IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
S
Un poco de historia, para comprender mejor el sentido y la fuerza de esta
Palabra del Señor.
Hacia el siglo I de nuestra era, el pueblo judío vivía dominado por la prepotencia
de invasores extranjeros, que habían impuesto sus leyes, costumbres, y religión.
Israel, que tantas veces había escuchado lleno de esperanza el anuncio del
advenimiento del Reino de Dios, veía esta perspectiva humanamente cada vez
más lejana.
Además, la expectativa de ese Reino provocaba reacciones distintas :
· Algunos pensaban que el advenimiento del Reino necesitaría de la “ayuda” y
fuerza de los hombres: y entonces propugnaban guerrillas, terrorismo, lucha
armada, etc...
· Otros consideraban que lo haría Dios mismo, Él solo, y de modo
espectacular . Por eso, optaban por una vida apartada, estudio de la Biblia,
ascesis, etc.
· Y no faltaban los de un conformismo simplista: “¿quién sabe cómo será, si
es que llega…?”
En este contexto aparece Jesús, proclamando la llegada del Reino, y pidiendo
conversión para poder recibirlo. Su palabra poderosa y sus milagros lo acreditan
como el Mesías de Dios.
Pero entonces surge la duda: ¿A cual de las expectativas ya
mencionadas corresponderá el anuncio de este Reino???
Y Jesús responde con las Bienaventuranzas , que no son precisamente lo
que la mayoría esperaba.
Ante todo, Él deja en claro que su Reino no es como los de este mundo :
con armas, fronteras, funcionarios y discriminaciones...
El Reino significa que Dios reina en el corazón de cada hombre ,
transformándolo con su poder, haciéndolo según su voluntad. Por lo tanto, es tan
erróneo querer imponer el Reino por la guerra, como cruzarse de brazos esperando
que llegue. El Reino es "de los cielos", pero se ubica en el corazón humano,
y desde allí transforma todo a su alrededor.
Si el Reino tiene que comenzar por el corazón, entonces los únicos que
pueden recibirlo son aquellos que tienen un corazón bien dispuesto, un
corazón en el que Dios puede actuar sin que el hombre le ponga el obstáculo de su
egoísmo y de su injusticia.
Las "Bienaventuranzas" puede llamarse también "felicitaciones".
Como primera proclama, Jesús felicita a los que tienen las condiciones
necesarias para poder recibir el Reino de Dios.
Hablando a un pueblo que vive de las esperanzas que beben en el Antiguo
Testamento, usará un vocabulario apropiado para ser entendido. Todas las
Bienaventuranzas reproducen expresiones de la Biblia, con las que se alude a
personas que viven a fondo la espiritualidad enseñada por los Profetas . Son
un solo grupo, pero puede llamarse con distintos nombres: los "pobres"; los que
"lloran"; los "mansos"; los "puros corazón"; etc. Y también por eso, el Reino será
llamado con otros tantos nombres: "heredar la tierra"; "ser consolados por Dios";
"llamarse hijos Dios"; "ver a Dios", etc.
Bienaventuranzas: resumen del espíritu cristiano.
Son desconcertantes (---> felices... los infelices !) ... y al mismo tiempo,
fascinantes .
La Felicidad , lo que todos ansiamos tanto, se nos promete ya , se realiza
ya .
Si las vivimos, es Dios mismo el que nos proclama felices ahora.
Pero es una felicidad paradójica : todas las ambiciones humanas (riqueza,
poder, fama, placer, egocentrismo, satisfacción y gozo inmediatos) quedan
escandalosamente contrariados. Y los cristianos están llamados a encarnar y vivir
está inversión escandalosa de valores.
v “Pobres de espíritu” (tema que encontramos en el profeta Sofonías): Son los
que ponen toda la confianza en Dios, y en ninguna otra cosa: especialmente
no en protecciones terrenas. Por eso son capaces de desprenderse con facilidad
de lo que tienen: lo único que les importa es tener a Dios.
v “los mansos : otro modo de llamar a los pobres. Mansos porque no recurren a
la fuerza física, no son violentos ni vengativos. Se caracterizan por su capacidad
de resistir el mal con el bien . Su fuerza es Dios, y en las manos de Dios dejan la
defensa de sus derechos.
