XXXI Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Introducción a la semana
Después de explicar cómo Dios ha vuelto a apiadarse del pueblo judío, que había
sido marginado transitoriamente a favor de la salvación de los gentiles, Pablo
prorrumpe en un himno de alabanza a los designios misteriosos y admirables de
ese Dios que nunca se arrepiente de sus dones. Luego, expone la doctrina del
cuerpo (místico) de Cristo, subrayando la diversidad y la complementariedad de
los distintos dones o carismas que lo constituyen, entre los que destaca siempre
el amor, que los resume a todos. Un amor que nos impide juzgar a ningún
hermano: sólo Dios es nuestro juez. En los capítulos finales de esta carta a los
Romanos, el Apóstol declara una vez más la peculiaridad de su ministerio entre
los gentiles y se despide saludando y elogiando a muchos de sus colaboradores,
hombres y mujeres, en la tarea evangelizadora.
La predicación de Jesús sigue mostrando las paradojas que caracterizan a los
“ciudadanos del reino”: invitan desinteresadamente a quienes no pueden
pagarles, acogen en el banquete a todos los marginados, renuncian a todo para
ser discípulos del reino que Jesús anuncia, buscan a los perdidos y se alegran de
haberlos encontrado, se valen de los bienes de este mundo, relativizándolos,
para prepararse a disfrutar de la verdadera vida con Dios, conscientes de que
“no se puede servir a Dios y al dinero”.
Con permiso de dominicos.org