III Domingo de Adviento, Ciclo A.
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
+ J UAN EL B AUTISTA figura clave en los Evangelios:
v El último de los profetas.
v Presentó y bautizó al Salvador.
v Preparó a algunos de los que después serían apóstoles de
Cristo.
Vida de una ascesis (mortificación, espiritualidad) muy rigurosa, coronada por
el martirio. Fue tan grande su influencia en la época, que muchos llegaron a
creer y a afirmar que el Mesías era Juan el Bautista y no Jesús.
+ Por el hecho de haber sido primo de Jesús, su profeta precursor, el que lo
presentó, lo bautizó y le preparó a los primeros discípulos ¿Las cosas fueron más
fáciles para Juan el Bautista? ¿Su fe no tuvo ningún obstáculo?...
+ El Evangelio de hoy nos muestra cómo el mismísimo Juan el Bautista, “el
más grande nacido de mujer” (lo afirmó de él nada menos que Jesucristo!),
también tuvo que - como nosotros - interrogar a Jesús, escucharlo, y dejarse
instruir por Él.
+ Desde la cárcel , Juan manda a sus discípulos a preguntarle a Jesús; no lo
hace “por curiosidad” (como son, tantas veces, nuestras preguntas religiosas), sino
porque Juan está perplejo por las noticias que tiene de Jesús . Más
claramente: Jesús no se comporta como Juan esperaba y anunciaba… Juan
ha anunciado un tipo de Mesías:
v justiciero,
v vengativo,
v castigador por los pecados...
v un mesianismo en el cual la misericordia queda como “en penumbras”,
y se encuentra con alguien distinto: Jesús
v no condena a nadie;
v come con los peores pecadores ;
v cura a muchos enfermos que, religiosamente eran considerados impuros, y por
ende no se los podía ni tocar;
v cura al sirviente de un pagano, y alaba su buena disposición para creer;
v llama a un cobrador de impuestos (excomulgado ¡abominable!) como Apóstol;
v se junta con los religiosamente marginados (por sus malos comportamientos
y sus pecados), suscitando el escándalo de todos los piadosos...
Aquí exactamente está la raíz del conflicto interior de Juan.
No critica a Jesús, ni deja de creer en Él.
Y humildemente, manda preguntarle desde la cárcel (adonde estaba por
anunciar la Verdad sobre el Mesías)...
Él, que era maestro de muchos, no se avergonzó de que sus discípulos
vieran que Él también debía ser instruido. “¿Eres Tú?”
+ Y el Señor da una respuesta que refleja su Sabiduría divina.
No responde con un sí o con un no, sino que pide que le digan a Juan lo
que ellos ven y oyen. Y Juan, que conocía bien las profecías mesiánicas, sacaría
de allí sus consecuencias.Y Jesús menciona explícitamente que es lo que los
discípulos de Juan ven y oyen decir: los ciegos ve, los paralíticos caminan, los
sordos oyen, los muertos resucitan… son milagros que el Señor está
realizando, y que aparecen anunciados por el profeta Isaías como los
milagros que realizaría el Mesías en el tiempo de la Salvación (es la Iª
lectura que leemos en la Misa de hoy).
Por lo tanto, con esta respuesta, Jesús está diciendo a Juan el Bautista que en
el Antiguo Testamento, además de los textos que hablan de una “visita” de Dios
para juzgar a los hombres y dar a cada uno su merecido, en un día grande y
terrible, están también los anuncios de un tiempo de salvación , en que Dios en
persona vendría para curar las heridas del corazón de cada hombre y recoger
cariñosamente a los hombres extraviados y necesitados de perdón.
Y como una discreta advertencia, la respuesta de Jesús termina con una
bienaventuranza: “dichosos los que no se escandalicen de mí”...
Ante el proceder de Jesús, es fácil escandalizarse.
Siendo que todos somos pecadores , curiosamente, nos molesta que nuestro
Salvador sea amigo de los pecadores… nos molesta, nos sorprende, y nos
escandaliza. Porque no comprendemos la infinita misericordia de Dios.
