XXVII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Sábado
… dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del primer libro de las Crónicas 15,3-4. 15-16;16,1-2:
En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para
trasladar el arca del Señor al lugar que le habla preparado. Luego reunió a los
hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los
hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como habla mandado Moisés
por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los
cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de
instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron
en el centro de la tienda que David le habla preparado. Ofrecieron holocaustos y
sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al
pueblo en nombre del Señor.
Sal 26,1.3.4.5 R/. El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R/.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R/.
El me protegerá en su tienda el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,27-28:
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el
gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que
te criaron.»
Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la
cumplen.»
II. Compartimos la Palabra
Y trajeron sobre los hombros el Arca de Dios.
Un gran acontecimiento: el rey ha considerado necesario dar un alojamiento
más digno al Arca de la Alianza, el lugar donde Dios asienta todo su poder entre
los hombres.
Es una tendencia humana que viene de siempre y que seguirá repitiéndose a lo
largo de la historia presente o futura: el hombre poderoso quiere levantar
templos dónde Dios se encuentre a gusto. Igual que David mejora la primera
tienda y Salomón edifica un grandioso templo, los hombres hemos ido
levantando grandiosos templos, magníficos edificios donde encerrar a Dios,
haciéndolos bellísimos, dotándolos de riquezas innumerables. ¿Jaulas de oro, tal
vez?
Pero Dios siempre escapa de estas prisiones. No es en el gran templo donde
quiere morar; Él se siente más cómodo sobre los hombros de los hombres. Es
entre los hombres donde quiere tener su templo, no un templo de frías piedras,
sino de cálidos corazones que laten solidariamente.
Dichoso el vientre que te llevó.
Un hermoso piropo dirigido a la Madre de Jesús, que este parece rechazar
poniendo delante de la madre a todos los que escuchan la Palabra y la cumplen.
Un aparente rechazo que implica una mayor alabanza. ¿Quién ha escuchado la
Palabra de Dios y la ha cumplido tan al pie de la letra que la ha encarnado, que
la ha hecho hombre?
Cuando Jesús dice que mejor los que escuchan la Palabra y la cumplen, no
puede tener en mente otra cosa que a su madre. Ella es la que ha escuchado y
ha cumplido; la que ha entregado su vida total al servicio de Dios. María se ha
arriesgado, confiando plenamente que Dios proveería lo necesario. Y esta
confianza se mantendrá firma hasta en el terrible momento de la cruz , tal vez
sin entender la situación, pero continuó cumpliendo la Palabra de Dios hasta
que, cumplidos sus días en la tierra, fue recibida en la presencia de Dios.
Hoy celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Pilar. Y puede que estemos
aplicando criterios nuestros, humanos, a ras de tierra, para entender a María, la
Virgen Madre del Hijo de Dios. Enaltecemos a la mujer, la coronamos de oro y
piedras preciosas, la damos títulos, más que sonoros, retumbantes, sin tener
presente que el mayor mérito de María no es su virginidad, no es su embarazo y
el alumbramiento del Hijo. Estas cosas son grandes, ¿quién lo duda?, pero el
verdadero mérito de María está en su humildad, en su absoluta obediencia a la
Palabra de Dios y haber puesto su vida y su persona enteras, sin reservas, al
servicio de la Palabra. María no necesita que la hagamos reina de nada; ella
tiene el mayor de los reinos posibles: el amor de Dios que en ella se complace y
la hace bendita entre todas las mujeres.
D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)
Con permiso de dominicos.org