Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 27, Lunes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Se levantó Jonás para huir lejos del Señor * Sacaste mi
vida de la fosa, Señor. * ¿Quién es mi prójimo?
Textos para este día:
Jonás 1,1-2,1-11:
Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del Señor: "Levántate y vete a Nínive, la
gran ciudad, y proclama en ella: "Su maldad ha llegado hasta mí."" Se levantó
Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que
zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos
del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una
gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los
marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para
aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía
profundamente. El capitán se le acercó y le dijo: "¿Por qué duermes? Levántate e
invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no
perezcamos." Y decían unos a otros: "Echemos suertes para ver por culpa de quién
nos viene esta calamidad." Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le
interrogaron: "Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio?
¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?" Él les contestó: "Soy un
hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme." Temieron
grandemente aquellos hombres y le dijeron: "¿Qué has hecho?" Pues
comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado. Entonces le
preguntaron: "¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?" Porque el
mar seguía embraveciéndose. Él contestó: "Levantadme y arrojadme al mar, y el
mar se os aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta."
Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía
embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: "¡Ah, Señor, que no
perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre
inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres." Levantaron, pues, a Jonás y lo
arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos
hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un
gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y
tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme .
Jonás 2,3-8:
En mi aflicción clamé al Señor, / y me atendió; / desde el vientre del infierno pedí
auxilio, / y escuchó mi clamor. R.
Me arrojaste a lo profundo en alta mar, / me rodeaban las olas, / tus corrientes y tu
oleaje pasaban sobre mí. R.
Yo dije: "Me has arrojado de tu presencia; / quién pudiera ver de nuevo tu santo
templo." R.
Cuando se me acababan las fuerzas / me acordé del Señor; / llegó hasta ti mi
oración, / hasta tu santo templo. R.
Lucas 10,25-37:
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para
ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" Él
le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?" Él contestó: "Amarás al
Señor, tu, Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y
con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo." Él le dijo: "Bien dicho. Haz esto y
tendrás la vida." Pero el maestro de la Ley queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
"¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó,
cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se
marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel
camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó
a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio
lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo
en su propia cabalgadura, lo llevó en una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó
dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de
más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como
prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" Él contestó: "El que practicó la
misericordia con él." Díjole Jesús: "Anda, haz tu lo mismo."
Homilía
Temas de las lecturas: Se levantó Jonás para huir lejos del Señor * Sacaste mi
vida de la fosa, Señor. * ¿Quién es mi prójimo?
1. Profeta, a pesar de sí mismo
1.1 Si hay una especie de constante en la Biblia es que a Dios le cuesta conseguir
ayudantes. Moisés se queja de que no sabe hablar, Gedeón de que su familia es
poco importante, Jeremías de que es muy joven, y Jonás, ya lo vemos hoy, sale
huyendo de su destino.
1.2 La historia de Jonás se parece mucho a las parábolas del Nuevo Testamento.
Así como no hay que suponer que cada detalle de las parábolas sucedió alguna vez
en alguna parte, así tampoco lo importante aquí es cómo sobrevivió Jonás a los
jugos gástricos de la ballena. Lo importante es ver el mensaje. Incluso lo ridículo
mismo de la situación sirve pedagógicamente para que la parábola o historia
edificante se queda bien grabada en la mente.
1.3 Por otra parte, el relato marítimo, en medio de su bizarro desenlace, tiene algo
que decirnos sobre el corazón de Jonás: es un hombre que ama la justicia más que
la propia vida. Es capaz de reconocer dónde está lo malo y dónde lo bueno, aunque
ello implique morir él mismo. Por algo Dios le tiene una misión que consiste
precisamente en denunciar el mal, aunque con alguna sorpresas más para el mismo
Jonás.
2. El Buen Samaritano
2.1 La Arquidiócesis de Madrid, en su página web (http://www.archimadrid.es), que
recomendamos, ofrece una preciosa reflexión sobre el evangelio de hoy. De allí
tomamos lo que sigue, aunque siguiendo nuestra numeración habitual.
2.2 Aquel hombre, queriendo justificarse, le hace una segunda pregunta a
Jesucristo: ¿Y quién es mi prójimo? La respuesta de Jesús —Un hombre...
despojado, golpeado, medio muerto— es una de sus enseñanzas más luminosas,
como un compendio de todo el Evangelio: la parábola del buen samaritano.
También podríamos denominarla la parábola del hombre despojado. Mi prójimo es
un hombre cualquiera que me encuentro tirado en el camino, herido, abandonado.
