¿ASTUCIA O PRUDENCIA?
Padre Javier Leoz
Al leer y meditar el evangelio de hoy vemos que, la prudencia, además de ser la
primera de las virtudes cardinales, nos indica el camino que nos puede llevar a la
verdad, a enjuiciar con serenidad los acontecimientos o a situarnos con sosiego y
con claridad frente a las cosas. Incluso, la prudencia, se puede convertir en criterio
para actuar como Dios manda.
1. ¿Astutos o prudentes? El Señor nos quiere prudentes. No es bueno engancharse
al último tren de la salvación cuando, por ejemplo, durante toda nuestra vida
hemos dejado que pasara de largo. Es decir; no sería lógico justificar con el
evangelio de hoy una vida sin Dios o pensar que, al final, con unos halagos o con
unas carantoñas al Señor y a los demás, todo nuestro pasado va a quedar resuelto
de un plumazo. Ser siervos de Dios implica buscar con todas nuestras fuerzas la
verdad y razonar con criterios de fe.
2.- La vida no se nos da para malgastarla. Alguien, con cierta razón, ha llegado a
decir que nuestra vida es un cheque que Dios pone en nuestras manos para que
pongamos la cantidad que necesitemos. Pero ¿qué ocurre? No siempre la
administramos bien. En muchos momentos nos convertimos en “ladronzuelos” de
nuestra propia existencia; quitamos tiempo a nuestra felicidad, paz a nuestras
almas, sensatez a nuestros pensamientos o ilusiones a nuestro futuro. En vez de
sumar ceros a ese cheque, lo emborronamos con nuestro afán de todo y de nada.
La bondad del Señor, y de sobra lo sabemos, es ilimitada. Pero ello no quita para
que, aún a sabiendas del corazón gigantesco que Dios tiene, nos planteemos de vez
en cuando en realizar un discernimiento o un análisis de cómo andan nuestras
cuentas con Dios.
3.- En la realidad que nos toca vivir andamos demasiado pendientes de estar a bien
con los negocios, con los bancos, con los amigos o con los enemigos pero –no
siempre- hacemos balance de cómo está nuestra relación con Aquel que nos creó,
con Aquel que nos hizo sus hijos por el bautismo.
Qué bueno sería que, en esta celebración, nos preguntásemos: ¿Somos astutos o
prudentes con todo lo relativo a Dios? ¿Lo tratamos con dignidad? ¿Estamos
interesados en su reino o, por el contrario, somos muy interesados de cuando en
vez? ¿Procuramos ajustar nuestra vida, nuestra conducta, nuestras actitudes con el
evangelio?
4.- El Señor no pide imposibles y, como tal y como nos recuerda el Papa Francisco,
su rostro es misericordioso. Pero precisamente por ello, con las cosas de Dios, lejos
de ser astutos o mal intencionados es mejor ser prudentes. Guardar la distancia
entre lo malo y lo bueno, entra la verdad y la mentira o entre la mediocridad y la
perfección.
¿Seremos tan necios de no ponerlo al servicio del Señor? ¿Podrá más la astucia que
la prudencia a la hora de volcarnos en pro de la construcción del reino de Dios?
HAZME, SEÑOR, PRUDENTE
Que me ofrezca sin esperar nada a cambio
Que exprima lo mejor de mí mismo
Aún, aparentemente, no viendo fruto alguno
Que trabaje los talentos que Tú me has dado
Y puedan servir como camino que me lleven hacia Ti
Que, de tal manera viva yo en Ti,
Que disfrute viviendo y cumpliendo tu voluntad
HAZME, SEÑOR, PRUDENTE
Distante de lo efímero, para buscar lo eterno
Crítico con aquello que me paraliza
Y dinámico para buscarte en el silencio
Abierto a negarme entregándome
Y cerrado a todo lo que me impide
Dar y regalar lo mejor de mí mismo.
HAZME, SEÑOR, PRUDENTE
Que no te busque por interés
Que no te quiera porque me esperas
Que no te amé porque es mucho lo que me aguarda
HAZME, SEÑOR, PRUDENTE
Para que te busque porque eres lo mejor
Para que te quiera porque siempre esperas
Para que te amé, porque, Tú antes, me amas
Amén