XXX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
Lecturas bíblicas
a.- Rm. 9, 1-5: Pablo busca el bien de sus hermanos judíos en Cristo.
b.- Lc. 14, 1-6: ¿Es lícito curar en sábado o no?
En este evangelio contemplamos a Jesús, en casa de un fariseo importante, hombre
piadoso, fiel a la ley de Moisés (cfr. Lc. 8, 41; 23,13.35; Jn.3, 1). Era sábado, día
en que se conmemoraban: la creación y la liberación de la esclavitud de Egipto (cfr.
Ex. 20, 8-11; 31,13; Dt. 5, 12-15). En este ambiente Jesús quiere culminar la obra
de Dios; es invitado de honor como doctor de la ley, como profeta (cfr. Lc. 7, 16-
17). Se le observaba desde la religiosidad farisaica, si cumple o no cumple la ley:
en casa del fariseo Simón (cfr. Lc. 11, 37-57), ahora será enjuiciado acerca de la
santificación del sábado. En general, los fariseos piensan que no es un profeta, no
habla de Dios, no responde a sus expectativas, y sobre todo a su doctrina. Ellos
consideraban que su camino de observancia exacta de la ley, era la forma de
presentar a Dios, a un pueblo santo. Los pecadores, quedaban por lógica fuera de
esta comunidad, no pensaban que pudiera haber otro camino para ir a Dios. El no
invitado, es un hidropónico que había ido a ver a Jesús (cfr. Lc. 7, 37; 19, 3). La
pregunta de Jesús, es manifestación de interés por los fariseos, por eso les
pregunta: si es lícito sanar en sábado (vv. 3-6). La consabida respuesta era: si el
enfermo estaba en peligro de muerte, se podía violar el sábado, pero si no era así,
había que dejar pasar el sábado, y entonces recibía ayuda. En este caso, no había
peligro de muerte, por lo tanto, la pregunta es más bien una provocación de parte
de Jesús, habría que repensar la interpretación dada hasta ahora (cfr. Mc.7,5; Mt.
5, 17-48). Ante el silencio de los fariseos, Jesús, llama al enfermo y lo sana en su
presencia. La curación es un signo del reino de Dios, que está con ÉL, obra por
medio de ÉL, con su misma autoridad (cfr. Hch. 10, 38); mientras ellos privilegian
la observancia del sábado, Jesús le devuelve al sábado su sentido original, día de
salvación y amor, misericordia de Dios para con el hombre. Solo así el sábado se
convierte en el día del Señor. El enfermo se marcha sano, en el día del Señor,
porque encontró a Jesús (cfr. Hch.3,21; Ap.1,10). A la segunda pregunta de Jesús,
tampoco responden. Cuando sus intereses estaban en peligro: el buey y el hijo,
interpretaban la ley humanamente cuando está en juego su propio ínterés: había
que salvarlos, pero si no es así, el caso del enfermo o el prójimo, se niega a éste, lo
que se dan a sí mismos. La ley no puede poner límites al amor, tampoco el amor de
Dios conoce límites; el reino de Dios que anuncia Jesús, es el reinado de la
misericordia divina. En la Iglesia encontramos de palabra y de obra la acción
redentora de Jesucristo, el gran acontecimiento de la misericordia divina,
perpetuado por ÉL en el día del Señor: el banquete de la Eucaristía y el Sacramento
de la Reconciliación. Ésta debe darnos la fortaleza para encarnar entre los hombres
el gran amor de Dios, don y responsabilidad nuestra. El banquete eucarístico que
celebramos como día del Señor cristiano, está en medio del sábado judío y el
banquete en el reino de Dios en el gran sábado final (cfr. Hb.4,9). Lo importante
que Dios está presente siempre y nos comunica la salvación.
Teresa de Jesús, conoció la misericordia de Cristo Jesús para con ella, sobre todo
antes de su conversi￳n. “¿En quién, Se￱or, pueden así resplandecer vuestras
misericordias como en mí? Válgame ahora, Se￱or vuestra misericordia” (V 4,4).