XXVII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Sábado
Lecturas bíblicas
a.- Jl.3,12-21: Mano a la hoz, madura está mies.
b.- Lc. 11, 27-28: Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios.
Este evangelio, presenta una gran alabanza a la Madre de Jesús, de parte de una
mujer del pueblo que escuchaba a Jesús. ¿Qué puede salvar al hombre de no volver
a caer bajo el poder de Satanás? “Bienaventurado el seno que te llevó…” (v.27). La
alabanza de la Madre, se dirige al Hijo. La mujer del pueblo alaba a Jesús, por
medio de su Madre en un plano biológico, es decir, por su vientre fecundo, y sus
pechos generosos, en la línea de la espiritualidad vetero testamentaria, donde la
mujer engendraba hijos para sus esposo. La mujer, habiendo las críticas de los
fariseos, descubre la grandeza de Jesús, vece a Satanás porque trae la salvación.
La gloria del Hijo se extiende también a la Madre. Jesús responde que la verdadera
bienaventuranza, consiste en escuchar la palabra de Dios y se pone en práctica, por
la fuerza de la gracia y la fe, engendra al hombre que acepta el evangelio del reino
de Dios (v. 28; cfr. Lc. 6, 20-22). Entonces María es la primera Bienaventurada,
porque escucha la palabra de Dios, y la guarda. Escuchar, guardar, y hacer vida la
palabra de Jesús, es lo que preserva de recaer bajo el domino de Satanás. María
escuchó, dijo su Sí, al Padre, creyó, guardó la palabra de Dios. María, hay que
felicitarla, porque como dijo la mujer, es la Madre de Jesús, vencedor de Satanás,
enviado del Padre que trae la salvación, pero porque escuchó la palabra de Dios y
la guardó, la meditó y la hizo vida solícita por el prójimo. Recibe la alabanza porque
ha creído a lo que le ha dicho el Señor. Su vida es bienaventurada por su fe,
fundamento del júbilo y bendición de los que como Ella creen en la palabra de Dios
(cfr. Lc. 1, 39-45). Como verdadera discípula ha seguido al Hijo por el camino de la
fe y el dolor, la espada y la humillación hasta la Cruz (cfr. Lc. 2, 33-35; 41-52;
23,49). María será siempre modelo de mujer abierta al don de la palabra de Dios y
de la vida nueva que ella engendra; modelo de respuesta generosa y confiada a la
palabra que Dios le ha comunicado en forma personal. La Iglesia nos invita a poner
nuestra mirada en la Madre de Jesús, para aprender en su escuela a ser discípulos
de su Hijo.
Teresa de Jesús, desde pequeña escuchó la palabra de Dios en sermones y lecturas
espirituales que hizo luego en su adolescencia y juventud, de ahí el amor que
manifestó por escuchar a Jesús a través de las Sagradas Escrituras. “Siempre yo he
sido aficionada, y me han recogido más las palabras de los Evangelios que libros
muy concertados” (CV 21,4).