encontrar su explicación también a partir de la caridad pastoral otorgada por el
sacramento del Orden. El ministerio del sacerdote, precisamente porque es una
participación del ministerio salvífico de Jesucristo Cabeza y Pastor, expresa y revive
su caridad pastoral, que es a la vez fuente y espíritu de su servicio y del don de sí
mismo. En su realidad objetiva el ministerio sacerdotal es "amoris officium", según
la ya citada expresión de San Agustín. Precisamente esta realidad objetiva es el
fundamento y la llamada para un ethos correspondiente, que es el vivir el amor,
como dice el mismo San Agustín: "Sea oficio del amor pastorear la grey del Señor"
(In Iohannis Evangelium Tractatus 123, 5).
2. Ministro de Jesucristo
2.1 Es esencial, para una vida espiritual que se desarrolla a través del ejercicio del
ministerio, que el sacerdote renueve continuamente y profundice cada vez más la
conciencia de ser ministro de Jesucristo, en virtud de la consagración sacramental y
de la configuración con El, Cabeza y Pastor de la Iglesia.
2.2 Esa conciencia no sólo corresponde a la verdadera naturaleza de la misión que
el sacerdote desarrolla en favor de la Iglesia y de la humanidad, sino que influye
también en la vida espiritual del sacerdote que cumple esa misión. En efecto, el
sacerdote es escogido por Cristo no como una "cosa", sino como una "persona". No
es un instrumento inerte y pasivo, sino un "instrumento vivo", como dice el
Concilio, precisamente al hablar de la obligación de tender a la perfección
(Presbyterorum Ordinis, 12).
2.3 En este sentido, en el ejercicio del ministerio está profundamente
comprometida la persona consciente, libre y responsable del sacerdote. Su relación
con Jesucristo, asegurada por la consagración y configuración del sacramento del
Orden, instaura y exige en el sacerdote una posterior relación que procede de la
intención, es decir, de la voluntad consciente y libre de hacer, mediante los gestos
ministeriales, lo que quiere hacer la Iglesia. Semejante relación tiende, por su
propia naturaleza, a hacerse lo más profunda posible, implicando la mente, los
sentimientos, la vida, o sea, una serie de "disposiciones" morales y espirituales
correspondientes a los gestos ministeriales que el sacerdote realiza.
2.4 No hay duda de que el ejercicio del ministerio sacerdotal, especialmente la
celebración de los Sacramentos, recibe su eficacia salvífica de la acción misma de
Jesucristo, hecha presente en los Sacramentos. Pero por un designio divino, que
quiere resaltar la absoluta gratuidad de la salvación, haciendo del hombre un
"salvado" a la vez que un "salvador" -siempre y sólo con Jesucristo-, la eficacia del
ejercicio del ministerio está condicionada también por la mayor o menor acogida y
participación humana. En particular, la mayor o menor santidad del ministro influye
realmente en el anuncio de la Palabra, en la celebración de los Sacramentos y en la
dirección de la comunidad en la caridad.
2.5 La conciencia de ser ministro de Jesucristo Cabeza y Pastor lleva consigo
también la conciencia agradecida y gozosa de una gracia singular recibida de
Jesucristo: la gracia de haber sido escogido gratuitamente por el Señor como
"instrumento vivo" de la obra de salvación. Esta elección demuestra el amor de
Jesucristo al sacerdote.
2.6 Precisamente este amor, más que cualquier otro amor, exige correspondencia.
Después de su resurrección Jesús hace a Pedro una pregunta fundamental sobre el
amor: "Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?". Y a la respuesta de Pedro sigue
la entrega de la misión: "Apacienta mis corderos" (Jn. 21, 15). Jesús pregunta a
Pedro si lo ama, antes de entregarle su grey. Pero es, en realidad, el amor libre y
precedente de Jesús mismo el que origina su pregunta al apóstol y la entrega de
"sus" ovejas. Y así, todo gesto ministerial, a la vez que lleva a amar y servir a la
Iglesia, ayuda a madurar cada vez más en el amor y en el servicio a Jesucristo
Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia; en un amor que se configura siempre como
respuesta al amor precedente, libre y gratuito, de Dios en Cristo. A su vez, el
crecimiento del amor a Jesucristo determina el crecimiento del amor a la Iglesia:
"Somos vuestros pastores (pascimus vobis), con vosotros somos apacentados
(pascimur vobiscum). El Señor nos de la fuerza de amaros hasta el punto de poder
morir real o afectivamente por vosotros" (San Agustín).