TRIGÉSIMO DOMINGO ORDINARIO C
(Eclesiástico 33:1-7.17-18.19.23; II Timoteo 4:6-8.16-18; Lucas 18:9-14)
Dos manos juntas apuntando arriba: todos nosotros reconocemos su significado.
Parece que la oración es propia de los hombres tanto como la misericordia es
asociada con Dios. Sin embargo, Jesús reza constantemente en los evangelios.
Particularmente en el Evangelio según San Lucas, de lo cual hemos leído en la
mayoría de domingos este año, Jesús ora en los momentos más significantes. No
sólo reza en el Monte de los Olivos y en la cruz sino también cuando el Espíritu
Santo desciende sobre él después de su bautismo, antes de escoger a los doce
apóstoles, y cuando se transfigura en la montaña. En los pasajes evangélicos de
hoy y del domingo pasado, Jesús comenta en cómo nosotros hemos de orar.
Hace ocho días Jesús explica que deberíamos rezar hasta que casi nos desmayemos
de agotamiento. Parece suficiente a los laicos que recen un rosario o a los
religiosos, la liturgia de las horas. Estamos contentos con la oración por nuestros
seres queridos difuntos al Día de los Muertos y por los pobres el Día de la Acción de
Gracias. Pero en comparación con la recomendación de Jesús todo esto es sólo
oración-light . Más de acuerdo con el propósito de Jesús es lo que dijo un anciano
predicador negro: “Hasta que hayas estado tocando la puerta cerrada por a￱os con
los nudillos sangrando, no sabes lo que es la oraci￳n”.
En el evangelio hoy Jesús nos informa de la postura apropiada para la oración.
Indica que no deberíamos rezar como el fariseo en su parábola. Aunque parece tan
digno como el director de un colegio con espalda recta y suaves palabras en su
boca, su oración tiene todo el mérito de una cucaracha. Es completamente fijada
en sí mismo. Se comporta como un adolescente en Facebook buscando “ likes
cuando cuenta a Dios (como si Dios no viera todo): “…no soy como los demás
hombres…Ayuno dos veces…” y “pago el diezmo…” Más bien, Jesús quiere que
imitemos al publicano – eso es, el cobrador de impuestos – que se acerca a Dios
como alguien en necesidad de la misericordia. A lo mejor ha hecho actos
vergonzosos como, por ejemplo, estafar a viudas impuestos que no debían.
Ciertamente su arrepentimiento tiene que incluir la voluntad de detener estas
injusticias. Pero ¿no es que muestre esta intención para cambiarse por golpear el
pecho? Asimismo nuestra postura ante Dios debería ser una de humildad, al menos
en el inicio. Tenemos que reconocernos como pecadores y pedirle a Dios el perdón.
Pero en verdad Dios no quiere que seamos exclusivamente ni formales ni contritos
en la oraci￳n. Más bien según Jesús hemos de llamarlo “Padre” porque nos ama
aún más que nuestros padres. De nuevo siguiendo a Jesús, podemos pedirle a Dios
Padre cosas tan ordinarias como el “pan de cada día” – entre miles de necesidades,
la paciencia para cuidar a los niños con la atención, un aumento de salario para
poder dejar el segundo trabajo, aun un día de sol para merendar en el parque.
Pero Jesús insiste aún más que no faltemos a solicitarle cuando sentimos que
estaríamos cayendo “en tentaci￳n” de abandonar la fe sin Su intervenci￳n. Puede
ser cuando tu hija se pone gravemente enferma o cuando hemos perdido el trabajo
con pagos de casa debidos mensualmente. Definitivamente en momentos como
estos queremos caer a las rodillas para orar.
La muchacha extiende el brazo con camera en la mano para tomar una foto de sí
misma. Si o no piensa en hacerlo, está mostrando la postura de la persona fijada
en sí misma. La muchacha puede ser cualquier de nosotros en el mundo
contemporáneo. Por eso, nuestro acto de penitencia al principio de la misa debería
ser más que golpear el pecho. Debería incluir una oración sincera de
arrepentimiento. Por pensar principalmente en nosotros mismos debemos a Dios el
arrepentimiento.
Padre Carmelo Mele, O.P.