SOLEMNIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA
Celebramos hoy el nacimiento de San Juan Bautista, el Precursor, el mayor
de los nacidos de mujer. Su nacimiento fue un don de Dios para preparar la
llegada de su Hijo, que se hizo hombre para que el ser humano participara
de la naturaleza divina, que esto es la salvación. Isabel, anciana ya, era
estéril. Zacarías, su esposo no dio fe a las palabras de Dios, que, por medio
del ángel Gabriel, les comunicaba que serían padres. Pero, a pesar de todo,
la promesa del Señor se cumplió: Zacarías e Isabel engendran un hijo, que
será –nos dice el Evangelio- grande a los ojos del Señor, convertirá a
muchos e irá delante del Señor, preparándole un pueblo bien dispuesto.
La actitud de Zacarías e Isabel contrasta con la de María, la Madre de Jesús,
que no dudó, ante la palabra de Dios, que sería madre sin intervención de
varón. Por eso, Isabel dice a su prima María: “¡Dichosa tú, que has creído!”.
El evangelio de hoy nos presenta las circunstancias que rodearon el
nacimiento del Bautista. El nombre de Juan significa que Dios nos ha
mostrado su favor. Es Zacarías, su padre, quien, inspirado por Dios, dice
que se llamará Juan. Que sea Dios quien impone el nombre a una persona
significa que la toma por completo a su servicio y le encomienda una
misión.
El Evangelio de hoy pone en boca de Zacarías una canción que viene a
aclarar la misión de Juan Bautista: será el profeta que va delante
preparando el camino al Señor y anunciando la salvación y el perdón de los
pecados. El prefacio de la misa lo explica más detalladamente: fue abriendo
caminos al Mesías, cuya presencia señaló entre los hombres. Juan llegó a
dar su sangre como supremo testimonio de Cristo.
Es también misión de todo cristiano abrir caminos al Señor, señalarle como
Salvador de todos los hombres, dar testimonio de Él con nuestra vida.
Nuestra fe en Cristo debe ser confianza total en Él, pero también una fe
viva, operante, con obras. Hemos de confesar nuestra fe en Cristo de
forma clara y valiente. No podemos, en aras de una mal entendida
tolerancia, disimular o diluir nuestra identidad cristiana y menos, renunciar
a ella. Así es como el cristiano, fiel seguidor de Cristo, también en nuestros
días, le irá abriendo caminos al Salvador.
MARIANO ESTEBAN CARO