Comentario al evangelio del Viernes 04 de Octubre del 2013
Queridos hermanos:
El calendario litúrgico ha querido hacernos coincidir en esta semana varios pasajes evangélicos
centrados en la pequeñez de un niño como modelo de vida cristiana; y a la vez, ha querido mostrarnos
testigos diversos (muy distintos!) que entre otras cosas, tienen en común su pasión misionera por
extender el Evangelio y su convencimiento interior por vivir sencilla y humildemente. Teresa de
Liseaux, Francisco de Borja y, hoy, Francisco de Asís. Sin duda, el más universal y representativo
signo de la pobreza y la sencillez, no solo para los creyentes sino para todo el mundo. Francisco fue
más que pequeño: ¡quiso ser menor!, siempre menos que…
Cuentan de Francisco, que allá por el año 1208, recién terminada la reparación de la iglesia de San
Damián, solía vestir con túnica, sandalias, cinturón de cuero y bastón; usaba alforja y recibía limosnas,
hasta que un día, en misa, oyó el pasaje evangélico de hoy y exclamó: "Eso es lo que buscaba, y lo que
quiero practicar con todo mi corazón", y se desnudó de nuevo. En adelante no quiso tener nada más.
De vez en cuando la Historia nos regala personas que hacen realidad lo que muchos soñamos o
teorizamos. Francisco vivió la pobreza y sencillez del Evangelio de una manera tan real, que parece no
imitable. Quizá es don particular de Dios a Francisco y en él, a la Iglesia y al mundo. Pero a nosotros,
al menos, sí puede Dios ayudarnos alimentando nuestro deseo, nuestra fe y nuestra esperanza de vivir
en semejante desnudez (más allá de los bienes materiales). ¡Poneos en camino!, dice Jesús en el
Evangelio de hoy; quizá esa se la clave. ¡No estéis quietos!, sois enviados, id desnudos, sin historias ni
complicaciones ni ambiciones extrañas… sin nada. Porque una tentación es que, al ver que no somos
Francisco y que no dejamos la alforja ni las sandalias…, dejemos de preguntarnos cada día por nuestra
particular desnudez, pobreza, sencillez, disponibilidad evangélica. En medio del mundo, como
corderos en medio de lobos, y aún así, desnudos, sin nada. Siempre menores y diciendo con la vida:
qué cerca está el reino de Dios!
C.R.