XXIV Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Viernes
Algunas mujeres acompañaban a Jesús y lo ayudaban, dando un ambiente
femenino necesario a la familia que es la Iglesia.
“En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de
pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo
acompañaban los Doce y algunas mujeres que él habla curado de
malos espíritus y enfermedades: Maria la Magdalena, de la que
habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de
Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes”
(Lucas 8, 1-3)
1 . –“ Jesús iba caminando por pueblos y aldeas, proclamando
la "Buena" Noticia”. Es preciso, de vez en cuando, volver a meditar,
sobre ese tema. "evangelio"... ¿"euaggelion", en griego? "buena noticia" en
castellano. Así, ¡lo que Jesús proclama es algo bueno!
-“ Lo acompañaban los doce, y algunas mujeres...” El pasado
martes vimos a Jesús hacer una resurrección en atención a una mujer, la
viuda de Naím. Ayer Jesús rehabilitaba a una mujer, la pecadora, en casa
de Simón. Lucas insiste en el papel de las mujeres: pensemos en la función
esencial de María en los relatos de la infancia de Jesús... pensemos en el
episodio de Marta y María (Lc 10, 38) que es él el único en relatarlo.
-“ Mujeres que Jesús había curado de malos espíritus y de
enfermedades ”... Jesús, liberas totalmente a la mujer: ni en tu mente ni
en tus actitudes concretas haces diferencia alguna de dignidad entre el
hombre y la mujer.
Nunca un rabino admitía a mujeres en el grupo de sus discípulos.
Jesús, tú . Eran mujeres a las que habías curado de alguna enfermedad o
mal espíritu, y "le ayudaban con sus bienes". Lucas nos transmite el nombre
de varias de ellas.
¡Cuántas veces aparecen las mujeres en el evangelio con una actitud
positiva y admirable! Baste recordar las que estuvieron cerca de él en el
momento más trágico, al pie de la cruz, junto con María, su madre. Y que
luego fueron las primeras que tuvieron la alegría de ver al Resucitado y
anunciarlo a los demás. Son un buen símbolo de las incontables mujeres
que, a lo largo de los siglos, han dado en la Iglesia testimonio de una fe
recia y generosa: religiosas, laicas, misioneras, catequistas, madres de
familia, enfermeras, maestras... Que ayudaron a Jesús en vida y que
colaboran eficazmente en la misión de la Iglesia, cada una desde su
situación, entregando su tiempo, su trabajo y también su ayuda económica.
La primera persona europea que creyó en Cristo, por la predicación de
Pablo, fue una mujer: Lidia (Hch 16). A veces nos fijamos en que la Iglesia
no se ve con capacidad de admitir mujeres al ministerio sacerdotal, pero lo
principal es el amor, la santidad, y tenemos en común la fe y la misión
evangelizadora.
Jesús dijo: "¿quién es mi madre y mis hermanos? El que escucha la
Palabra de Dios y la pone en práctica". Y en eso las mujeres han sido, ya
desde el principio (la Virgen Maria: "hágase en mi según tu palabra") las
que más ejemplo nos han dado a toda la comunidad. No serán obispos ni
párrocos, como tampoco las que acompañaban a Jesús fueron elegidas y
enviadas como apóstoles, pero las mujeres cristianas, religiosas o laicas,
siguen realizando una misión hermosísima y meritoria en la vida de la
comunidad. Es interesante recordar que, en la lenta y progresiva valoración
de la mujer por parte de la Iglesia, Pablo VI nombró a dos mujeres insignes
"doctoras de la Iglesia", santa Teresa de Jesús y santa Catalina de Siena, y
últimamente Juan Pablo II hizo lo mismo con santa Teresa del Niño Jesús y
algunas más (J. Aldazábal).
-“ María, "Magdalena" de sobrenombre... -¡que había sido
liberada de siete demonios!-, Juana, mujer de Kuza, el intendente
de Herodes... Susana...” y muchas más... la mujer no contaba mucho,
podían participar al culto de la sinagoga, pero no estaban obligadas a ello.
La liturgia empezaba cuando, por lo menos, diez hombres estaban
presentes, mientras que a las mujeres no se las contaba.
-... “ Que le ayudaban con sus bienes ”. Realismo del evangelio: se
necesita dinero para poder anunciar el evangelio. Si los Doce y Jesús
parecen tan libres, sin cuidados materiales, ¡es porque hay mujeres que
cuidan de ellos! Trabajo capital que permite todo el resto. ¿Soy una
acomplejada por mis tareas humildes? o bien ¿sé darles un valor divino?
(Noel Quesson).
Juan Pablo II trató del tema del papel de lo femenino en la Iglesia:
“El Evangelio revela y permite entender precisamente este modo de ser de
la persona humana. El Evangelio ayuda a cada mujer y a cada hombre a
vivirlo y, de este modo, a realizarse. Existe, en efecto, una total igualdad
respecto a los dones del Espíritu Santo y las "maravillas de Dios" (Act 2,11).
