XXV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Lunes
Lecturas bíblicas
a.- Esd.1, 1-6: Reedificar el templo del Señor.
b.- Lc. 8, 16-18: Como recibir y transmitir la enseñanza de Jesús.
Esta pequeña sección posee tres enseñanzas: la primera está relacionada con la luz
(v. 16), la segunda, se refiere a la verdad de la existencia de los hombres (v. 17) y
la tercera, habla de recibir la plenitud del reino de Dios (v. 18). No se debe ocultar
la luz, su esencia es expandirse e iluminar la vida de los hombres; esa luz es Cristo
y su evangelio, que tiene necesidad de ser comunicada. La semilla de la verdad del
reino que Cristo Jesús ha sembrado en la tierra, ahora se expande y da frutos, a
pesar de la oposición de algunos hombres que tratan de ocultarla. El triunfo de la
luz, y su expansión definitiva a todo el mundo, la victoria del evangelio, lo
encontramos en la base del mensaje de Jesucristo y de la Iglesia. Ella está llamada
a hablar todas las lenguas del mundo, portadora de la luz del evangelio, realidad
que se concreta en la presencia de cristianos en todas las naciones, ellos son luz de
las gentes, pero conscientes que todavía a muchos les falta esta radiante luz de
salvación para sus vidas. La segunda sección se refiere a cómo la luz de Cristo
ilumina la verdad profunda del hombre. La interioridad del hombre, su verdad,
puede ser ambigua en la medida que ocultarla signifique una existencia egoísta, o
también, puede significar una vida de gracia que se abre al prójimo, porque
centrada en el amor. La luz de Cristo, transforma la interioridad del hombre, lo
hace traslúcido, abierto al misterio de la vida del resucitado, salvando la intimidad
del creyente que la comparte desde Cristo con sus hermanos. Pero esa misma luz
revela la contradicción de quien no se abre a la gracia de Dios, centrado en sí
mismo, expande no luz, sino puro egoísmo. Vive para sí y las cosas de la tierra. La
tercera sección, es quizás la más difícil de comprender porque era a los pobres a
los que se les ofrecía el reino de Dios y a los que confiaban en sus riquezas
quedaban vacíos. ¿Cómo es que ahora dice, que al que tiene se le dará más
todavía? El que tiene el reino de Dios, que está abierto a la gracia divina, que es la
vida que Cristo le ofrece, recibirá más, o sea, la plenitud del reino; en cambio,
quien no tiene, el que no está abierto a la vida de Cristo, al reino de Dios, perderá
hasta la oportunidad que tiene de salvarse, sino se convierte. No se ha dejado
penetrar de la gracia y luz de Cristo, es el fracaso total, la perdición eterna, aunque
en otros aspectos de su vida tuviera éxito, la salvación eterna es el negocio más
importante de la vida.
Santa Teresa establece que la oración es el mejor camino para ingresar en el reino
de Dios. “Por esto y por otras muchas cosas avisé yo en el primer modo de
oración, en la primera agua, que es gran negocio comenzar las almas oración,
comenzándose a desasir de todo género de tormentos, y entrar determinadas a
sólo ayudar a llevar su cruz a Cristo, como buenos caballeros, que sin sueldo
quieren servir a su Rey, pues le tienen tan seguro. Los ojos en el verdadero y
perpetuo reino que pretendemos ganar. Es muy gran cosa traer esto delante, en
especial en los principios; que después tanto se ve claro, que antes es menester
olvidarlo para vivir, que procurarlo traer a la memoria lo poco que dura todo y
cómo no es todo nada y en lo nonada que se ha de estimar el descanso.” (CV
15,11).