CICLO C
TIEMPO DE ADVIENTO
III DOMINGO
Hoy se nos hace una invitación: “estad siempre alegres en el Se￱or, os lo repito,
estad alegres…el Señor está cerca” (segunda lectura). Cristo Jesús, nuestro
Salvador, está en medio de nosotros, junto a nosotros.
Estamos hechos para la alegría verdadera, que es mucho más que las
satisfacciones pasajeras. Y no consiste en tener mucho poder o dinero. No es mera
diversión ni un estado de euforia. No está en lo superficial, sino en lo más
profundo. Nuestro corazón busca la alegría plena, sin fin.
La alegría es un elemento central del ser cristiano. El Dios-amor es alegría infinita
y eterna. Es la fuente de la verdadera alegría. Dios no se encierra en sí mismo.
Comparte el gozo de su amor eterno. Siempre responde a nuestras aspiraciones.
Goza con nosotros, en nosotros y por nosotros. Nos hace partícipes de su alegría,
divina y eterna. Nos ha creado para una felicidad plena y total.
La alegría está unida al amor: Amar da alegría, y la alegría produce amor. La
alegría del amor nos impulsa a compartirla. No podemos ser felices, si los demás no
lo son. El amor y la verdad harán que estemos alegres. Dios habita en quien le
ama a Él y al prójimo. Y donde está Dios hay alegría. Lo más divino es amar a Dios
y a los hermanos.
Dios quiere que el ser humano sea dichoso. Siguiendo sus mandamientos, que son
reglas de vida para una existencia feliz. Seguir al Señor, fiarse de Él, nos da la
felicidad. Amando, ayudando y sirviendo como hizo Cristo.
El cristiano es feliz porque nunca está solo. Sabe que Dios está siempre a su lado.
Como amigo fiel, en la alegría y en el dolor. Siempre estamos en las manos de
Dios. Que son las manos de una madre cariñosa. Dios está cerca no por el espacio
o el tiempo, sino por el amor: porque el amor acerca. El Se￱or “se goza y se
complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta” (primera
lectura)
La alegría es abrir nuestro ser al Dios-Amor. Que nos ofrece muchas alegrías
sencillas: la alegría de vivir, la familia, los amigos, amar y ser amado, ser útil a los
demás. “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35).
La alegría del cristiano nace del encuentro con la persona viva de Jesús. Cristo no
anula nuestro deseo de felicidad. La alegría es fruto de la fe en Cristo, el Dios
Emmanuel. Igual en todo a nosotros, menos en el pecado. Que nos “bautizará con
Espíritu Santo y fuego” (Evangelio). San Pablo escribía a los Gálatas: “El fruto del
Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad…” (5, 22-23). Y
Orígenes pone en boca de Jesús esta expresi￳n: “Quien está cerca de mí está cerca
del fuego; quien está lejos de mí está lejos del reino”.
Nuestro bautismo realizó en nosotros una profunda purificación. El hombre viejo
quedó aniquilado como por el fuego. Y el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Nos transforma y
hace de nosotros un ser nuevo y mejor a imagen de Cristo. El Señor está cerca de
nosotros. Habita en nosotros ¡Alegraos!
MARIANO ESTEBAN CARO