HAGAMOS MEMORIA DE NUESTRA FE
Padre Javier Leoz
Si la fe, fuese conquista, tarea exclusiva del hombre, no existiría problema: la
ciencia y la técnica se encargarían, con ingenio y medios, de que fuera algo
inmediato, real, decisivo, convincente o que llenase de seguridad al ser humano.
Pero, en la realidad, vemos que no es así. La fe es un don. Un regalo que hay que ir
cuidadosamente descubriéndolo. Y, por cierto, hay que descubrirlo de una forma
atípica: desde dentro hacia fuera. Y qué bien lo expresaba el Papa Francisco a los
catequistas el día 29 de septiembre en San Pedro de Roma: “Hay que custodiar y
alimentar la memoria de Dios”
1.- La fe, como regalo, no se compra, se oferta ni se vende en la tienda de la
esquina. No se anuncia en grandes pantallas ni en las principales plataformas
comerciales. Ese, justamente, es el camino contrario para dar con ella.
Para conseguirla hay que aprender a mirar en el horizonte del cielo. Lo contrario, el
escaparate del mundo, nos la quita. O, por lo menos, nos dificulta llegar y pensar
en esa otra fe que es aventura, amor por lo invisible y confianza por lo que aun no
viéndose se palpa y se guarda en el corazón.
Todos tenemos fe en algo o en alguien; el niño en sus padres; el estudiante en sus
profesores; el científico en sus experimentos, etc. Pero, la fe de la que nos habla el
Evangelio, es una fe que rebasa con creces los límites caducos de esas otras
pequeñas confianzas que tenemos en las personas o en las cosas. La fe de los
apóstoles es una fe mucho más amplia y rica que la fe en las pequeñas cosas.
¿Pedimos a Dios que nos aumente la fe? ¿Sentimos necesidad de ella? ¿Por qué el
hombre vaga sin esperanza, cabizbajo y perdido? Pues, entre otras cosas, porque
todo aquello que ha dado por válido, como definitivo para montarse en el tren del
bienestar ha resultado ser una “anestesia” de la auténtica fe y hasta de la misma
vida. Lo que cuenta y suena, lo que se impone por moda resulta ser, muchas veces,
anestesia permanente de la verdadera fe que conduce al encuentro personal con
Jesús y a una paz consigo mismo.
2.- Hoy, como los apóstoles, reclamemos al Señor que nos envíe unas buenas
vitaminas para que, nuestra fe, sea valiente, convencida, entusiasta. La Eucaristía
de cada día o de cada domingo, la escucha o la lectura personal y pausada de la
Palabra de Dios, la contemplación o –incluso en este mes de octubre- el rezo y la
reflexión del Santo Rosario pueden servirnos, perfectamente, para fortalecer y
aumentar nuestros deseos de seguir a Jesús Maestro con más fuerza que ayer. Y,
cómo no, los catequistas (siguiendo las palabras del Papa Francisco) contribuyen a
recuperar esa fe, esa memoria de Dios en medio del mundo.
--Que el Señor, en este domingo –en este mes del Rosario- nos haga desgranar las
cuentas de nuestros pensamientos, deseos, obras y sentimientos (auténticos
misterios de gozo y de dolor, de gloria y de luz). Y, al finalizarlas, según sean
nuestras pretensiones, comprobaremos si Dios ocupa el centro o el lateral de
nuestra vida. Si nuestra fe aumenta o disminuye. Si nuestro vivir cristiano es una
realidad o quedó en un papel mojado.
--Que el Señor nos haga descubrir y proteger –volviendo al principio- ese gran
obsequio y don de la fe. Sólo de esa manera podremos vivirla con intensidad, sin
rutina y con una convicción: Dios nos acompaña.
3.- AUMÉNTANOS LA FE
Para que disminuya nuestro egoísmo
y crezca nuestra disponibilidad
Para que se agigante nuestra confianza
y se achique nuestra incredulidad
Para que suba el termómetro de nuestra oración
y se debilite nuestro olvido de Ti
AUMÉNTANOS LA FE
Para que la esperemos como un regalo
y no como algo viejo y caduco
Para que la vivamos con entusiasmo
y no como lección aprendida
Para que se robustezca nuestro interior
y desaparezca nuestro orgullo
AUMÉNTANOS LA FE
Porque queremos ser tus testigos
Porque tememos perderte
Porque a nuestro lado surgen dificultades
Porque no siempre vemos todo claro
Porque seguirte es exigente
Porque amarte es negarnos a nosotros mismos
Porque queremos verte, sin necesidad de verte
Porque queremos que nos ilumines para no perderte
AUMÉNTANOS LA FE
Y, si ves que aumentamos en otras cosas,
haz, Señor, que Tú seas más importante
que la suma de todas ellas juntas.
Amén.