Ø porque no tienen alegrías humanas.
Ø por los pecados del pueblo, por los
cuales ellos hacen penitencia.
v “los que lloran
Ø “serán consolados” ---> por el
Espíritu Santo.
v “los que tienen hambre y sed de justicia” = ansiar la Voluntad de Dios. Sin
creerse mejor que los demás. No confían en sus propias perfecciones, y esperan
que Dios los vaya transformando, los haga santos y justos.
v “los misericordiosos” : la misericordia es lo que más caracteriza a Dios en su
Revelación, y por ende es lo que más semejantes nos hace a Él.
Perdonar es un acto tan poderoso como la Creación.
Cuando Dios nos perdona => renovación, nueva creatura.
Así debemos ser nosotros, considerando que ser misericordioso y perdonar es
más exigente, que ser duro y no perdonar.
Los orgullosos - los que no son pobres - son rencorosos, inflexibles ante el
prójimo que los ofende. En cambio el que es humilde, sabe por experiencia
propia cuál es la debilidad del hombre y la disculpa y perdona con más
facilidad.
v “limpios de corazón” : pensamientos, palabras y acciones orientadas hacia
Dios. Y de tal modo que se adelanta la visión de Dios sobre la Tierra: “verán a
Dios”. La pureza de corazón nos mueve a agradar sólo a Dios, lo cual nos da
una enorme libertad (que se sitúa en las antípodas de la esclavitud de los juicios
humanos, del “qué dirán”); conciencia de las cosa como son, y por lo tanto
aviso para no sentirse seguro con el cumplimiento exterior de los “deberes
religiosos”.
v “los que trabajan por la paz”: La paz es un gran don de Dios y los que
trabajan por ella son semejantes a Dios, son “hijos de Dios”. Así como los
misericordiosos perdonan a sus enemigos, los que tratan de reconciliar a los que
están enemistados trabajan para deshacer la enemistad, para que no existan
“enemigos”.
v “los perseguidos por practicar la justicia”: esto implica vivir en serio, en
plenitud la condición de cristianos, y dejar de lado un cristianismo “chirle”.
Porque ser fieles a la vol. Dei necesariamente implica críticas, burlas,
incomprensiones, odios, envidias, calumnias y maledicencias.
Así los profetas.
v “los insultados, perseguidos, calumniados por el Reino...” Así Cristo.
Así los Santos.
Así nosotros.
Veamos por un momento, haciendo un juego de “Luz y sombra”, lo opuesto a las
Bienaventuranzas, para comprender mejor el Evangelio de hoy:
v Intransigencia en las posturas personales, identificándolas con lo absoluto.
v Apego desordenado a las cosas y personas; falta de libertad, esclavitud de
todo
v Pesimismo y tristeza: que se refleja en todo, y que llega a lo más opuesto a
las Bienaventuranzas: la murmuración .
v Mezquindad : de lo que somos y lo que tenemos.
Así como en tiempos de la primera predicación de Jesús, también hoy
muchos se sentirán defraudados ante la proclama del Reino. Quienes quieren hacer
un reino terrenal como los demás, impuesto por la fuerza, dirán que Jesús predica
la alienación, porque no cambia inmediatamente las estructuras injustas . Los que
se marginan y esperan pasivamente la intervención de Dios, dirán que esta
proclama es muy exigente, incluso imposible para los hombres, utópica .
Pero el Señor, que lo anuncia, es el mismo que lo pueda realizar . Si
queremos un mundo nuevo, con nuevas estructuras, comencemos por dar cabida al
Reino nuestro corazón, siendo auténticamente pobres y dejando Señor que nos
haga nuevas criaturas.
Vivamos ya la alegría de ser ciudadanos del Cielo.
Que nuestra vida sea el comienzo de la Bienaventuranza eterna.
Amén