XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
La renuncia al dinero en favor de los necesitados
Dada la situación económica del mundo actual marcada por la gran crisis de
Occidente, cuyo origen es el endiosamiento del dinero y de la acumulación de
capital por parte de los megarricos del planeta y de los que administran sus
riquezas mientras que la pobreza sigue avanzando y la desigualdad sigue
generando diariamente violencia, extorsión, opresión y muerte, la palabra
de Dios de este domingo contiene un mensaje evangélico contundente que puede
aportar una vez más el criterio definitivo para la convivencia humana en esta tierra,
en lo relativo al dinero, cuya formulación en forma de principio podría ser: servir a
Dios lleva consigo renunciar a la acumulación de dinero en favor de los
necesitados . Tanto el profeta Amós como el evangelio de Lucas hoy tratan de
asuntos económicos y sociales.
Amós es el primer profeta bíblico que nos transmitió su mensaje por escrito.
Desempeño su misión profética en el Reino del Norte de Israel en tiempos de
Jeroboam II (782-753), en una época de terrible opresión de los pobres y de la
corrupción en los tribunales de justicia. El profeta Amós denunció esta trágica
situación. La novedad de su mensaje consistió en el rechazo del reformismo para
dar paso a la ruptura total con las estructuras vigentes (Am 8,4-7). La denuncia
de los pecados concretos del lujo, la injusticia, la corrupción en las
administración de la justicia, el culto exterior y la falsa seguridad religiosa
constituye el centro de su intervención profética. Amós, con la libertad radical
de los profetas, ponía el dedo en la llaga al desvelar que la raíz del mal social
estaba en el corazón de las personas y, sobre todo, en las instituciones.
El evangelio de Lucas, por su parte, muestra el carácter profético de Jesús en este
mismo sentido con la parábola del dinero injusto (Lc 16,1-15). Jesús descubre la
trampa en la que el dinero, en cuanto aspiración idolátrica de la vida humana, tiene
atrapada a la gente. Su mensaje central es la sentencia lapidaria: “No podéis
servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13) . En esa parábola se revela la injusticia de
un sistema económico que utiliza el préstamo de dinero con interés para agrandar
el abismo existente entre pobres y ricos. El administrador era una persona de
confianza, se trataba de un representante del amo, con la capacidad para hacer
préstamos, arrendamientos y avales. Al hacer préstamos recibía una comisión en
concepto de intereses. Esa comisión aparecía también normalmente en el total de la
deuda. Jesús no alaba la injusticia del administrador ni su falta de seriedad. No es
la parábola del administrador injusto, sino del administrador listo, porque supo
renunciar a los intereses que a él le correspondían. La cuestión central, motivo del
elogio es la renuncia al beneficio propio. Lo que elogia el amo es la sagacidad
del administrador por detraer de la deuda total la comisión que le corresponde,
ganándose así la amistad de los deudores.
El administrador sagaz de la parábola es elogiado porque utiliza su poder para
cumplir la ley del Antiguo Testamento (cf. Éx 22,24-25; Dt 23,20; Lv 25,35-38),
que prohibía cobrar los intereses de los préstamos, haciéndose eco de la crítica
profética de Amós (Am 8,4-7) y corregir así el sistema económico vigente en la
época de Jesús (y también en la nuestra). Aunque en principio fuera por interés
personal, la conducta del administrador responde en el fondo a los intereses y
planteamientos de una moral económica de los oprimidos, para la cual no los ricos
sino los pobres son importantes. Según la parábola, quien tiene dinero y bienes es
en realidad sólo administrador de los mismos, no un propietario. La correcta
administración de los bienes tiene que responder a las necesidades de los
pobres y necesitados. El dinero (y el sistema económico, - incluido el crecimiento
económico-) no es un fin en sí mismo y sólo ha de servir para hacer el bien,
especialmente a los más pobres del mundo.
El versículo de Lc 16,9 tiene dos posibilidades de interpretación, según se entienda
la preposición griega ek , que precede a la palabra dinero, con un sentido
instrumental, equivalente a la preposición española con , o con un sentido de
separación o cesación, equivalente a apartarse del dinero . Yo prefiero la segunda
interpretación pues se trata, a mi parecer, de un genitivo de separación. Esta
traducción armoniza mejor con la renuncia a la codicia y a la acumulación egoísta
de bienes, propias del evangelista Lucas, como ya hemos visto en domingos
anteriores. Por tanto, hacerse amigos apartándose del injusto dinero implica
todo lo contrario al dinamismo de la esclavización, de la usura, del interés
económico y del empobrecimiento de los desheredados y supone entrar en el
mundo de los valores eternos y de los bienes verdaderamente valiosos, como son el
perdón, la comunión fraterna, la misericordia, la justicia y la alegría. Con todo, aun
cuando se opte por la primera interpretación, el elogio de parte de Jesús se debe a
la sagacidad del administrador que ha sabido renunciar al beneficio propio a favor
de los endeudados insolventes para pagar sus deudas.
El texto deja entrever además dos cosas, la primera es que serán éstos, los
endeudados insolventes, los pobres , los que irán a heredar las moradas
eternas , y por ello tiene sentido hacerse amigos de ellos para poder ser recibidos
por ellos en la eternidad, y la segunda es que el dinero es algo efímero y poco
importante , pues un día, más tarde o más temprano, se acabará, tal como
muestra después la parábola del rico y Lázaro. De este modo las dos parábolas del
capítulo dieciséis de Lucas permiten vislumbrar un nuevo horizonte de economía
alternativa orientado a atender en primer lugar las necesidades de los pobres y a
compartir con ellos los bienes sin esperar nada a cambio.
La alternativa entre Dios y el dinero (denominado Mamon) se convierte en un
absoluto. Jesús es consciente del atractivo seductor y corruptor de las riquezas y
sabe que el dinero es un dios que exige pleitesía y adoración. Cuando el dinero se
convierte en dios, se pone en peligro la convivencia humana. Por eso Jesús declara
abiertamente que no se puede servir a Dios y al dinero (Mamon).
Cualquier parecido entre la realidad y la parábola de este domingo no es pura
coincidencia, sino la manifestación de un Dios amor, que se ha manifestado en
Jesús como definitivo mediador entre Dios y los hombres y con su enseñanza y con
su muerte y resurrección ha entregado su vida en rescate por todos revelando al
mundo la bondad de Dios que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad (1 Tim 2,1-8). A través de la parábola evangélica
podemos conocer mucho mejor la verdad que puede abrir caminos de salvación
en la situación penosa actual de nuestro mundo.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura