XXV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
Tú eres el Mesías de Dios
I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Ageo 2,1b-10
El año segundo del reinado de Darlo, el día veintiuno del séptimo mes, vino la
palabra del Señor por medio del profeta Ageo: «Di a Zorobabel, hijo de Salatiel,
gobernador de Judea, y a Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote, y al resto del
pueblo: "¿Quién entre vosotros vive todavía, de los que vieron este templo en su
esplendor primitivo? ¿Y qué veis vosotros ahora? ¿No es como si no existiese
ante vuestros ojos? ¡Ánimo!, Zorobabel –oráculo del Señor–, ¡Ánimo!, Josué,
hijo de Josadak, sumo sacerdote; ¡Ánimo!, pueblo entero –oráculo del Señor–, a
la obra, que yo estoy con vosotros –oráculo del Señor de los ejércitos–. La
palabra pactada con vosotros cuando salíais de Egipto, y mi espíritu habitan con
vosotros: no temáis. Asi dice el Señor de los ejércitos: Todavía un poco más, y
agitaré cielo y tierra, mar y continentes. Pondré en movimiento los pueblos;
vendrán las riquezas de todo el mundo, y llenaré de gloria este templo –dice el
Señor de los ejércitos–. Mía es la plata y mío es el oro –dice el Señor de los
ejércitos–. La gloria de este segundo templo será mayor que la del primero –dice
el Señor de los ejércitos–; y en este sitio daré la paz –oráculo del Señor de los
ejércitos.–"»
Sal 42,1.2.3.4 R/. Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro,
Dios mío»
Hazme justicia, oh Dios,
defiende mi causa contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado. R/.
Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo? R/.
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R/.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la citara,
Dios, Dios mío. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,18-22
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les
preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que
ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los
ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
II. Compartimos la Palabra
El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho
Lucas nos invita a reflexionar esta lectura desde la oración. Como Jesús que todo
lo hace después de orar al Padre.
Pregunta a sus discípulos quien dice la gente que soy yo. Cada uno decía lo que
escuchaban de la gente, unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen
que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Pero Jesús quería saber qué
decían ellos de él. Y Pedro, como siempre el cabecilla, se adelantó a los demás y
confesó que era el Mesías de Dios. ¿Por qué los demás no dijeron nada? ¿Porque
se adelantó Pedro o porque le daban miedo decir que era el Hijo de Dios? ¿Por
su falta de fe en reconocerlo? Ellos querían un Mesías glorioso y no un Mesías
sufriente.
Hoy también Jesús nos pregunta a nosotros ¿Pero vosotros quien decís que soy
yo? ¿Quién soy yo para ti, hoy y ahora? Nosotros también, antes de responder,
tenemos que orar y meditar quién es Jesús para mí y en mi vida. Una pregunta
importante en nuestra vida y para nuestra propia identidad como cristianos.
Porque para conocer a Jesús tenemos que conocerlo desde lo profundo de
nuestra intimidad y experiencia de fe y de amor, como amamos a los amigos
más íntimos, solo a los amigos más íntimos se les conocen.
Jesús es el Mesías de Dios, “aquel a quien Dios ha enviado su Espíritu,
ungiéndole con su fuerza, para que lleve a cabo una misión”.
Jesús es nuestra salvación con su pasión y muerte en cruz. No seamos como los
apóstoles que no querían el sufrimiento ni la cruz. Ellos querían un Mesías
glorioso. ¿Lo queremos nosotros también? Jesús es la Palabra que nos salva y da
vida desde la Cruz. Nosotros, si confesamos a Cristo como Hijo de Dios, su
Palabra, sus criterios y su estilo de vida nos deben comprometer a dar la vida
como él también la dio.
Monasterio Sta. María la Real - MM. Dominicas
Bormujos (Sevilla)
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