VAYAMOS HACIA EL PILAR
Padre Javier Leoz
A punto de culminarse este Año de la Fe, que el Papa abrió el año pasado,
nos disponemos a celebrar esta gran fiesta mariana pero con sabor a fe.
Además, en esta celebración, convergen distintos sentimientos hispanos,
conmemorativos, patronales y –cómo no- la hermandad de todos los
pueblos de habla hispana. Nunca, un artefacto explosivo (colocado
recientemente en uno de los templos marianos más importantes de la
cristiandad) podrá acallar el significado de esta fiesta: María nos empuja y
nos lleva hacia el pilar de nuestra fe que es Cristo. Una fiesta, la del Pilar,
que arranca en los inicios del cristianismo –en las horas bajas de Santiago
Apóstol a su paso por España- y que le infundió ánimo y constancia en su
labor misionera.
1.- No podemos entender a María sin Cristo. Cristo es el camino pero, María, es un
atajo por el cual nos podemos llegar más y mejor hasta Él. Cristo es el centro de
nuestra fe, pero con María, aprendemos –en la escuela de su sencillez, obediencia,
alegría, pobreza y disponibilidad- a ponernos en camino para encontrarnos con Él.
Bien sabemos que es Cristo quien promete y cumple pero, con María, nuestras
peticiones son dejadas en forma de plegaria, oración o súplica con una sola
condición salida de los labios de la Virgen: “Haced lo que Él os diga”. Por lo tanto,
decir Virgen del Pilar, es decir “Cristo ha de reinar”. La mejor flor y el más
armonioso himno, la más rica corona o el más suntuoso manto siempre será eso:
descubrir, creer y caminar con Jesús. Peregrinar hacia el Pilar de Zaragoza o
celebrar la fiesta del Pilar sin ir al corazón de Cristo, sería tan contradictorio como ir
al mar y quedarnos suspendidos en un salvavidas sin tan siquiera tocar el agua.
La Virgen María, aun no siendo el pilar de nuestra fe, es una base que da sustento a
nuestra espiritualidad. Nos ayuda a entender la voluntad de Dios, a ponernos en pie
para ser testigos del amor de Dios. Decir “Virgen del Pilar” es dar solera a nuestras
vivencias cristianas. Es dejar que, Dios, ponga fondo –buena falta que nos hace- a
lo que decimos ser y practicar. Es, entre otras cosas, caer en la cuenta que –tal
vez- creer es fácil pero no resulta tan fácil dar razón y testimonio de lo que
creemos. ¿No será esta la causa, primera y última, de que otros levanten
edificaciones sociales, culturales, políticas o económicas –sin referencia a Dios-
porque nosotros no hemos ofrecido pilares con el resorte del evangelio? ¿A qué
esperamos?
2. María, sigue estando introducida en el sustrato y en las entrañas de nuestros
pueblos. Asomarse a Zaragoza y contemplar las torres del Pilar, es una llamada a
vivir con los pies en la tierra pero sin apartar los ojos del cielo: como Ella, como
María, como lo hizo María. Comprometida en la causa del hombre (¡cuánto no
disfrutaría al comprobar que su Hijo era Salvación de la humanidad!) pero a la vez
intuyendo que una fuerza poderosa, Dios, era la que pergeñaba todo aquello que
iba a resultar incomprensible para unos, duro para otros y escandaloso para otros
tantos más: ¡EL VERBO ENCARNADO!
Por ello mismo damos gracias a Dios. Por esta criatura tan privilegiada. Porque Ella
refleja perfectamente al cristiano que busca a Dios. A las personas que, con
sencillez y verdad, intentan vivir su fe y la transmiten como cauce de salvación y de
oxigenación a este mundo tan corrompido. En ese sentido, por qué no decirlo, en
cuanto que está muy cerca del pilar de nuestra fe (que es Jesús) también, María, se
convierte en una columna que ayuda y mucho a sostener la fe de millones de
hombres y de mujeres.
3.- Como hace siglos, María sigue señalándonos el lugar donde hemos de levantar
un templo para Dios. Ese lugar, maniatado por tantas cuerdas, confundido por
tantos amores, traspasado por tantos odios y preocupaciones es el corazón del
hombre.
--Que en este día de la Virgen del Pilar nos comprometamos como cristianos a
dejar el mejor solar de nuestros corazones para Dios. Para que el Espíritu Santo
realice a través de nosotros obras, sino tan grandes, sí tan leales y nobles como las
que se llevaron a cabo en Santa María.
--Que la Virgen del Pilar , espejo en el que se miran todos los pueblos de habla
hispana, nos ayude también hablar una sola lengua: el amor, el perdón, la fe, la
esperanza, la alegría, la confianza y nuestra convicción de que Dios cumple lo que
promete.
4.- TÚ, MARIA, PILAR. NOSOTROS PIEDRAS
Tu camino, será nuestro sendero
Tu meta, nuestro horizonte
Tu verdad, luz en nuestro caminar
Tu tesoro, Cristo: ayer, hoy y siempre.
Sí; María. Tú eres “pilar” que nos sostiene
en situaciones de flaqueza y de ruina
ayúdanos a ser, también nosotros,
sillares de paz y de esperanza.
A ser piedras vivas de ese templo vivo
que está llamado a ser el mundo
con la fuerza del Evangelio.
¿Nos ayudaras, María?
Sí; María. Tú eres “pilar”
al que nos agarramos en tiempos de tormenta
en el que nos apoyamos cuando la fe tambalea
en el que nos despertamos
cuando la esperanza es somnolienta.
Sí; María. Tú eres “pilar” que nos ampara
en situaciones de peligro y de discernimiento
en batallas no fáciles y sin tregua
en momentos amargos y noches oscuras.
Sí; María. Tú eres “pilar”
Pilar, en pequeño, que nos lleva a ese otro PILAR
Pilar de fe en Cristo
Pilar de la Resurrección de Cristo
Pilar de la Salvación de Cristo
Pilar de lo que nos espera en el cielo.
Ayúdanos, Virgen y Santa Madre mía,
a ser piedras que se vayan colocando
para construir caminos que conduzcan a los hombres
al destino final que es la Patria del Cielo.
Amén.