XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
La fe es la luz que nos hace ver las cosas auténticamente, nos da fuerza
para responder a la palabra de Dios que nos guía hacia el bien, y nos hace
mover montañas
“En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor: -Auméntanos la
fe.
El Señor contestó: -Si tuvierais fe como un granito de mostaza,
diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y
os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como
labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de
vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?» ¿No le
diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y
bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar
agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo
vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos
unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer»
( Lucas 17,5-10).
1. “-En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor: -Auméntanos la
fe”. El año de la fe (2013) tiene un himno que nos puede servir para dirigir
a Jesús esta oración que le dirigieron sus discípulos: “Caminamos llenos de
esperanza, pero a tientas en la noche. Vienes tú en el Adviento de la
historia, eres tú el Hijo del Altísimo. Credo Domine, credo! (CDC) Con los
santos que caminan con nosotros, Señor, te pedimos: Adauge, adauge
nobis fidem! Credo Domine, adauge nobis fidem! (ANF)
Caminamos fatigados y perdidos, sin el pan de cada día. Tú nos nutres con
la luz de Navidad, eres tú la estrella de la aurora. (CDC) Con María, la
primera creyente, Señor, te rogamos: (ANF)
Caminamos cansados y sufrientes, aún abiertas las heridas. Quien te busca
en su desierto, tú lo curas, eres tú la mano que nos sana. (CDC) Con los
pobres que nos llaman a la puerta, Señor, te invocamos: (ANF)
Caminamos bajo el peso de la cruz, tras las huellas de tus pasos. Resucitas
la mañana de la Pascua, eres tú el Viviente que no muere. (CDC)
Con los fieles que quieren renacer Señor, te suplicamos: (ANF)
Caminamos esperando el fuego nuevo que se enciende en Pentecostés. Tú
recreas la presencia de aquel soplo, eres tú la Palabra del futuro. (CDC) Con
la Iglesia que anuncia tu Evangelio, Señor, te imploramos: (ANF)
Caminamos cada día que nos donas, con los hombres de este mundo. Tú
nos guías por las sendas de la tierra, eres tú la meta que anhelamos. (CDC)
Con el mundo donde el Reino está presente, Señor, te clamamos: (ANF)
"Sólo se puede ver correctamente con el corazón; lo esencial permanece
invisible para el ojo" (A. Saint-Exupéry, El Principito) . J. H. Newman ya dijo:
"creemos porque amamos". El Papa Francisco, en su Encíclica conjunta con
Benedicto XVI, relaciona la fe y amor comenzando con la frase de S. Pablo:
« Con el corazón se cree » ( Rm 10,10). Es en el corazón que “la fe
transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor.
Esta interacción de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de
conocimiento propio de la fe, su fuerza de convicción, su capacidad de
iluminar nuestros pasos. La fe conoce por estar vinculada al amor, en
cuanto el mismo amor trae una luz. La comprensión de la fe es la que nace
cuando recibimos el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y
nos da ojos nuevos para ver la realidad” (n. 26).
Hoy día se ve el amor como un sentimiento que va y viene. Pero nuestra
afectividad no es tan pobre, es apertura a la persona amada, un camino que
es salir de mi “yo” hacia el “tú” para construir un “nosotros”, una relación
duradera; el amor tiende a la unión con la persona amada. Tiene que ver
con la verdad y sólo entonces dura, es verdadero: “unifica todos los
elementos de la persona y se convierte en una luz nueva hacia una vida
grande y plena” (n. 27).
Amor y verdad se necesitan. “Amor y verdad no se pueden separar. Sin
amor, la verdad se vuelve fría, impersonal, opresiva para la vida concreta
de la persona. La verdad que buscamos, la que da sentido a nuestros pasos,
nos ilumina cuando el amor nos toca. Quien ama comprende que el amor es
experiencia de verdad, que él mismo abre nuestros ojos para ver toda la
realidad de modo nuevo, en unión con la persona amada” (27). Y cita a san
Gregorio Magno: el amor mismo es un conocimiento, lleva consigo una
lógica nueva, mirar juntos como Guillermo de Saint Thierry señala que el
amado dice a la amada lo del Cantar: « Palomas son tus ojos » (Ct 1,15):
los dos ojos son la razón creyente y el amor, que se hacen uno solo para
llegar a contemplar a Dios, cuando el entendimiento se hace
«entendimiento de un amor iluminado». Los dos vuelan juntos…
Es el amor como fuente de conocimiento, mezcla de lo que se oye (y se
responde a Dios) con lo que se ve (luz que se refleja en nosotros), escucha
en el tiempo y luz en visión de conjunto instantánea… y todo, con libertad:
« vio y creyó » ( Jn 20,8) según san Juan: « Lo que hemos oído, lo que
hemos visto con nuestros propios ojos […] y palparon nuestras
manos acerca del Verbo de la vida » (1 Jn 1,1). Y también tocar, como
hacía con sus milagros y ahora a través de los sacramentos y san Agustín
afirma: «Tocar con el corazón, esto es creer».
-“El Señor contestó: -Si tuvierais fe como un granito de mostaza,
diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y
os obedecería”. Para eso pedimos al Señor cambiar nuestro corazón,
fiarnos totalmente de él, ver con sus ojos, aprender a vivir y a sentir y a
pensar tal como él vivía y sentía y pensaba.
