XXVII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Lunes
Lecturas bíblicas
a.- Jon. 1,1-2,1.11: Se levantó Jonás para huir lejos del Señor.
b.- Lc. 10, 25-37: ¿Quién es mi prójimo?
Este evangelio tiene dos momentos: la pregunta del doctor de la ley (vv.25-28), y
la parábola del buen samaritano (vv. 29-37). A la pregunta de un experto en la Ley
de cómo obtener la vida eterna, se circunscribe a lo que acaba de escuchar, que los
nombres de los apóstoles están escritos en el libro de la vida (cfr. Lc.10,20). Se
viven los tiempos del Mesías, de ahí la pregunta acerca de lo que hay que hacer
para entrar en la vida eterna (cfr. Lc.10, 17). La respuesta a Jesús remite a lo que
todo creyente sabe: “Amarás a Dios…y al prójimo como a ti mismo” (v. 27; cfr. Dt.
6,5; Lv.19, 18). Como miembro del pueblo de Israel, el maestro de la Ley, sabe
amar a Dios, pero no comprende el contenido del mandamiento respecto al
prójimo, y de ahí que insista en saber quién es su prójimo (v. 29). El precepto de
amor a Dios se profesaba diariamente, ligaba al hombre hasta lo más profundo de
su ser, muy unido a este precepto está asociado el del prójimo, el amor a uno
mismo se presenta como medida del amor al otro. Con esto se afirma que el que
hace la voluntad de Dios, existe para Dios y el prójimo; será el centro de su vida,
pues lo ama con todas sus fuerzas. En el amor al prójimo se ha de expresar el amor
a sí mismo y la entrega a Dios. “¿Quién es mi prójimo?” (v.29), él ocupa el centro
de la pregunta. Los fariseos viven para justificarse a sí mismos, lo que Jesús les
reprocha continuamente (cfr. Lc. 16,15; 18,11). L ley mandaba el amor a los
compatriotas y extranjeros que vivían en Israel, pero más tarde, se restringió sólo a
los prosélitos, extranjeros que habían abrazado la fe judía. Los fariseos excluían a
los ignorantes de la ley y los contrarios a su partido. Muchas cuestiones quedaban
pendientes acerca de la interpretación de la Ley. La parábola que Jesús le propone,
segundo momento de este pasaje evangélico, revela que el hombre malherido, es
una persona necesitada y el amor al prójimo, consistirá en ayudarlo con diligencia.
El buen samaritano, no hace ningún tipo de cuestionamiento, sino que ve la
necesidad y ayuda; el principio que está detrás de la acción del samaritano es el ir
descubriendo la necesidad del otro y la pronta ayuda que se puede brindar al
necesitado. La actitud del sacerdote y del levita, representantes del culto a Yahvé,
que volvían del templo, pasan sin asistir al herido, pensando que estaba muerto,
para no tocarlo y caer en impureza ritual, pensaron más en sí mismos que en el
prójimo. Se da una separación entre culto y misericordia. El samaritano enemigo de
los judíos se compadeció, realizó seis acciones, descritas con solicitud y naturalidad
(vv.35-36) en su favor has su completa recuperación. En la pregunta de Jesús, el
centro de la misma es él prójimo necesitado. La respuesta del doctor de la ley
estable que el practicó la misericordia con el desvalido se hizo prójimo para él. Todo
hombre necesitado es prójimo de un discípulo de Jesús, donde la misericordia
llama, el amor al prójimo está pronto a ponerse en acción. El samaritano aventaja
con creces, al sacerdote y al levita, que sirven a Dios, porque él fue misericordioso
(cfr. 1Jn.3,18; Sant.2,15; Os.6,69. Al misericordioso Jesús lo declara
bienaventurado (Mt.5,7), se hace obediente a Dios.
Puestos los ojos en Cristo, enseña Santa Teresa de Jesús, vamos imitando su amor
al prójimo: “Va imitando este amor, al que nos tuvo el buen amador Jesús” (CV
7,4).