Comentario al evangelio del Viernes 18 de Octubre del 2013
Imagínate por un momento, que tú pudieras reescribir la primera lectura de hoy, tomada de la segunda
carta a Timoteo, bajando a detalles tan humanos y cotidianos como hizo su autor… ¿Qué dirías? ¿A
quién estaría destinada? ¿De qué o de quién querrías advertir?
"Querido/a ...X..., tal persona me ha hecho daño, ten cuidado con ella... No-sé-quien siempre me trató
bien y es una persona fiel... Con este otro no te podría decir porque desapareció en cuanto las cosas
se pusieron feas y apenas le conocí... En tal historia no te entretengas mucho, no merece la pena… "
Ciertamente, de vez en cuando, nos vendría muy bien hacer un ejercicio de este tipo. En el fondo, es
echar un vistazo a mi vida, a mi entorno, a mis alegrías y desvelos… Es un ejercicio de lucidez, de
creación (por eso de aprender a poner nombre a lo que vivimos y atrevernos a decírnoslo en voz alta
para que “exista”…), un aprendizaje de puesta a punto del alma para seguir amando y esperando y
creyendo… Cada vez un poquito más, si es posible. Se trata de des-velarnos el alma de vez en cuando, a
fuerza de rehacer la propia lista de heridas y consuelos, de bendiciones y maldiciones recibidas. Pero
eso sí, queriendo ver como Dios lo mira, queriendo leerla vida como Dios la lee. Y aún así,
lógicamente, daremos nuestro tono particular al relato. Contaremos el paso de Dios por nuestra vida,
pero a nuestro estilo, con el aire que Dios Padre nos ha dado a cada uno.
Esto se ve muy bien en los evangelios. Cada evangelista, testigo de un mismo acontecimiento y cada
uno contándolo como es él, como es su comunidad de referencia, su lugar geográfico, sus
destinatarios… ¡Que belleza contemplar una y otra vez que Dios se toma en serio la encarnación de una
vez por todas y en todo!
La fiesta de hoy, recordando al evangelista Lucas, es un buen motivo para contemplarlo. Patrón de
artistas y médicos, especialmente sensible a los más pequeños y pobres, a las mujeres del Evangelio, a
la vida del Espíritu… Ese fue su don... Él, como tantos otros y otras, también fue enviado como cordero
en medio de lobos… Tú y yo, aquí seguimos… en el ese mismo empeño por llevar un poco de paz a los
demás, por acercar un poco el Reino. Un escrito del siglo II, el Prólogo antimarcionista del Evangelio
de Lucas, le describe así: “Lucas, un sirio de Antioquía, de profesión médico, discípulo de los
apóstoles, más tarde siguió a San Pablo hasta su confesión (martirio). Sirvió incondicionalmente al
Señor, no se casó ni tuvo hijos. Murió a la edad de 84 años en Beocia, lleno de Espíritu Santo”.
Ojalá vivamos de tal manera, que también de nosotros se pueda escribir que servimos
incondicionalmente al Señor, más allá del trabajo que hacemos, la vocación que vivimos o la edad que
tengamos.
Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz, Misionera Claretiana
Rosa Ruiz, misionera claretiana