IV Domingo de Adviento, Ciclo A.
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
+ Irrumpe en el Evangelio de hoy otra figura clave del Adviento: S AN J OSÉ .
Se nos explica hoy cómo este varón insigne asumió el papel de padre con
respecto a Jesús.
El evangelista aclara - sin entrar en detalles - que Jesús fue concebido por
obra del Espíritu Santo, cubriendo con un manto de respeto y veneración el misterio
grande sucedido en María Santísima.
Y para mostrar qué San José no tuvo nada que ver con esta concepción, se
nos dice que sucedió antes de que comenzaran a convivir como esposos.
Ya estaban comprometidos… pero no convivían.
Para entender esto, recordamos que el ritual del matrimonio judío tenía
dos partes bien diferenciadas:
v La primera parte , referida a todos los aspectos legales (el
“contrato” matrimonial). Legalmente, los contrayentes ya eran esposos, pero aún
no comenzaban a convivir (“María estaba comprometida con José...”).
v La segunda parte , más festiva y familiar: el esposo iba
acompañado de sus amigos a la casa de la esposa y la traía en alegre cortejo a su
propia casa. Y entonces sí comenzaban a convivir.
+ En el período entre estas dos ceremonias, María recibe el anuncio
del ángel.
¿Qué sucede entonces? José conoce las profecías, que anuncian que una
virgen será la madre del Mesías… conoce también indudablemente mejor que nadie
la fe y la santidad de su Inmaculada esposa… y José, que es también él un hombre
santo, opta por retirarse, pensando que no debe interferir en un asunto tan
sagrado. José no duda de María, y por eso no quiere denunciarla ni ponerla en
evidencia. Y no queriendo ser un estorbo en la vida de Aquella que el
mismísimo Dios ha tomado por esposa; prefiere apartarse en secreto.
Cuando ya ha tomado esta determinación, el ángel del Señor le confirma que
un misterio grande se está cumpliendo en María; pero que aún así el no debe
dudar ni temer de tomar por esposa a María , pues para con el hijo que va a
nacer (engendrado por el E.S.) él tendrá una misión importantísima que cumplir:
hacer las veces de su Padre aquí en la tierra… Él tendrá que ponerle el
nombre cuando nazca . Y esta era una función exclusiva del padre , que
significa el reconocimiento de su paternidad legal con respecto al recién nacido.
Además, prestemos atención a modo como el ángel llama a José: hijo de David ...
Sí: a pesar de su pobreza y humildad, José pertenece a la descendencia de los
reyes de Israel (David). Dios prometió que de su familia, de sus descendientes,
saldría el Mesías. Y por lo tanto, cuando José recibe como hijo suyo al hijo de María
lo introduce en la familia de David, lo hace descendiente de la realeza: a través
del gesto de José Dios cumple su promesa con David.
II lectura: “Cristo Jesús …nacido de la estirpe de David”.
Promesa - por otra parte - que todo el pueblo esperaba ansiosamente.
Según las antiguas profecías, ese hijo de Dios descendiente de David, tendría
un nombre misterioso “Dios con nosotros” (Iª lectura). Al ponerle José el nombre
de Jesús - por indicación del ángel del Señor - esta promesa se cumple: J ESÚS
SIGNIFICA “E L S EÑOR SALVA ”... J ESÚS ES ENTONCES EL E MANUEL ANUNCIADO : D IOS
ESTÁ CON NOSOTROS PARA SALVARNOS .
Volvamos nuestra mirada interior a la figura de José: “Era un hombre justo”
(Evang.) .Y se nos muestra hoy de qué manera era justo = santo: en la
humildad, en el silencio y en la obediencia .
No quiere estorbar en el plan de Dios, y por eso decide apartarse en secreto.
No se siente digno de ser protagonista de un acontecimiento de tales
dimensiones. Y sin embargo, Dios lo llama y le confía lo más valioso que hay en el
mundo: a su hijo único, y a la Madre Santísima. Él deberá asumir el papel de
padre: ser “la sombra de Dios” en la Sagrada Familia …
Lo que debe hacer José, ante le mirada de los hombres es muy poca cosa
(¡puro trabajo!): ponerle nombre al Niño, trabajar para que ese Niño y su Madre
tengan una casa digna, alimento suficiente, cuidarlos y protegerlos a los dos… Pero
José, obedeciendo, realiza las promesas salvadoras de Dios: ha llegado el
descendiente de David, que salvará a todos los hombres. Y este es
justamente el punto del Evangelio de hoy, que quiero que retengan en la memoria:
Dios nos llama a todos para que participemos en la obra de la Salvación.
Todos tenemos misiones distintas. Ninguno es imprescindible… pero todos somos
importantes . Para Dios no hay segundos ni terceros papeles: en la historia de la
salvación todos somos protagonistas (sinó, miremos a S. José: ¿ tercer puesto
en la sagrada familia? Y sin su disponibilidad, que hubiese pasado?)…
Tenemos que evitar dos peligros:
v El “ponernos en estrellas” , pretendiendo estar siempre “en el
centro de la escena, en el candelero”, “en el primer puesto”, siendo “los salvadores”
(la soberbia es una gran mentira; por eso es un gran pecado);
v pero también hay que evitar los complejos “de inferioridad”
y “de indignidad”, de quienes no quieren tomar parte, tienen miedo, no se
sienten preparados o dignos o capaces, o se fijan más en su debilidad que en la
fuerza omnipotente del Señor, que elige lo débil para manifestar su fuerza; lo que
no cuenta, para hacer brillar allí su gloria; lo pequeño, humilde, pobre y
despreciable para mostrar su amor, su grandeza su riqueza… (pienso en muchos
jóvenes: interpreten lo que estoy diciendo en clave vocacional… y saquen sus
conclusiones…)
Miremos hoy a José: él no buscó aparecer ni brillar.
Al contrario: quiso huir en secreto… Pero obedeció al llamado de Dios. Y su
pequeñez se convirtió en algo muy grande en manos del Altísimo…
+ Como él, como María, como Jesús: pongámonos cada día
incondicionalmente en manos de Dios para asumir y realizar nuestro papel
en la historia de la Salvación.
Amén
A
N
Amén