Desde nuestro Padre Adán hasta los santos varones, unos amasan el pan y
otros se lo comen.
Domingo 26 ordinario 2013, 29 de septiembre.
Solo quien conoce la naturaleza humana y el destino del hombre podría describirnos
parábolas tan bien logradas como la que Cristo nos presenta en este domingo. La
parábola en cuestión habla de dos hombres, entre los que existía un abismo
profundo, más grande que el cañón del Colorado o el Cañón del Sumidero en
Chiapas. Un hombre rico, potentado, en medio de placeres, con ropa de marca y
perfumes de lo mejor del viejo continente, que banqueteaba espléndidamente. No
se nos da el nombre del acaudalado, pero sí, de otro hombre, un pobre, que yacía a
la puerta del rico, en unas condiciones lamentables, al grado que los perros mismos
se acercaban a lamerle las llagas al Pobre de Lázaro, que así se llamaba este
hombre. Tenemos que decir que el rico no maltrató a Lázaro, no dio aviso a la
autoridad para lo quitaran de su puerta, no hizo ningún gesto de desprecio ni le
quitó los pocos bienes que Lázaro pudiera haber tenido. Simplemente lo ignoró.
Pasaba cada día como si Lázaro no existiera. Sucedió entonces que murieron los
dos, y la situación de uno y de otro llegó a ser totalmente distinta, pues Lázaro
encontró la salvación y en cambio el otro se vio sumido en la tormenta, en el
silencio y en el fuego que significa estar separado totalmente del Creador.
Ya de paso diremos en primer lugar, que no puede ser la conclusión tan simplista
en labios de Cristo como que el pobre tiene pase automático para el cielo y el rico
muévase a donde se mueva ya está condenado y achicharrado casi en vida. En
seguida hay que decir que no se trata de condiciones sociológicas y económicas,
sino de la actitud que se tome frente a las riquezas de este mundo. Y tendremos
que decir que la parábola no va otra vez en contra de los ricos, sino que es un
fuerte llamado para darse cuenta de la altísima peligrosidad de la riqueza puesta en
manos de los hombres. Alguien ha dicho que más pronto se endurece un hombre
con la riqueza que un huevo en el agua hirviendo. Diremos en tercer lugar que la
misma Iglesia tiene que recordar que los períodos en que ha dado entrada a la
riqueza, han sido las peores de la historia de su vida. Con razón los apóstoles, a
muy buen tiempo, en los primeros años de la Iglesia, cuando a los cristianos se les
ocurrió vender sus bienes para que la Iglesia administrara sus dineros y los
proveyera para sus propias necesidades, supieron decir que ellos no habían sido
puestos para administrar riquezas, sino para la predicación de la palabra de Dios,
para hacer presente a Cristo entre los hombres y hacer que los hombres mismos
puedan amarse y comportarse de tal manera que la riqueza que en un principio fue
dada para todos los hombres, efectivamente llegue a todos y todos puedan
sentarse a la mesa sabiendo que siempre habrá un pan para ellos. Esa diferencia
abismal descrita por la parábola de Cristo, hoy se ve magnificada porque ahora son
grandes sectores de nuestro mundo en los que se percibe esa diferencia, pues entre
Estados Unidos, Francia y Alemania, gastan lo que muchas naciones carecen para
las necesidades más elementales y no hay manera de acercar unos a los otros. Para
tantos hombres que apenas vamos tirando, intentando ganar el pan de cada día,
también para nosotros va la parábola, no como amenaza, sino como invitación para
que sepamos crear condiciones de tal manera favorables, que precisamente el pan
del mundo alcance para todos los hombres y todos podamos alabar al Creador de
todos los hombres, formando la gran familia de los hijos de Dios. Queda bien
entendido que el que confía en las riquezas, con esto mismo está poniendo una
barrera para escuchar al Dios de los cielos y otra más profunda y más sólida para
no escuchar ni darse cuenta de la presencia de los pobres y de aquellos a los que el
mundo les ha negado el acceso a los bienes, al alimento, a la educación, a la salud
y a una situación digna de los hijos de Dios. El que tenga oídos que oiga .
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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