CICLO C
TIEMPO ORDINARIO
XIX DOMINGO
La segunda lectura de hoy nos presenta al patriarca Abrahán, nuestro padre en la
fe. Hombre de fe. Toda su vida fue un camino de fe. Es prototipo del verdadero
creyente: para él la fe no fue una teoría. Ni seguir sólo unas tradiciones y
costumbres. Fue una actitud de profunda confianza en Dios. Y porque se fió de Él,
le obedeció y se puso en camino.
La fe es seguridad de lo que se espera (segunda lectura). La esperanza es deseo
confiado del Dios-Amor. Dios de la esperanza, que cumple siempre sus promesas.
“La esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado ya en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5, 5).
La esperanza no es sólo expectativa de futuro. Por la fe comienza en nosotros, ya
ahora, la vida eterna. En germen, el mundo futuro ya está presente en nosotros.
Manteniendo el ánimo, al conocer con certeza la promesa de la vida eterna
(primera lectura). Por tanto, la fe repercute realmente en nuestra existencia. La fe
es una esperanza que transforma nuestra vida. “Quien tiene esperanza vive de otra
manera; se le ha dado una vida nueva” (Benedicto XVI, Spe Salvi, 2).
Nosotros esperamos al Señor Jesús resucitado, que es para nosotros esperanza de
gloria. Unidos a Él por la fe y el bautismo, somos uno en Él, del cual recibimos ya
ahora la savia, la vida, la gloria de Dios. Somos hijos de Dios, hemos de vivir como
hijos de Dios.
Debemos estar siempre vigilantes, preparados. La vida cristiana es lucha constante
por vivir unidos a Cristo. El creyente ha de permanecer despierto para acoger a
Jesús. “Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el hijo del
hombre” (Evangelio). San Agustín nos dice: “Vela con el corazón, vela con la fe, la
caridad. Vela con las buenas obras, con una recta conciencia”. Poniendo nuestro
corazón en Cristo, nuestra esperanza.
En la tierra todos estamos de paso, como nos recuerda la carta a los Hebreos
(segunda lectura), que presenta a Abraham, peregrino, viviendo en una tienda y
habitando en una región extranjera. Lo guiaba la fe.
MARIANO ESTEBAN CARO