1
Domingo 28C TO
“¿Sólo uno volvió a dar gracias?” (Lc 17, 11-19)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Leprosos )
José Martínez de Toda, S.J. ( martodaj@gmail.com )
¿Hay gente desagradecida?
Te cuento esta historia:
<Érase una vez un niño que jugando en el muelle del puerto se cayó a las aguas
profundas del océano. Un viejo marinero, sin pensar en el peligro, se lanzó al agua, buceó
para encontrar al niño y finalmente, agotado, lo sacó del agua. Dos días más tarde la madre
vino con el niño al muelle para encontrarse con el marinero. Cuando lo encontró le preguntó:
- "¿Es usted el que se lanzó al agua para rescatar a mi hijo?
- "Sí, yo soy", respondió. La madre le dijo:
- "¿Y dónde está el gorro de mi hijo?”> (Félix Jiménez, escolapio)
El evangelio de hoy nos recuerda una dimensión profunda de toda vida humana y
cristiana: la gratitud, la acción de gracias.
Los leprosos debían soportar su propia enfermedad, y eran excluidos para que no
contagiaran a los demás. Pero además su enfermedad era considerada como un terrible castigo
divino; por ello eran «impuros» y debían ser repudiados por todos. Y sentían menos
compasión por ellos, porque creían que el leproso había causado por sí mismo el castigo.
Los leprosos debían vivir en lugares apartados, tenían estrictamente prohibido entrar
en las ciudades, y cuando iban por los caminos debían gritar “¡Inmundo! ¡Inmundo!”, para
que nadie se les acercara (Levítico 13, 45).
Como la enfermedad era tenida también por incurable, la única esperanza que les
quedaba a estos enfermos era el milagro. Si la curación se producía, un sacerdote tenía que
certificar con su palabra que su curación era cierta (Levítico 14, 1-32).
¿Qué hacen los leprosos cuando ven a Jesús?
Comienzan a gritar: “Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros” (v. 13). Si se
dirigiesen a un viajero corriente, este llanto de merced podría ser un simple pedir limosna.
Pero en este caso conocen el nombre de Jesús y se dirigen a él como ‘Maestro’. Han oído
hablar de Él, que cura enfermedades, y ahora su llanto es un pedir salvación.
¿Cómo reacciona Jesús ante los leprosos?
La gente de ordinario ignoraba a los leprosos. Los trataba como si no existieran, como
hacemos nosotros con los mendigos de la calle en la gran ciudad: prescindimos de ellos y
seguimos adelante sin siquiera mirarlos. En cambio el evangelio dice que Jesús ‘los vio’. No
era una mirada casual, sino de interés y cariño por ellos.
¿Qué les dice Jesús?
- Vayan, muéstrense a los sacerdotes (v. 14b).
Jesús, antes de sanarlos, les manda ser inspeccionados por los
sacerdotes. Normalmente, éstos pasan una semana en el templo de Jerusalén, pero residen en
otro lugar. Había sacerdotes judíos y samaritanos, que podían garantizar la salud del enfermo.
2
Además ellos podrán testimoniar el gran poder que tiene Jesús.
Y ¿qué les pasó a los leprosos?
Y aconteció, que yendo ellos, fueron limpios (v. 14). Los leprosos no fueron
sanados de inmediato, sino que son sanados al obedecer a Jesús.
Pero la palabra usada es quedar ‘limpio’. “Sanar” tiene que ver con restauración de la
salud corporal. Ser hechos “limpios” incluye dimensiones adicionales, como la salud social y
religiosa. Ahora, los que eran leprosos han sido restaurados y pueden volver a entrar en la
sociedad.
¿Cómo reaccionan los leprosos, cuando se ven curados?
Entonces uno de ellos, como se vio que estaba limpio, volvió glorificando a Dios a
gran voz ” (v. 15). Seguro que se lo diría a los otros nueve leprosos. Pero ninguno de ellos lo
acompañó.
Y derribóse sobre el rostro a los pies de Jesús, dándole gracias ” (v. 16a).
Y éste era Samaritano ” (v. 16b). Y Jesús comenta:
“¿No son diez los que fueron limpios? ¿Y los nueve dónde están? ¿No hubo quien
volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?” (vv. 17-18).
La ingratitud a menudo brota del egoísmo. Después de tan largo aislamiento, han de
estar ansiosos de reunirse con sus familias y reasumir una vida normal. Nos podemos
imaginar a los otros nueve, yendo cada uno por su camino, ansiosos por regresar a sus vidas
antiguas.
Y Jesús le dice al samaritano: Levántate, vete; tu fe te ha salvado (v. 19).
El samaritano fue ‘curado’, además fue hecho ‘limpio’ y ahora es ‘salvado’: tres
pasos, cada uno mejor que el anterior.
¿Cómo damos gracias nosotros?
- La misa es, antes que nada, dar gracias a Dios. Eucaristía significa ‘dar
gracias’.
- Muchos acuden a la iglesia para dar gracias por los beneficios recibidos.
- En el examen diario , que muchos hacen a mediodía hasta durante 15 minutos,
éstos son los puntos que Ignacio de Loyola recomienda tocar: 1 Dar gracias por los
bienes recibidos. 2 Pedir luz para conocer los pecados de ese día. 3 Examinarse. 4
Pedir perdón. 5 Proponer enmienda.
- Es bueno dar gracias antes de comer .
- También intercalamos en nuestra conversación la frase ‘ Gracias a Dios’ ,
cuando algo salió bien.
Debemos dar gracias a Dios por los acontecimientos extraordinarios que nos vengan,
pero también por los beneficios cotidianos, que recibimos todos los días. Todos son dones de
Dios.
Si las estrellas salieran solo una noche al año, todos nos pasaríamos esa noche horas
sin dormir para poder contemplarlas. Pero las vemos con tanta frecuencia, que ya no nos
molestamos ni en echarles un vistazo. ¡Qué fácilmente nos acostumbramos a nuestras
bendiciones y nos olvidamos de dar gracias por ellas!