Y no sólo esto. Precisamente ante las "maravillas de Dios" el Apóstol-
hombre siente la necesidad de recurrir a lo que es por esencia femenino,
para expresar la verdad sobre su propio servicio apostólico. Así se expresa
Pablo de Tarso cuando se dirige a los Gálatas con estas palabras: "Hijos
míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto" (Gal 4,19). En la
primera Carta a los Corintios (7,38) el apóstol anuncia la superioridad de la
virginidad sobre el matrimonio -doctrina constante de la Iglesia según las
palabras de Cristo, como leemos en el evangelio de San Mateo (19,10-12)-,
pero sin ofuscar de ningún modo la importancia de la maternidad física y
espiritual. En efecto, para ilustrar la misión fundamental de la Iglesia, el
Apóstol no encuentra algo mejor que la referencia a la maternidad.
Un reflejo de la misma analogía -y de la misma verdad- lo hallamos
en la Constitución dogmática sobre la Iglesia. María es la "figura" de la
Iglesia: "Pues en el misterio de la Iglesia, que con razón es llamada también
madre y virgen, precedió la Santísima Virgen, presentándose de forma
eminente y singular como modelo tanto de la virgen como de la madre (...)
Engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre (...) a quien Dios constituyó
primogénito entre muchos hermanos (cf Rom 8,29), esto es, los fieles, a
cuya generación y educación coopera con amor materno". "La Iglesia,
contemplando su profunda santidad e imitando su caridad y cumpliendo
fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra
de Dios aceptada con fidelidad, pues por la predicación y el bautismo
engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del
Espíritu Santo y nacidos de Dios". Se trata de la maternidad "según el
espíritu" en relación con los hijos y las hijas del género humano. Y tal
maternidad -como ha se ha dicho- es también la "parte" de la mujer en la
virginidad. La Iglesia "es igualmente virgen, que guarda pura e
íntegramente la fe prometida al Esposo". Esto se realiza plenamente en
María. La Iglesia, por consiguiente, "a imitación de la Madre de su Señor,
por la virtud del Espíritu Santo, conserva virginalmente una fe íntegra, una
esperanza sólida y una caridad sincera".
El Concilio ha confirmado que si no se recurre a la Madre de Dios no
es posible comprender el misterio de la Iglesia, su realidad, su vitalidad
esencial. Indirectamente hallamos aquí la referencia al paradigma bíblico de
la "mujer", como se delinea claramente ya en la descripción del "principio"
(cf Gen 3,15) y a lo largo del camino que va de la creación -pasando por el
pecado- hasta la redención. De este modo se confirma la profunda unión
entre lo que es humano y lo que constituye la economía divina de la
salvación en la historia del hombre. La Biblia nos persuade del hecho de que
no se puede lograr una auténtica hermenéutica del hombre, es decir, de lo
que es "humano", sin una adecuada referencia a lo que es "femenino". Así
sucede, de modo análogo, en la economía salvífica de Dios; si queremos
comprenderla plenamente en relación con toda la historia del hombre no
podemos dejar de lado, desde la óptica de nuestra fe, el misterio de la
"mujer": virgen-madre-esposa”.
2. –“ Hijo muy querido, te he dicho lo que debes enseñar y
recomendar. Si alguno enseña otra cosa y no se atiene a las sólidas
palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina
verdaderamente religiosa, éste tal está cegado por el orgullo y no
sabe nada ”. Nuestra época se caracteriza por una confusión extraordinaria
de opiniones. Se tiene la impresión de que no existe la «verdad». ¡Casi se
puede afirmar una cosa y su contrario! Los mayores valores, los principios
más sagrados, la Fe... son discutidos.
-“ Es un hombre que padece la enfermedad de las «disputas» y
"contiendas de palabras"; de donde proceden las envidias, las
discordias, insultos, malentendidos, sospechas malignas,
discusiones interminables propias de gente de mente corrompida ”...
La «enfermedad» de que habla Pablo, es ciertamente, la de nuestra época y
de nuestra Iglesia contemporánea: rivalidades, conflictos de grupos,
sospechas. Señor, ayúdanos a ser hombres abiertos, comprensivos y no
cerrados, porfiados, sectarios. En Éfeso había algunos que "padecían la
enfermedad de plantear cuestiones inútiles y discutir". Lo que provocaba
" envidias, polémicas, difamaciones, controversias propias de
personas tocadas de la cabeza ".
-“ Gente de inteligencia corrompida, que están privados de la
verdad y que piensan que la religión es un negocio ”: los que
consideran que " la religión es una ganancia " y " buscan riquezas y se
crean necesidades absurdas y nocivas ". Para no caer en la idolatría de
la ambición, nos pide: -1.° Contentarse con lo que uno tiene... Es un
principio elemental de sabiduría. -2.° No hemos traído nada al mundo y
nada podemos llevarnos de él. ¡La caja de caudales no acompaña al féretro!
-3.° Si tenemos comida y vestido, nos contentamos con esto La felicidad es
cosa fácil... para los que saben vivir modestamente . -4.° Los que quieren
enriquecerse caen en el lazo de una serie de codicias y de deseos
absurdos... (Noel Quesson). Para él, " la codicia es la raíz de todos los
males ". La actitud de Timoteo debe ser dar ejemplo con su vida personal:
" practica la justicia, el amor, la paciencia, combate el buen combate
de la fe ".
3. El salmo nos invita: " no te preocupes si se enriquece un
hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará
nada ". La antífona del salmo nos ha hecho repetir la bienaventuranza de
Jesús: " Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el
Reino de los cielos ".
Llucià Pou Sabaté