XXXI Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
Lecturas bíblicas
a.- Rm. 15,14-21: El ministerio de Pablo.
b.- Lc. 16,1-8: Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que
los hijos de la luz.
En el evangelio encontramos la parábola del administrador infiel. El texto, nos
introduce en la riqueza del reino de Dios para el hombre, donde elección y perdón,
se hacen una realidad dinámica en su existencia: gracia de Dios y las exigencias de
las obras, el amor y el reino, vida cristiana convertida en don para el prójimo.
Lucas, nos presenta esta parábola sobre este hombre rico, que debido a denuncias
contra su administrador, le pide cuentas, de la malversación de sus bienes,
quedando desde ahora sin trabajo. La pregunta del rico, viene a significar estar
muy disgustado con él. El diálogo consigo mismo del administrador lo lleva a
considerar la nueva situación. Luego de hacer sus consideraciones, decide
perdonar a los deudores de su señor, y así tendrá un buen trato de parte de ellos.
Vemos que al administrador no tiene problemas de escrúpulos o de conciencia;
todavía le queda la posibilidad de hacerse amigos, que quedarán obligados y le
darán albergue; todavía es administrador, puede negociar con lo que se le ha
confiado. Sólo quiere salvar su futuro, con su obra se asegura un largo porvenir,
como no se conforma con poco, es atrevido en lo mucho (vv.5- 7). Y el rico señor
alabó la sagacidad con que actuó el administrador infiel. “Pues los hijos de este
mundo son más sensatos en el trato con los suyos que los hijos de la luz” (v.8). La
pregunta que podemos hacernos: ¿Quién es el que alaba al administrador infiel? Es
Jesús. Su alabanza no va dirigida a la desvergüenza del administrador, sino a la
sagacidad, la audacia y resolución, que con su realidad actual saca ventajas
provechosas para su futuro. Es una parábola que quiere suscitar la atención,
precisamente sobre el futuro. Al discípulo la basta saber que el Señor viene y
pedirá cuentas, que en el día a día procede con valor y resolución a fin de triunfar,
el que perdona hoy a fin de asegurarse el futuro (cfr. Lc. 12,42-46). Los hijos de
este mundo, como el administrador, están lejos de Dios, su objeto es el mundo y
sus afanes quedan sujetos a la influencia de Satanás (cfr. Jn.12, 31). En cambio
los hijos de la luz, ven la realidad de la vida, el mundo, el hombre a la luz de Dios
(cfr.Jn.12, 36; 1Jn.1,5; 8,12; Mt.17,2; 1Tes.5,5; Ef. 5,8). La queja de Jesús es
porque estos hijos de la luz, en comparación con los hijos de este mundo, son
perezosos, irresolutos y no invierten en la vida eterna. Los hijos de este mundo
son sagaces en los negocios, en el trato con los suyos, en cambio no son audaces
en lo que se refiere al mundo futuro porque no lo reconocen. El buen discípulo se
procurará con sus bienes amigos para la vida eterna, dando limosnas, haciendo el
bien con ellos. Las obras de caridad intercederán por él en el momento de la
muerte, haciéndolo digno de ver a Dios (cfr. Lc.12, 20.33). En definitiva se trata de
ser fieles y justos, sólo así se nos confiará la salvación, sirviendo a Dios y no al
dinero.
La Santa Madre Teresa de Jesús nos propone orar continuamente para poder ser
verdaderos hijos de la luz de Dios. “Este tener verdadera luz para guardar la ley de
Dios con toda perfección, es todo nuestro bien. Sobre ésta asienta bien la oración.
Sin este cimiento fuerte, todo el edificio va falso” (CV 5,4).