- Los criados cumplen su deber y no esperan nada… “Lo mismo
vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos
unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer»
¿Seguir a Jesús por la recompensa? Decía Kant que eso era utilitarismo…
Una antigua poesía: “No me mueve, mi Dios, para quererte, / el cielo que
me tienes prometido / ni me mueve el infierno tan temido / para dejar
por eso de ofenderte. / Tú me mueves, Señor, muéveme el verte /
clavado en una cruz y escarnecido, / muéveme ver tu cuerpo tan herido, /
muévenme tus afrentas y tu muerte. / Muéveme, en fin, tu amor, y en tal
manera / que aunque no hubiera cielo, yo te amara, / y aunque no
hubiera infierno, te temiera. / No me tienes que dar porque te quiera, /
pues aunque cuanto espero no esperara, / lo mismo que te quiero te
quisiera.” No hemos de hacer las cosas por el premio, pero sí por amor, y
es que han separado el amor del premio y ahí está el error. Hemos de
amar y ahí está nuestro premio, no desear otro: «El servir a Dios nada le
añade a Dios, ni tiene Dios necesidad alguna de nuestra sumisión; es él,
por el contrario, quien da la vida; la incorrupción y la gloria eterna a los
que le siguen y le sirven, beneficiándolos por el hecho de seguirle y
servirle, sin recibir de ellos beneficio alguno» (San Ireneo). El egoísta es
como un saco roto: insaciable y triste.
«La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la
fe...» ( Catecismo 148) «Durante toda su vida, y hasta su última prueba,
cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de
creer en el ‘cumplimiento'’ de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia
venera en María la realización más pura de la fe» (149). Ella nos habla de
una fe que lleva al servicio, se hizo «la esclava del Señor» (Lucas 1,38).
2. “ ¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te
gritaré «Violencia», sin que me salves? ¿Por qué me haces ver
desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen
luchas, se alzan contiendas?” Es una queja en medio de la catástrofe,
y tantas veces nos preguntamos también nosotros: “¿por qué esto...?,
¿hasta cuándo me pasará esto otro...? La respuesta de estos
interrogantes no nos viene más que por la fe y el amor que dan sentido al
dolor. En Habacuc este interrogante tiene fuerza de tragedia, porque para
él no existía aún la Cruz ni la resurrección.
El injusto agresor es como un cazador o pescador, que va tras sus presas:
" con ellos cogió rica presa y comida abundante ". Sigue haciendo de
su poder un dios y el verdadero Dios, " ¿sigue contemplando en
silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente? " La
respuesta llegó: paciencia pues todo " ha de llegar sin retrasarse, pero,
si tarda, espera ". Y mientras "el injusto se hincha", la hinchazón no es
sino viento y vacío. En cambio, " el justo vivirá por la fe ", salvará su
vida por la confianza en Dios, con su fiel perseverancia.
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos
salva; entremos a su presencia dándole gracias, vitoreándolo al
son de instrumentos. Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo
al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios y nosotros su
pueblo, el rebaño que él guía ”. Este pastor es Jesús: " Yo soy el buen
pastor "... (Juan 10).
" Ojalá escuchéis hoy su voz "… La voz de Dios está en nuestro corazón.
Ahí también el buen pastor nos silva para guiarnos… "En lo más profundo
de su conciencia el hombre descubre la existencia de una ley que él no se
dicta a sí mismo pero a la cual debe obedecer y, cuya voz, lo llama
siempre que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal;
cuando es necesario le dice claramente a los sentidos del alma: haz esto,
evita aquello. En realidad el hombre tiene una ley escrita por Dios en su
corazón…" (Concilio Vaticano II).
" No endurezcáis el corazón ". Señor, líbrame de toda sordera, de toda
malicia, de todo mal. Un día estaba yo sentado cerca del Himalaya, a la
orilla de un río. Saqué del agua una piedra hermosa, dura, redonda, y la
rompí. Su interior estaba completamente seco. Esta piedra hacía tiempo
que estaba en el agua, pero el agua no había penetrado en ella. Lo mismo
ocurre con los hombres de Europa. Hace tiempo que fluye en torno suyo
el cristianismo, y éste no ha penetrado y no vive dentro de ellos. La falta
no está en el cristianismo, sino en los corazones cristianos (Sadhu Sundar
Singh).
3. Pablo anima a Timoteo para que luche fielmente por el evangelio.
Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te
impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu
cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio”. El elegido
debe acordarse del Espíritu que le ha sido, conferido con la imposición de
manos. Debe «avivar» en sí el fuego que quizá sólo arde tímidamente,
porque es un « Espíritu de energía, amor y buen juicio »: en tres
palabras explica la fuerza se encuentra precisamente en el amor, fuerza
para luchar contra los poderes antidivinos; esta fuerza del amor es el
arma del cristiano. Esto se inculca una vez más: hay que trabajar por el
Evangelio según las fuerzas que nos ha conferido el Espíritu, hay que
«permanecer» en el «amor» que se nos ha dado, y todo ello conforme al
ejemplo de los santos, que incluso en prisión tuvieron fuerza para sufrir
por el Evangelio; éste precisamente puede ser el « buen combate » (2 Tm
4,7), el más fecundo, porque se libra junto con el Cordero (von
Balthasar): “No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y
por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del
Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé”.
Llucià Pou Sabaté