CICLO C
TIEMPO PASCUAL
IV DOMINGO
”Ha resucitado el Buen Pastor que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su
grey ¡Aleluya!”, cantamos hoy en la antífona de comunión. “Yo soy el buen Pastor,
que da la vida por las ovejas…yo entrego mi vida para poder recuperarla” (Jn 10,
11-18). En cuatro versículos (Jn 10, 27-30) “está todo el mensaje de Jesús, está el
núcleo central de su Evangelio: Él nos llama a participar en su relación con el
Padre, y ésta es la vida eterna. Jesús quiere entablar con sus amigos una relación
que sea el reflejo de la relación que Él mismo tiene con el Padre: una relación de
pertenencia recíproca en la confianza plena, en la íntima comunión” (Papa
Francisco).
Seguimos celebrando la alegría pascual, cuya fuente es Cristo Resucitado.
Después de recodar las apariciones de Jesús a sus discípulos, hoy se nos presenta
al Crucificado-Resucitado como Pastor y Cordero, como fuente y guía de nuestra
salvación. La segunda lectura nos presenta a Cristo como el Cordero. Lo proclama
el Prefacio I de Pascua: “Él es el verdadero cordero que quitó el pecado del
mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida”.
La entrañable imagen del pastor estaba muy arraigada en el Antiguo Testamento:
«El Señor es mi pastor, nada me falta». En este Salmo 23 se invita a reavivar la
confianza en Dios, puestos en sus manos. San Pedro, a quien el Señor resucitado
había encargado el cuidado de sus ovejas, llama a Jesús “el Mayoral, el Pastor
supremo” (1 P 5, 4). El tema del Buen Pastor es el más representado en la primitiva
iconografía cristiana. Hay testimonios del siglo II. En pintura se encontraba ya en
las catacumbas de San Calixto o de Domitila.
Cristo pone de manifiesta su doble relación entre Él y Dios («yo y el Padre somos
uno») y entre Cristo y nosotros (conozco a mis ovejas y les doy la vida eterna... y
ellas escuchan mi voz y me siguen). Para entender mejor este mensaje sobre el
Buen Pastor, hemos de recordar una costumbre de aquella época: todos los
pastores de la localidad por la noche encerraban sus ovejas en una única majada,
quedando uno de ellos, por turno, a su cuidado. A la mañana siguiente, cada
pastor iba llamando a sus propias ovejas, que, al reconocer la voz de su pastor,
salían tras de él y le seguían hacia los pastos y las fuentes de agua viva.
En este capítulo 10 del evangelio de San Juan, el Señor nos dice que el verdadero
pastor da su vida por las ovejas; está al servicio de la unidad; las conoce y ellas lo
conocen a él. Su entrega en la cruz es el gran servicio de Cristo a nosotros, sus
ovejas. Se entregó y se entrega en a Eucaristía. El Señor nos habla también del
servicio del Pastor a la unidad: y habrá un solo rebaño, un solo pastor" (Jn 10, 16).
Cristo conoce a sus ovejas y éstas le conocen a Él. Conocer en el sentido
bíblico: con amor, en una profunda relación interior. No se trata de un conocimiento
exterior o solamente intelectual, “sino de una relación personal profunda; un
conocimiento del corazón, propio de quien ama y de quien es amado; de quien es
fiel y de quien sabe que, a su vez, puede fiarse; un conocimiento de amor, en
virtud del cual el Pastor invita a los suyos a seguirlo, y que se manifiesta
plenamente en el don que les hace de la vida eterna” (Benedicto XVI). Decía San
Gregorio Magno: “Mirad si sois en verdad sus ovejas, si le conocéis…si le conocéis,
digo, no sólo por la fe, sino también por el amor; no sólo por la credulidad, sino
también por las obras”.
En la oración colecta de hoy le pedimos a Dios que nos conceda “la alegría eterna
del reino de tus elegidos, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la
admirable victoria de su Pastor”. Y en la Eucaristía recordemos algunas estrofas de
una hermosa canción, que ya en el siglo XVI se hizo popular, y que todavía se sigue
oyendo en nuestras iglesias:
Altísimo Señor/ que supiste juntar/ a un tiempo en el altar/ ser Cordero y Pastor.
Quisiera con fervor/ amar y recibir/ a quien por mi quiso morir. Pan de vida
inmortal/ ven a entrañarte en mí/ y quede yo trocado a ti.
MARIANO ESTEBAN CARO