Trigésimo primero domingo ordinario C
(Sabiduría 11:22-12:2; II Tesalonicenses 1:11-2:2; Lucas 19:1-10)
La parroquia está terminando las preparaciones para el fin de semana. Ha
organizado los grupos de aporte. Ha pedido la ayuda de dos sacerdotes para las
confesiones. Ha reclutado a casi cincuenta mujeres para el retiro. Espera que
pronto las mujeres encuentren a Cristo. Es la postura de Zaqueo en el evangelio
hoy.
Zaqueo se ha enterado de la venida de Jesús a su pueblo. Es jefe de publicanos,
que quiere decir que tiene la mano en los bolsillos de muchos otros.
Evidentemente ha oído como Jesús -- un santo en la opinión de muchos -- tiene la
simpatía para con personas como él. Sube a un árbol para tener una buena mirada
de este amigo de pecadores. Mucha gente hoy tiene el mismo interés para el papa
Francisco. No sólo los católicos practicantes levantan la cabeza cuando da una
conferencia de prensa. Hombres y mujeres de otras religiones y de no religión lo
han alabado por decir que no tiene la capacidad a juzgar a los sacerdotes acusados
por el homosexualismo. Por fin – piensan ellos – la Iglesia tiene a un líder tan
misericordioso como su fundador.
El nuevo papa ni es gran filósofo ni cumplido teólogo sino sobre todo un amoroso
pastor. No va a cambiar la doctrina de la iglesia. (¿Cómo puede y todavía
mantenerse en el linaje de San Pedro?) Pero va a insistir que nosotros católicos
veamos más allá de las características circunstanciales en que se encuentra el no
creyente o el no practicante hacia su mente buscando la verdad y su corazón
deseando la integridad. El papa está dirigiéndonos a los divorciados casados con
otros, a los jóvenes rebeldes, y a los gay y las lesbianas distanciadas de la Iglesia.
Quiere que les entablemos conversación sobre el significado de la fe. Es lo que
Jesús hace en el evangelio. No demora a señalar a Zaqueo, puesto en el árbol, que
va a cenar en su casa. No le importa que en los ojos de la muchedumbre el
publicano sea un intocable. Más bien, ve en Zaqueo a un hermano en búsqueda de
un tesoro que la plata no puede comprar.
Atrapada en el prejuicio, la gente murmura contra Jesús. Piensa que va a
mancharse por asociar con Zaqueo. Le pasa por alto la posibilidad de que se
transforme Zaqueo por conocer a Jesús. Hoy en día no tenemos tanto personas
intocables como temas no mencionables. No se debe hablar de la política con
personas del otro partido y no se debe hablar de la religión con personas de poca
fe, de otra fe o de no fe. Se dice que tales cosas son preocupaciones privadas que
sólo causan controversia si se tratan en público.
Sin embargo, muchos quieren saber lo que ha hecho funcionar la Iglesia Católica
por dos mil años. Quieren saber por qué centenares de miles de sus hombres y
mujeres dejan relaciones íntimas para servir la comunidad. Quieren conocer el
motivo que sigue moviendo a millones a levantarse de sus camas para la misa
dominical. Y cuando les enseñamos que la clave es la misericordia mostrada por
Jesús colgando en la cruz, al menos algunos considerarán una respuesta tan radical
como la de Zaqueo: “…voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes”.
Con verdad le dice Jesús que ha llegado la salvación a su casa. Pero la salvación es
mucho más que el resultado de la declaración del publicano para regalar sus
bienes. No, la salvación que ha llegado es sobre todo la persona de Jesús mismo.
Él ofrece a todos una nueva manera de vivir sin el miedo de ser rechazados por los
importantes y con la misericordia para fortalecer a los sencillos. Es lo que el papa
Francisco tiene en cuenta cuando reta a los obispos a olvidarse de viajes al
extranjero para que tengan tiempo a mezclarse con los pobres de modo que aun
huelan como ellos.
El hombre muestra una foto de voluntarios trabajando en el comedor para los
pobres. Todos son laicos – la mitad hombres, la mitad mujeres. Algunos son
mayores de edad pero no todos. Una pareja en la foto es entre los más ricos en la
ciudad. Todos parecen sin miedo. Más bien se ven contentos a servir a los demás.
Están mostrando la misericordia. Están llevando la persona de Jesús al mundo.
Están trayéndole la salvación.
Padre Carmelo Mele, O.P