Ciclo C: XXVI Domingo del Tiempo Ordinario
Pedro Guillén Goñi, C.M.
El evangelio del día de hoy nos describe la conocida parábola del rico y del pobre
(Lc. 16, 19-31) donde se constata la diferencia que existe en la actitud entre las
dos personas en la concepción del Reino de los cielos.
En la primera escena, referida a esta vida terrenal, dos personas ocupan el hilo
conductor de la parábola: el rico que no carece de nada “banqueteaba
espléndidamente cada día” y junto a este hombre se encontraba un mendigo,
Lázaro, pobre, hambriento, cubierto de llagas. Existe un profundo contraste entre la
proximidad física y la distancia en el estilo de vida.
En la segunda escena hay un cambio de situación en la otra vida: Lázaro goza en el
cielo mientras que el rico sufre en el infierno. Se destaca sobre todo la actitud
inhumana del rico, insolidario e intolerante, negándose a socorrer al pobre.
La parábola termina con una llamada a la conversión, al cambio de vida, de la
intolerancia a la aceptación, de la insolidaridad a compartir. Se trata de deshacer el
camino y enderezar los pasos hacia el necesitado que está a nuestro lado. La
parábola nos exhorta a orientar nuestros sentimientos y decisiones hacia la
promoción y ayuda a los más necesitados. No esperemos visiones ni
acontecimientos extraordinarios para cambiar de mentalidad; la vida nos brinda
muchas oportunidades para hacer realidad la capacidad de compartir y de poner
nuestra vida y medios al servicio de los demás.
Así lo entendió San Vicente de Paúl (1581-1660) cuya fiesta celebramos
recientemente, el 27 de setiembre, y fundador de los PP. Paúles o Vicentinos. Es el
patrono de la Caridad. Sensible a los más necesitados, toda su vida, a partir de una
profunda conversión, la orientó a crear y consolidar fundaciones -PP. Vicentinos,
Hijas de la Caridad, Cofradías de la Caridad- que llevarán el pan y la Palabra de
Dios a los pobres. Destaca la vida del santo por su espíritu creativo y dinámico, por
su equilibrio entre la vida activa y la necesidad del encuentro con Dios en la
oración, por su exigencia personal en el trabajo diario, por el fiel cumplimiento a la
voluntad de Dios, por ver el rostro de Cristo en los pobres…. Que San Vicente nos
ayude a descubrir que, en la esencia de nuestra vida cristiana, el amor a los más
necesitados es la base fundamental de nuestra relación con Dios y con el prójimo.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)