Domingo XXVI. Ciclo C
Lázaro, una denuncia contra la indiferencia.
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / contactoconemilio@gmail.com
Hoy en día es normal caminar y encontrarnos con muchas personas en situación de
calle, con todas sus necesidades básicas insatisfechas. Somos testigos de la gran
división socio-económica entre quienes más tienen y quienes menos poseen.
Acostumbramos a ver Lázaros por todos lados, personas cuyas vidas no tienen la
dignidad que deberían, los excluidos del sistema, los marginados.
El uso que hacemos de los bienes materiales no siempre es en función del bien común,
generalmente solo lo hacemos para garantizarnos una vida confortable, cómoda, en la
que podamos darnos una “buena vida”, no tenemos una mirada trascendente del uso de
nuestras cosas, es decir, carecemos de una mirada que vaya más allá de los mismos y en
la que nuestro fin último sea gozar de la presencia de Dios.
El fin de nuestra vida parece estar reducido a vivir bien en este mundo y con los bienes
de este mundo, sin pensar en que la Vida Verdadera, esa que gozaremos junto a Dios, es
en donde encontraremos nuestra auténtica felicidad. Mientras, muchos hermanos
nuestros sufren la incomprensión, pero si algo nos deja la parábola del pobre Lázaro es
la del pecado de la indiferencia. Nuestra comodidad sumado al acostumbramiento de
ver por los medios de comunicación o directamente los casos de pobreza y marginalidad
nos vuelve, en oportunidades, indiferentes ante el dolor ajeno, y el criterio de éxito de
nuestra vida se da por la posesión de mayores bienes de consumo y no por una vida
vivida en valores, en la que el otro ocupa un valor mayor que el de todos nuestros
bienes.
Que todos los Lázaros que vemos a diario nos ayuden a revalorizar la dignidad de la
persona humana y a construir una red de lucha contra la indiferencia con respuestas
concretas a sus necesidades, haciendo de nuestro ayuno una fuente de ayuda contra
quienes no deciden ayunar sino que las condiciones de vida los obliga a lo mismo.-