Comentario al evangelio del Martes 22 de Octubre del 2013
Estos cuatro versículos subrayan en su brevedad una actitud espiritual no siempre fácil de mantener
como es la virtud de la vigilancia.
Esta llamada a la vigilancia se funda en el hecho de que la hora del retorno de Jesús es imprevisible.
Un elemento constitutivo de esta espera vigilante es la actitud de servicio, especialmente para aquellos
a quienes se ha confiado el cuidado de la comunidad. El amo valora tanto la vigilancia de sus criados
que “se ceñirá las ropas de servicio, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirles”, reconociendo así
que no sólo son dignos de confianza sino que se han convertido en su familia por su fidelidad.
Hoy día la “vigilancia” tiene especiales connotaciones sociales a las que no se refiere el texto del
evangelio, pero que vale la pena tener en cuenta. De hecho las “cámaras de vigilancia” están a la orden
del día para disuadir a ladrones y estafadores y cualquier contravención de la ley en el tráfico y en
cualquier otra actividad social.
Ya nadie duda de que todos estamos vigilados, observados y fichados. En el paseo, en el mercado, en
el autobús, en el banco, en el metro, en el estadio, en el aparcamiento, en las carreteras... alguien nos
está mirando por el ojo de las nuevas cerraduras digitales. Cada uso del ordenador, de Internet o de la
tarjeta de crédito deja huellas imborrables que delatan nuestra identidad, nuestra personalidad, nuestras
inclinaciones. Evidentemente no nos sentimos cómodos con tanto control.
En antiguos catecismos se presentaban estampas con el “ojo escrutador” de Dios que nos controlaba:
“mira que te mira Dios, mira que te está mirando”, decía el versito.
Jesús no nos habla así del Padre. El santo temor de Dios no depende de cámaras de vigilancia sino que
brota de un amor tierno y filial y expresa una confianza absoluta en la misericordia del Padre.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
Carlos Latorre