Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 29, Viernes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte? *
Instrúyeme, Señor, en tus leyes. * Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del
cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?
Textos para este día:
Romanos 7,18-25a:
Hermanos: Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mi
carne; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no. El bien que
quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago. Entonces,
si hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa, sino el
pecado que habita en mí. Cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro
inevitablemente con lo malo en las manos. En mi interior me complazco en la ley de
Dios, pero percibo en mi cuerpo un principio diferente que guerrea contra la ley que
aprueba mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo.
En resumen: yo, de por mí, por un lado, con mi razón, estoy sujeto a la ley de
Dios; por otro, con mi carne, a la ley del pecado. ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me
librará de este cuerpo presa de la muerte? Dios, por medio de nuestro Señor
Jesucristo, y le doy gracias.
Salmo 118:
Enséñame a gustar y a comprender, / porque me fío de tus mandatos. R.
Tú eres bueno y haces el bien; / instrúyeme en tus leyes. R.
Que tu bondad me consuele, / según la promesa hecha a tu siervo. R.
Cuando me alcance tu compasión, viviré, / y mis delicias serán tu voluntad. R.
Jamás olvidaré tus decretos, / pues con ellos me diste vida. R.
Soy tuyo, sálvame, / que yo consulto tus leyes. R.
Lucas 12,54-59:
En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: "Cuando veis subir una nube por el
poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el
sur decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. Hipócritas: si sabéis interpretar el
aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?
¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?
Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un
acuerdo con él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el
juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no
saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo."
Homilía
Temas de las lecturas: ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte? *
Instrúyeme, Señor, en tus leyes. * Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del
cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?
1. La experiencia del pecado
1.1 Hoy la primera lectura nos remite a la tremenda experiencia del pecado, vivido
en primera persona, pero no para enterrarnos en el dolor sino en el amor que nos
salva. La Congregación para la Doctrina de la Fe publicó en 1986 una "Instrucción
sobre Libertad Cristiana y Liberación", que nos orienta para comprender en mayor
profundidad la enseñanza del apóstol Pablo. Lo que sigue aquí y en la segunda
parte del día de hoy viene de los números 37 y 38 de ese documento.
1.2 Dios llama al hombre a la libertad. La voluntad de ser libre está viva en cada
persona. Y, a pesar de ello, esta voluntad desemboca casi siempre en la esclavitud
y la opresión. Todo compromiso en favor de la liberación y de la libertad supone,
por consiguiente, que se afronte esta dramática paradoja. El pecado del hombre, es
decir su ruptura con Dios, es la causa radical de las tragedias que marcan la
historia de la libertad. Para comprender esto, muchos de nuestros contemporáneos
deben descubrir nuevamente el sentido del pecado.
1.3 En el deseo de libertad del hombre se esconde la tentación de renegar de su
propia naturaleza. Pretende ser un dios, cuando quiere codiciarlo todo y poderlo
todo y con ello, olvidar que es finito y creado. "Seréis como dioses" (Gén 3, 5).
Estas palabras de la serpiente manifiestan la esencia de la tentación del hombre;
implican la perversión del sentido de la propia libertad. Esta es la naturaleza
profunda del pecado: el hombre se desgaja de la verdad poniendo su voluntad por
encima de ésta. Queriéndose liberar de Dios y ser él mismo un dios, se extravía y
se destruye. Se autoaliena.
1.4 En esta voluntad de ser un dios y de someterlo todo a su propio placer se
esconde una perversión de la idea misma de Dios. Dios es amor y verdad en la
plenitud del don recíproco; es la verdad en la perfección del amor de las Personas
divinas. Es cierto que el hombre está llamado a ser como Dios. Sin embargo, él
llega a ser semejante no en la arbitrariedad de su capricho, sino en la medida en
que reconoce que la verdad y el amor son a la vez el principio y el fin de su
libertad.
2. El pecado, raíz de las alienaciones humanas
2.1 Pecando el hombre se engaña a sí mismo y se separa de la verdad. Niega a
Dios y se niega a sí mismo cuando busca la total autonomía y autarquía. La
alienación, respecto a la verdad de su ser de creatura amada por Dios, es la raíz de
todas las demás alienaciones.
2.2 El hombre, negando o intentando negar a Dios, su Principio y Fin, altera
profundamente su orden y equilibrio interior, el de la sociedad y también el de la
creación visible.
2.3 La Escritura considera en conexión con el pecado el conjunto de calamidades
que oprimen al hombre en su ser individual y social. Muestra que todo el curso de
la historia mantiene un lazo misterioso con el obrar del hombre que, desde su
origen, ha abusado de su libertad alzándose contra Dios y tratando de conseguir
sus fines fuera de El.
3. Los Signos de los Tiempos
3.1 Las palabras acres del Señor en el evangelio de hoy nos apremian a descubrir
los "signos de los tiempos". Es una exhortación que nos envía a leer la vida, es
decir, a no limitarnos a "escribir" cada día una página de ese libro que es vivir:
antes de escribir, ¿por qué no leer un poco?
3.2 Kant dijo que el mundo, básicamente gracias a la Ilustración, había llegado a su
mayoría de edad. Parece que Jesucristo se le adelanto unos siglos. La pregunta de
Jesús en el texto de hoy nos llama a madurez, a edad adulta: "¿Por qué, pues, no
juzgan por ustedes mismos lo que les conviene hacer ahora?".
3.3 Hay en esto una apelación a la propia conciencia, pero no sólo a ella. Bernard
Lonergan, eminente teólogo de la segunda mitad del siglo XX, hablaba de los cuatro
preceptos trascendentales, y creo que cabe citarlos aquí, como un modo de
disponernos a leer la vida. En ellos se trata básicamente de la decisión de hacerse
más atento, más inteligente, más razonable, más responsable. Es decir: despertar
y enriquecer nuestra atención, inteligencia, razón y responsabilidad.