CICLO C
TIEMPO PASCUAL
I DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN
Hoy, domingo de Resurrección, celebramos la fiesta más importante del año
cristiano. “Fiesta de fiestas” (San León Magno). Cristo ha resucitado. La muerte ya
no tiene dominio sobre Él. “Muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando
restaur￳ la vida” (Prefacio I de Pascua).
Jesús no sólo volvió a la vida como la hija de Jairo, el joven de Naín o Lázaro. Estas
personas milagrosamente, por el poder de Jesús, volvieron a la vida. Pero llegado el
momento, experimentaron el dolor, la agonía y la angustia de la muerte por
segunda vez.
El hombre Cristo Jesús, igual en todo a nosotros menos en el pecado, ya no está
sujeto a las limitaciones de la condición humana. El Crucificado-Resucitado ha sido
plenamente glorificado. Jesús es transformado talmente. Del estado de muerte
resucita a una vida nueva. “Con su muerte dio muerte a la muerte. ᄀMuerta la
muerte, nos libr￳ de la muerte!…La vida muri￳, la vida permaneci￳, la vida resucit￳,
y dando muerte a la muerte, con su muerte nos aportó la vida. Por tanto, la muerte
fue absorbida por la victoria de Cristo que es la vida eterna” (San Agustín).
La Resurrección de Cristo es la verdad culminante y central de nuestra fe. “Al tercer
día resucitó de entre los muertos”, proclamamos en el Credo de los Ap￳stoles; y el
Credo niceno-constantinopolitano dice: “resucit￳ al tercer día, según las
Escrituras”. El testimonio escrito más antiguo sobre la resurrecci￳n del Se￱or está
en la Primera carta de San Pablo a los corintios: “Porque os transmití, en primer
lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las
Escrituras; que fue sepultado y que resucit￳ al tercer día según las Escrituras” (1
Co 15, 3-8).
Este acontecimiento no es un milagro cualquiera del pasado, que podría resultar
indiferente para nosotros. Es un salto cualitativo hacia una nueva vida, hacia un
mundo nuevo. Su fuerza entra ya en este mundo y es capaz de transformarlo. “Es
el mayor evento de la historia de la salvación y, más aún, podemos decir que en la
historia de la humanidad, puesto que da sentido definitivo al mundo” (Juan Pablo
II).
Cristo Jesús, el Viviente para siempre, da la vida eterna ya a cuantos creen en él. El
resucitado no pertenece al pasado, sino que está presente hoy. Es nuestro
contemporáneo y nos hace partícipes de su inmortalidad. La nueva vida que se
concede a los creyentes como consecuencia de la Resurrección de Cristo consiste en
la victoria sobre el pecado, el mal y la muerte, así como una nueva participación en
la vida de Dios mediante la gracia.
Cristo Jesús Resucitado es la primicia. Como el almendro que se adelanta a la
explosión de vida en la primavera. Cristo es el primero de un proceso salvador, que
ha de seguir. Con Jesús resucitado ha ocurrido algo realmente nuevo, que cambia
la condición del hombre y del mundo. Se ha abierto una nueva dimensión para el
hombre. Es autor y guía de nuestra salvación, que nos va abriendo el camino hacia
la vida eterna y gloriosa de Dios.
La vinculación del Resucitado con nosotros se realiza ya ahora. El amor total y la
entrega filial de aquel hombre verdadero, Hijo de Dios verdadero, por ser eternos,
infinitos, hacen que su muerte y su resurrección sean decisivas y actuales para
nosotros. Cristo fue “entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra
justificaci￳n” (Rm 4, 25). Mientras vamos de camino por este mundo recibimos la
gracia de Dios, que es la vida de Dios, la gloria de Dios. La victoria de Cristo es ya
nuestra victoria.
Hemos resucitado con Cristo. No es una forma piadosa de hablar. Es una realidad:
participamos ya, mediante la gracia, de la vida, de la gloria de Dios. Somos uno en
Cristo. Participamos de su ser filial: Somos hijos de Dios. Recibimos la vida de
Dios, que llega a nosotros a través de la fe y el bautismo. “En efecto, este
sacramento es muerte y resurrección, transformación en una nueva vida, de tal
manera que la persona bautizada puede decir con Pablo: «Vivo yo, pero no soy yo,
es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20). Vivo, pero no soy yo… ﾿Qué es lo que ha
sucedido en nosotros? Responde Pablo: que todos habéis sido hechos uno en Cristo
Jesús (cf. Ga 3,28)” (Benedicto XVI).
Estamos llamados a vivir en comunión existencial con Cristo. En una relación de
persona a persona, de corazón a corazón. Cristo no es una tradición, ni una
costumbre: es una persona viva.
Nuestra fe en Cristo resucitado nos da la seguridad de que la vida es más fuerte
que la muerte. El bien es más fuerte que el mal. El amor es más fuerte que el odio.
La verdad es más fuerte que la mentira.
Cristo ha resucitado: ni la muerte ni el mal tienen ya dominio sobre Él. Ha
derrotado para siempre al mal, al pecado y a la muerte y nos hace, ya desde
ahora, partícipes de su vida inmortal.
MARIANO ESTEBAN CARO