Cuando leemos y meditamos la parábola del “Padre Misericordioso” ( mal
llamada del “Hijo pródigo) , solemos hacer coro con el hermano mayor; y el perdón
y la misericordia de Dios nos parecen blandura, flojera, y falta de carácter, cuando
no una injusticia… Muchas veces pedimos a Dios una justicia “distinta”: una
justicia implacable , que corte cabezas; una justicia “con pena de muerte” , sin
perdones, ni arrepentimientos… Estamos tan hartos de la injusticia y la inseguridad,
que demasiado fácilmente nos inclinamos por la pendiente de “que los maten,
que pongan la pena de muerte”... Cuando matan a un criminal y dan la noticia
por T.V., se está volviendo casi natural que nos aflore como pensamiento: “uno
menos”!!! Nuestro mundo se ha vuelto tan violento, que cada vez que hay un
hecho de sangre las víctimas mueren, y los que quedamos vivos nos vamos
insensiblemente deshumanizando... Estamos haciendo una regresión hacia el “ojo
por ojo, diente por diente”... y no nos damos cuenta que, cuanto más a rajatablas
lo apliquemos, más pronto el mundo se quedará ciego...
Con este “clima” como trasfondo, muchas veces también nosotros olvidamos
que este es el tiempo de la misericordia, del perdón y de la conversión… Que lo que
salvará al mundo - nosotros incluidos - no es la justicia, sino la misericordia... Y por
eso también nosotros corremos el riesgo de escandalizarnos frente al obrar
de Dios.
Como sacerdote, uno escucha muy a menudo cuestionamientos muy amargos
a los modos de proceder de Dios… también a nosotros hoy Jesús nos dice:
“dichoso el que no se escandaliza de mí” , porque eso es señal de una gran fe.
+ A veces no cuestionamos directamente a Dios en su obrar… pero
descargamos nuestras quejas contra la Iglesia… por eso nos gustaría ver que la
Iglesia condene y excomulgue de su seno a los pecadores, a los tibios, a los
cristianos de doble vida, a los fieles que son un antitestimonio, a los sacerdotes
indignos, a los subversivos, a los represores, a los gobernantes, a los políticos, a
quienes nunca se comprometen ni se juegan por la fe, sino que más bien pretenden
aprovecharse... Y la verdad es que esto sólo se hace en casos verdaderamente
extremos: el Señor no expulsó a Judas, sabiendo muy bien quién era él...
La misión de la Iglesia es continuar las obras de Jesús; no “adelantar” el
juicio final, sino buscar a los ciegos (que no ven la verdad); a los paralíticos (que
andan lejos del camino del bien); a los sordos (al llamado de Dios); a los leprosos
(de libertinaje y desenfreno mundano); a los muertos (porque están lejos de
Dios), y devolverles la vida y la salud . Es decir, como Cristo, hacerse todo
para todos, para ganar el mayor número posible.
Las obras de la Iglesia escandalizan a algunos (igual que Jesús les pareció a
algunos “un glotón y borracho, un amigo de cobradores de impuestos y
pecadores”...)
También la Iglesia es criticada: “se mete en política, en los sindicatos, en
la educaci￳n…”; “entra en componendas con otros poderes…”;
“burocrática y autoritaria…”. Sólo los que tienen fe son capaces de
descubrir, en Jesús y en la Iglesia que se ocupa de los hombres y sus
miserias, los rasgos del Buen Pastor anunciado por los Profetas, que busca
la oveja perdida y la abraza cari￱osamente… que hace fiesta por el hijo
pr￳digo y pecador, que vuelve arrepentido…
Así, la pregunta de Juan el Bautista nos sirve mucho también a nosotros para
descubrir con claridad el camino de Jesús, que es el que nosotros debemos transitar
hoy.
+ Iglesia: pueblo de reyes, sacerdotes, y profetas... Para anunciar con
nuestra vida la verdad de Dios, del hombre, del mundo.
Como María… Y con Ella, vivamos el desafío del Adviento
Amén
A
N
Amén