Ese hombre concreto está apelando a la conciencia de quien lo encuentra: para que
reconozca en el rostro desfigurado y en el cuerpo contrahecho, dolorido, la imagen
del hermano, del otro yo que pide una ayuda efectiva, una mano cercana.
3. ¿Quién era, quién es ese pobre?
3.1 Intentemos ahora comprender nuestra sociedad a la luz de este evangelio. Así,
podríamos afirmar que esa persona concreta despojada es hoy uno de los miles de
niños —la criatura más débil e inocente— que son eliminados en el seno materno.
La cuna natural de la vida se convierte para él en el corredor de la muerte. Una
sociedad que legitima un crimen tan abominable como el aborto está perdiendo el
sentido mismo de la dignidad humana, base de los derechos fundamentales y de la
verdadera democracia.
3.2 Esa persona concreta despojada en nuestra sociedad puede ser una de las
madres que, ante las dificultades para sacar adelante al hijo de sus entrañas, es
dejada sola. En ese período en el que necesita más ayuda muchas veces no
encuentra el apoyo efectivo al que tendría derecho.
3.3 Esa persona concreta despojada puede ser también hoy, en nuestra sociedad,
uno de los emigrantes pobres que acuden a nuestras tierras —quizá tras sobrevivir
a una penosa travesía—, buscando una oportunidad en la vida. En ocasiones
encuentra que el bienestar no es repartido entre todos.
3.4 Esa persona concreta despojada puede ser hoy, en nuestra sociedad, uno de
esos muchos ancianos abandonados. La sociedad los considera cada día más como
una carga insoportable. Se llega a la aberración de la aceptación cultural y legal de
la llamada eutanasia, forma gravísima de insolidaridad. La enumeración de formas
de despojo podría seguir.
3.5 Continúa la parábola: Casualmente pasó junto al hombre herido un sacerdote y
después un levita. Ambos lo vieron, pero dieron un rodeo. Esta mención debió
ruborizar a su interlocutor y al resto de las autoridades religiosas que escuchaban
en ese momento a Jesús. También nosotros, pastores de la Iglesia, y todos los
discípulos de Cristo, hemos de sentirnos directamente interpelados por esta
indicación del Maestro. No podemos pasar de largo ante ese hombre que
encontramos, hoy, despojado, en nuestro camino, en nuestras calles. La Palabra de
Dios nos llama a un profundo examen de conciencia y revisión de vida. La
coherencia y la credibilidad de nuestro anuncio cristiano requiere que amemos con
obras.
4. Brota la Luz
4.1 Pero sigue aún el relato de Jesús. Y es en este momento oscuro cuando brota la
luz. La historia de una tragedia fratricida de crueldad e indiferencia se transforma
en historia de amor fraterno, hermoso. Es precisamente un samaritano —
considerado habitualmente por los contemporáneos de Jesús como un infiel
despreciable— quien se mueve a compasión ante el hombre malherido y se desvive
por él. El buen samaritano es la figura de la persona que vive para los demás,
abierto a compartir los sufrimientos de los otros.
4.2 Gracias a Dios en nuestra sociedad son muchos, miles, —cristianos o no— los
que reviven con infinidad de gestos ocultos la actitud generosa, hondamente
humanitaria, del que se acercó al hombre maltrecho. Son muchos los que acogen
con amor sacrificado al niño por nacer, a la madre en apuros, al emigrante
desamparado, al anciano desvalido. Ese amor hecho obras de misericordia es el que
hoy edifica eficazmente la civilización del amor y la cultura de la vida.
4.3 Acabada la narración, Jesús le devuelve la pregunta a su docto interlocutor.
Pero cambia los términos. La cuestión sobre la identidad del prójimo —¿Quién es mi
prójimo?— tiene una respuesta obvia: todo hombre. La cuestión decisiva es otra:
¿Quién fue prójimo del hombre despojado? La respuesta debe darla cada ser
humano con sus obras. Esa respuesta decide, juzga, el auténtico valor de su vida.
4.4 En su contestación el interlocutor no se atreve a mencionar el nombre
samaritano, pero acierta igualmente. Fue verdaderamente prójimo del hombre
despojado el que practicó misericordia con él. Hasta un niño habría sabido contestar
a una pregunta tan fácil. El Evangelio de la misericordia predicado por Jesús llega —
sencillamente— al corazón del hombre, de todo hombre. La conclusión del diálogo y
de la parábola no requiere más comentarios. Requiere, simplemente, que cada uno
la convirtamos en norma de vida: Vete y haz tú lo mismo.