EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
viernes 04 Octubre 2013
Viernes de la vigésima sexta semana del tiempo ordinario
Libro de Baruc 1,15-22.
Ustedes dirán: Al Señor, nuestro Dios, pertenece la justicia; a nosotros, en cambio,
la vergüenza reflejada en el rostro, como sucede en el día de hoy; vergüenza para
los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén,
para nuestros reyes y nuestros jefes, para nuestros sacerdotes, nuestros profetas y
nuestros padres.
Porque hemos pecado contra el Señor,
le hemos sido infieles y no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, que
nos mandaba seguir los preceptos que él puso delante de nosotros.
Desde el día en que el Señor hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, hasta
el día de hoy, hemos sido infieles al Señor, nuestro Dios, y no nos hemos
preocupado por escuchar su voz.
Por eso han caído sobre nosotros tantas calamidades, así como también la
maldición que el Señor profirió por medio de Moisés, tu servidor, el día en que hizo
salir a nuestros padres del país de Egipto, para darnos una tierra que mana leche y
miel. Esto es lo que nos sucede en el día de hoy.
Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, conforme a todas las
palabras de los profetas que él nos envió.
Cada uno se dejó llevar por los caprichos de su corazón perverso, sirviendo a otros
dioses y haciendo el mal a los ojos del Señor, nuestro Dios.
Salmo 79(78),1-2.3-5.8.9.
Oh Dios, los paganos han entrado en tu heredad,
han profanado tu santuario,
y a Jerusalén la han dejado en ruinas.
Arrojaron los cuerpos de tus siervos
como carroña a las aves de rapiña
y la carne de tus fieles a las fieras.
Derramaron la sangre como el agua
en torno a Jerusalén y no había ningún sepulturero.
Somos una vergüenza ante nuestros vecinos,
objeto de risa y burla a nuestro derredor.
¿Hasta cuándo, Señor, durará tu cólera?
¿Tus celos quemarán siempre como fuego?
No nos tengas rencor por faltas de nuestros padres,
que tu misericordia corra a nuestro encuentro,
pues ya no podemos más.
Ayúdanos, oh Dios, salvador nuestro,
en atención a la gloria de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
en honor a tu nombre.
Evangelio según San Lucas 10,13-16.
¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se
hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se
habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza.
Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos
rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás
precipitada hasta el infierno.
El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a
ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me
envió".
Comentario del Evangelio por:
Beato Juan Pablo II (1920-2005), papa
Encíclica “Redemptoris missio”, § 38-39 (trad. © Libreria Editrice
Vaticana)
«El que os escucha a vosotros a mí me escucha ; el que os rechaza a
vosotros a mí me rechaza »
Nuestro tiempo es dramático y al mismo tiempo fascinador. Mientras por un lado
los hombres dan la impresión de ir detrás de la prosperidad material y de
sumergirse cada vez más en el materialismo consumista, por otro, manifiestan la
angustiosa búsqueda de sentido, la necesidad de interioridad, el deseo de aprender
nuevas formas y modos de concentración y de oración. No sólo en las culturas
impregnadas de religiosidad, sino también en las sociedades secularizadas, se
busca la dimensión espiritual de la vida como antídoto a la deshumanización… La
Iglesia tiene un inmenso patrimonio espiritual para ofrecer a la humanidad: en
Cristo, que se proclama «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6).
La Iglesia debe de ser fiel a Cristo; ella es su cuerpo y recibe la misión de hacerle
presente. Es necesario que “siga el mismo camino que Cristo, el camino de la
pobreza, de la obediencia, del servicio y de la inmolación de sí hasta la muerte, de
la cual salió victorioso por su resurrección” (Vaticano II, AG 59). Así pues, la Iglesia
debe hacer todo lo posible para realizar su misión en el mundo y llegar a todos los
pueblos; tiene también el derecho, concedido por Dios, de llevar a cabo la
realización de su plan. La libertad religiosa, a veces todavía limitada o restringida,
es la condición y la garantía de todas las libertades que fundamentan el bien común
de las personas y de los pueblos. Es de desear que se conceda a todos y en todo
lugar la verdadera libertad religiosa… Se trata de un derecho inalienable de toda
persona humana.
Por otra parte, la Iglesia se dirige al hombre en el respeto total hacia su libertad;
la misión no restringe la libertad sino que la favorece. La Iglesia propone; no
impone jamás; respeta a las personas y a las culturas, y se detiene ante el altar de
la conciencia. A los que, bajo diversos pretextos, se oponen a su actividad
misionera, la Iglesia les repite: “¡Abrid las puertas a Cristo!”
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”