CICLO C
TIEMPO DE ADVIENTO
IV DOMINGO
La Natividad del Señor está muy cerca. No es un cuento para niños ni sólo una
fiesta muy entrañable. Es respuesta de Dios al pobre ser humano. En el Niño divino
está nuestra salvación. Es el Dios hecho hombre, el Emmanuel, el Dios-con-
nosotros.
El Evangelio de hoy es muy realista. Bien lo saben las madres. La criatura que late
junto a su corazón está viva y activa. “Da patadas”, se mueve. Como los niños de
Isabel y María. El Dios verdadero es hombre verdadero en el seno virginal de María.
Sin intervención de varón. Por obra del Espíritu Santo. Feto verdadero, bebé
verdadero, niño y joven verdadero.
En la primera lectura se anuncia que el Mesías nacería en Belén, una pequeña
aldea de Judá. Un punto determinado del mundo. El Dios hecho hombre no es ni
una fábula ni una leyenda. Es miembro de una estirpe, de una familia. Censado,
como cualquier ciudadano.
Es Dios-Hijo que toma un cuerpo humano real y concreto: en la encarnación, en
Belén, en la cruz sufriendo y en la gloria de la resurrección. Y hoy en la eucaristía.
El cuerpo de Cristo es nuestra salvación. “Cuando Cristo entró en el mundo dijo: Tú
no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo…Aquí estoy yo
para hacer tu voluntad…Y conforme a esta voluntad todos quedamos santificados
por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre” (segunda
lectura).
Por el primer pecado de Adán y Eva, el hombre rompió con su Creador. Ya entonces
Dios decidió salvar al hombre haciéndose hombre verdadero. Es la voluntad
salvadora de Dios: Cristo ofreció su cuerpo para santificarnos. Por su sacrificio, por
el bautismo y la fe, que obra por el amor, volvemos a la amistad con Dios. Somos
hijos de Dios en el Hijo eterno de Dios. Recibimos su gracia divina, su vida. Dios se
hizo hombre para que el hombre, participara de la naturaleza divina.
El único sacrificio de Cristo se realizó una sola vez en la cruz. Pero su eficacia es
permanente y eterna. En la misa el sacrificio de Cristo es actual. No es repetición ni
un nuevo sacrificio. Es el mismo sacrificio realizado en la cruz. Cristo se ofreció para
nuestra salvación. Se sigue ofreciendo ahora en la eucaristía. Es nuestro
contemporáneo. “La contemporaneidad de Jesús se revela de modo especial en la
Eucaristía, en la que Él está presente con su pasión, muerte y resurrección”
(Benedicto XVI).
MARIANO ESTEBAN CARO