DOMINGO XXVII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.
Lc. 17, 5 -10
En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.» El
Señor contestó:- «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa
montaña:"Arráncate de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor;
cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y
ponte a la mesa? ¿No le diréis:"Prepárame de cenar, cíñete y sírveme
mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar
agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros:
Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos,
hemos hecho lo que teníamos que hacer."»
CUENTO: JONEYED Y EL BARBERO
El santo Joneyed acudió a la Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio
cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle el barbero que le
afeitara a él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a
afeitar a Joneyed. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue
a además a Joneyed una limosna.
Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las
limosnas que pudiera recoger aquel día.
Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una
bolsa de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oro al
barbero. Pero el barbero le gritó:
- “¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza pretender pagar un
servicio hecho con amor?
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Dicen las estadísticas, al menos en Europa, que hay un alto porcentaje de
personas que han abandonado la Iglesia, que no participan de sus ritos y
que no les interesa el tema religioso. ¿Significa esto que han perdido la fe?
Me pregunto, ¿algún día la tuvieron? ¿se puede perder la fe?. O era tan
poca que no llegaba a ser ni como un grano de mostaza. Personalmente
creo que lo que hay en muchos cristianos y católicos no es fe genuina de la
que habla el evangelio de hoy; primero porque si así fuera, como dice
Jesús, se notaría más; segundo porque es evidente la poca convicción con
que muchos llamados creyentes hablan de su fe; tercero porque la vivencia
de gratuidad a nivel de fe de la que nos habla Jesús no es el más
sobresaliente de los rasgos de la fe incluso en los que nos llamamos
católicos y practicantes. La fe, según el Evangelio, es un don, es un regalo
de Dios, totalmente gratuito, inmerecido; junto a esto, es una experiencia
parecida al amor, una experiencia de amistad que transforma la vida y
trastoca la jerarquía de valores en la que apoyamos nuestra vida. Y esto
que parece tan sencillo de entender, no es tan fácil de vivir, sobre todo en
esta sociedad nuestra donde todo tiene un precio y donde las cosas, las
relaciones muchas veces se compran y se venden. Aunque es verdad que
mucha gente busca hoy más que nunca esa sensación de ser amado
gratuitamente, quizá porque eso es precisamente lo que no siente ni vive.
Terrible sociedad que nos hace desconfiar de los demás, de los amigos,
incluso de la familia, que nos hace creer que todo se vive por interés. Y así
cómo vamos a entender y vivir la fe desde una experiencia de gratuidad y
de amor. Nos pasa como en el cuento de hoy a Joneyed, creemos que
tenemos que pagar siempre algo a Dios: sean nuestras misas, nuestros
rosarios, nuestras buenas obras. Nos cuesta entender que a Dios no se le
compra, que Dios es puro don, puro amor incondicional, y que su amor no
depende de nuestros comportamientos. Hemos hecho una religión
moralista, de cumplimientos de normas y leyes, y nos hemos olvidado de lo
fundamental, lo que hace al cristianismo ser una religión diferente y
revolucionaria: la experiencia gratuita del amor de Dios manifestada en
Cristo, una experiencia más mística que moralista, lo cual no quiere decir
que no tenga consecuencias morales en nuestra vida, pero son la
consecuencia, no la causa de la fe y del amor de Dios. Dios nos ama, no
porque seamos buenos, nos ama por que sí, porque somos sus hijos,
incubando en nosotros la gran revolución del amor.
Vivamos esta Eucaristía desde la gratuidad del don. Impresionante milagro
sobre la tierra que todo un Dios que no cabe en cielo y tierra haya querido
hacerse, por amor, humilde pan y vino para alimentar nuestra fe.
Hagamos todo con esta gozosa experiencia de agradecimiento, sin exigir
nada, trabajando cada día por el Reino de Dios, pues Dios ya sabe lo que
necesitamos y nos dará todo por añadidura.
Es difícil amar como Dios nos ama, pero con su ayuda, lo podemos intentar.
“Como si todo dependiera de nosotros, como si todo dependiera de Dios”,
como decía san Ignacio. En actitud de humilde alabanza y admiración como
nos ha recordado esta semana san Francisco de Asís y el Papa Francisco
que este pasado día 4 ha visitado la ciudad de Asís, invitando a todos a
volver a la sencillez, la humildad y la experiencia profunda de Dios.
¡FELIZ Y GRATUITA SEMANA!