EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 16,19-31.
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía
espléndidos banquetes.
A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro,
que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a
lamer sus llagas.
El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también
murió y fue sepultado.
En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de
lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.
Entonces exclamó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que
moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas
me atormentan'.
'Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y
Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el
tormento.
Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que
quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de
allí hasta aquí'.
El rico contestó: 'Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi
padre,
porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan
en este lugar de tormento'.
Abraham respondió: 'Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen'.
'No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se
arrepentirán'.
Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite
alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'".
Comentario del Evangelio por :
Concilio Vaticano II
Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual “Gaudium et Spes”, § 69 -
Copyright © Libreria Editrice Vaticana
“A su puerta... yacía un pobre”
Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres
y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma
equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que
sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los
pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista
este destino universal de los bienes. Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener
las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino
también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino
también a los demás.
Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficientes para sí
mismos y para sus familiares es un derecho que a todos corresponde. Es este el
sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los
hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto, no sólo con los bienes
superfluos. Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar
de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos oprimidos
actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares
y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de los Padres: “Alimenta al que
muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas”, según las propias
posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer
lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y
desarrollarse por sí mismos.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”