Comentario al evangelio del Martes 29 de Octubre del 2013
Queridos amigos:
Los científicos calculan que nuestro universo debió de "ponerse en marcha" hace unos 15.000 millones
de años. Siento un poco de vértigo al teclear una cifra como esta, un vértigo parecido al que se siente
cuando uno contempla el cielo estrellado en las noches de verano. Un científico creyente como John
Polkingtorne, sacerdote de la iglesia anglicana nos enseña cosas muy interesantes, por ejemplo, cómo
compagina el hecho de la evolución del universo con una creación continuada de Dios.
Digo esto porque las palabras de Pablo a los romanos se entienden mejor cuando tenemos un concepto
dinámico de la creación. Nada de lo que existe está terminado. El cosmos es una realidad en continuo
cambio. Para algunos científicos, todo apunta a una aniquilación total. Caminamos hacia la nada. Para
Pablo, sin embargo, la creación de Dios está llamada a ser un mundo nuevo, a participar plenamente de
la gloria de Dios. No sé exactamente lo que esto quiere decir. No podría explicárselo con detalle a un
astrofísico. Pero sé que contiene una promesa de plenitud. Y quizá es suficiente por ahora. El mundo
de Dios no camina hacia el caos sino hacia su perfección.
En la carta a los romanos Pablo nos habla, pues, del macrocosmos. Le gusta lo grande. En el evangelio
de Lucas Jesús se fija, más bien, en el microcosmos. Es un enamorado de lo pequeño.
Seguramente conocemos bien las parábolas que nos regala el evangelio de hoy. Un granito de mostaza
es el símbolo de todo lo pequeño, incluso del mundo subatómico que tanto atrae a muchos físicos. Pero
contiene una fuerza extraordinaria. ¡Parece increíble que de una semilla tan diminuta (más o menos
como la cabeza de un alfiler) surja un arbusto de tres metros de altura! La desproporción es asombrosa.
El "reino de Dios" es el proyecto de la "desproporción". Este me parece hoy el acento más importante.
En el reino de Dios nada responde a nuestros cálculos. Resulta que el más sencillo es el más grande,
que un poco de amor transforma más que una vida entera muy productiva pero autosuficiente, que los
obreros de la hora undécima cobran lo mismo que los de la hora tercia, ...
Digámoslo con toda la alegría de que seamos capaces: "¡Dios es desproporcionado!". Y sintamos que
al decir esto estamos salvándonos de una religiosidad calculadora, hecha a la medida de nuestros ruines
intereses personales.
A propósito: no he dicho nada de la levadura "que una mujer toma y mete en tres medidas de harina",
pero el asunto va también por ahí.
C.R.